Es cierto que los grandes medios de prensa, en particular la televisión le dedica una atención especial y específica a la temática relacionada con las rapiñas y los asesinatos.
¿Si la gente no se enterara por los medios, alguien puede creer que en el Uruguay no se conocerían la sucesión de crímenes ocurridos en las últimas semanas, que incluyeron manifestaciones ciudadanas de protesta? Todos sabemos la respuesta. Los medios potencian, pero es cierto, inexorablemente y dolorosamente cierto, que el delito anda muy cerca de todos nosotros. Relativamente.
Los hurtos y algunas rapiñas son bastante extendidas en el territorio, pero, la otra característica de esta serie de asaltos violentos y homicidios es que se produce en zonas marginales asaltando pequeños comercios familiares y que en muchos casos han sido rápidamente resueltos porque los criminales, o son de la zona, o son delincuentes primitivos y básicos.
Nuevamente podríamos ensayar nuevas explicaciones sociológicas sobre el origen de la delincuencia, sobre los efectos devastadores de la larga crisis social en los sectores más vulnerables de la sociedad y en particular entre niños, jóvenes y familias muy pobres y todas esas explicaciones serían válidas, pero eso no le sirve ni a la gente para vivir con un mínimo de tranquilidad, ni a la izquierda para definir sus políticas.
¿Hay políticas sociales destinadas a los sectores más vulnerables? Las hay como nunca antes, aunque necesitemos fortalecerlas y mejorarlas en forma constante. También debemos decir con mucha fuerza que las deficiencias que la inmensa mayoría reconocemos en la educación pública, no juegan por cierto un papel positivo en esos sectores sociales más vulnerables a precipitarse en la delincuencia. ¿Podemos esperar hasta que se resuelvan esos problemas para encarar políticas específicas de seguridad más efectivas? No, no podemos, no tenemos derecho a que la sociedad pague ese precio tan alto.
¿Hemos mejorado las condiciones humanas, técnicas, operativas, de equipamiento, comunicaciones, vigilancia, etc. etc. de los cuerpos de seguridad del estado? Creo que nadie lo duda, basta mirar por televisión un operativo y darse cuenta de ello.
Nunca tuvimos una policía mejor equipada, mejor armada, mejor apoyada con instrumentos técnicos. Y todo eso no tuvo un correlato en la mejora de las condiciones de seguridad en las que vivimos los uruguayos. Esta es otra gran verdad fácilmente comprobable. Uruguay es el país de toda América latina, con más policías por habitante.
¿El sistema carcelario de mayores y menores mejoró en estos 10 años? Se construyeron 6.000 nuevos puestos carcelarios para adultos y cientos para menores. De una superpoblación del 136 % se pasó a 107 %. Nunca se construyeron tantos puestos carcelarios en tan poco tiempo. Y hay otros en proceso. También es cierto que alcanzamos el segundo lugar de toda América Latina en el número de presos por habitante.
Si todos esos factores han cambiado, han mejorado y me refiero a las condiciones sociales, reducción de la pobreza y la indigencia, equipamiento y cantidad de policías, situación de las cáceles ¿Cuáles son los motivos por los cuales no ha mejorado la seguridad en el país?
Lo primero, lo básico, es que la izquierda en el gobierno desde hace más de 10 años debe hacerse las preguntas correctas, obligadas e incomodas. No podemos dedicarnos a explicar o a seguir explicando la situación. Hay que cambiarla y para mejor, para mucho mejor.
¿Podemos proponernos eliminar la delincuencia? Nadie lo ha logrado, pero sí podemos plantearnos la reducción sistemática del número de asesinatos, de rapiñas y de la violencia. Podemos y sobre todo debemos.
Veamos cual es la estadística del número de asesinatos cada 100.000 habitantes en las principales ciudades de América Latina.
Y esta es la gráfica de las diez ciudades con más homicidios por habitantes del mundo. Observen la preminencia total de América Latina. (Ocho de las diez ciudades).
La otra explicación ´´fácil´´ es que estamos en el continente más violento del planeta, pero los uruguayos hemos demostrado que incluso en temas muy complejos y ramificados como la economía y la sociedad podemos tener diferencias importantes con la región, en materia de crecimiento y del impacto en los indicadores sociales.
¿En Uruguay podemos proponernos metas realmente ambiciosas en materia de combate a la delincuencia y de violencia? Yo creo que sí y que depende de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad, de nuestro abordaje integral frente al tema de la seguridad.
¿Cuál podría ser una meta ambiciosa y realista para proponernos en estos cinco años? Creo que el compromiso que asumió el actual presidente Tabaré Vázquez, sería una inversión de la tendencia regional y también nacional, con la reducción al final del periodo en un 30 % el número de los delitos más violentos, rapiñas y asesinatos.
¿Cómo hacerlo? Ese es el gran problema, que tiene connotaciones políticas, legales, operativas y naturalmente ideológicas y una clara definición de las prioridades sociales para el estado y el gobierno nacional.
Lo que está demostrado hasta el cansancio es que simplemente mejorando los indicadores sociales, todos, incluyendo la educación que implica plazos medios y largos, y aumentando el gasto en seguridad solamente no alcanzaremos esa meta.
Y cambiar la tendencia actual, es tener una clara prioridad social, la delincuencia ha empeorado la vida de los sectores más humildes y trabajadores, los que viven en los barrios más populares, mucho más que lo que sucede en las zonas residenciales que tienen una concentración de elementos técnicos y de posibilidades económicas muy superiores al pequeño bolichito de barrio, a los trabajadores que salen a su trabajo o vuelven en una motito o en ómnibus de mañana temprano o de noche, o a cualquier hora del día y viven al lado de los delincuentes, que no tienen ya ningún límite ni código.
A todo eso agreguemos que la droga, la tela de araña de la droga, que son las células de un organismo mucho más amplio e internacional, necesitan tejerse en los sectores más humildes y necesitados. Por ello muchas veces son víctimas y victimarios simultáneamente.
Un abordaje integral es el que abarca todos los instrumentos que dispone el Estado para un choque frontal y concentrado contra la delincuencia, asumiendo la necesidad de una política de impacto, la apuesta al medio y largo plazo está fracasando.
Y el fracaso, es decir el clima de creciente inseguridad y de miedo y bronca de la gente, promueve dos cosas: por un lado aviva las tentaciones autoritarias, represivas más feroces en la gente, en todos nosotros. Todos razonamos hasta que nos toca directamente, allí nos integramos a la bronca generalizada y, el segundo aspecto es que esta situación social de inseguridad fortalece a los sectores de derecha y sus propuestas más duras sobre la seguridad. Es decir que tiene un impacto ideológico, cultural y político.
No necesitamos, no podemos permitirnos un largo y nuevo análisis sociológico, antropológico y cultural sobre el delito en nuestra sociedad, tenemos que actuar en tiempos breves.
El primer problema, el más urgente que enfrentamos y al que hace poco hizo referencia el ministro es que tenemos 10 personas por día, 300 por mes, 3600 por año que son liberados incansablemente por la Justicia y que van a volver a delinquir. No tenemos tiempo de que los cambios en el sistema carcelario den sus resultados, son fundamentales, de fondo, imprescindibles, pero lentos. Hay que actuar.
Debemos cambiar la legislación vigente en materia de reincidencia. No iniciemos el gastado debate sobre si el aumento de las penas influye en los delincuentes, es inútil, la inmensa mayoría estamos parcialmente de acuerdo, hablamos de otra cosa.
Excepto para los homicidios, donde creo que hay que revisar profundamente la legislación y las penas para todas las edades, incluyendo los menores que cumplan sus penas en centros diferenciados de los mayores, en lo demás no cambiaría nada aumentar las penas.
Pero si al salir de la cárcel cualquier detenido que ha cumplido su primera condena, se le hiciera firmar una notificación en la que se le informa que si reincide no podrá salir nuevamente sin cumplir integralmente su condena y en la segunda reincidencia se aumentará un 50 % los años de penitenciaría y sin ninguna posibilidad de adelantar su libertad por ninguna causa, veríamos que en poco tiempo se reduciría los casos en que es detenido un delincuente que con poco más de 20 años, tiene 7 u 8 antecedentes penales, todos cometidos como mayor de edad.
La carrera contra la reincidencia la estamos perdiendo y no la resolveremos aumentando exponencialmente el número de policías.
Esta medida implicará durante algún tiempo un aumento de la población carcelaria, debemos preverlo, pues la universidad paga del crimen en el encierro, tanto para mayores como menores, es dinamita bajo nuestras posaderas, nos hace explotar cualquier estrategia nacional contra el delito. A mediano plazo hay que concebir todo el sistema carcelario diferenciado por peligrosidad como un elemento de reintegración y reeducación, incluyendo la educación y el trabajo. A mediano plazo es imprescindible.
También hay problemas operativos y algo más generales en esa materia. Es notorio que ha mejorado la inteligencia de la policía y el uso combinado de cámaras de vigilancia, de elementos técnicos y ahora se incorporan aviones, drones y helicópteros, pero hay algo insustituible, en todo Montevideo y en particular en las zonas calientes, se necesita más presencia policial permanente, patrullaje, gente en la calle. Mejoró sin duda la capacidad de respuesta, pero estamos por debajo de los niveles disuasorios necesarios y posibles con 850 efectivos policiales cada 100.000 habitantes en Montevideo y el área metropolitana. Los recientes operativos en Malvín norte lo confirman plenamente.
Voy a decir una nimiedad, pero los policías no pueden patrullar utilizando sus celulares para mensajear, no solo no tienen la atención necesaria, sino que transmiten un mensaje de inseguridad en cuanto a su función. Y cualquiera puede verlos.
La combinación de los medios técnicos de vigilancia, del patrullaje preventivo intenso, de una policía visible y en con más presencia en la calle, es fundamental. Pero hay otro aspecto polémico y complejo: la policía debe tener más respeto por parte de la gente, a todos los niveles, debe haber en los cuerpos policiales un nivel más claro de liderazgo y promoverlo. Eso impacta en la propia policía y en la población.
La batalla contra la corrupción en las filas policiales ha sido muy intensa y con buenos resultados y hay que continuarla y es notorio que la policía se ha depurado a sí misma, lo nuevo es que la droga, desde los grandes operadores internacionales a las células locales (las bocas) requieren una labor de inteligencia muy intensa y diferenciada. Son hoy el principal peligro para nuestros países. Donde hay droga en crecimiento y en operaciones de los carteles crece proporcionalmente la delincuencia, en todos los países. Lo que requiere revisar en forma permanente la legislación y las formas operativas contra el flagelo de la droga.
Son algunos apuntes, que requerirán de mucho debate, crítica, aportes, negaciones, pero lo peor que nos puede pasar es que no pase nada.
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