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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

La renuncia de Mateo Méndez

No es una renuncia más, no es un hecho propio de los avatares de la política que, como ocurre comúnmente, se caracteriza por la razonable rotación de hombres en los cargos. La renuncia de Mateo Méndez a la Dirección del INTERJ es un terrible fracaso que incluye a toda la sociedad uruguaya.

02.03.2009 11:45

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2009-03-02T11:45:00-03:00
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Se trata de un profundo llamado de atención a todos los uruguayos y, en particular, al sistema político y a todos los partidos, sobre la gravedad de nuestra situación social e institucional. Mateo Méndez era, seguramente, el uruguayo más adecuado para asumir este papel. Sus antecedentes, su postura frente a los adolescentes y jóvenes marginados, su larguísima experiencia, su capacidad de comprender las circunstancias de marginación y exclusión social, el apoyo que había recibido de su congregación y de un grupo de gente que lo acompañaba desde larga data; todos los elementos indicaban que se trataba del hombre justo para asumir una situación tan grave y dramática.

Sin embargo, su gestión al frente del INTERJ apenas cumplió seis meses y debió renunciar al entender, después de una larga y profunda meditación, que en las actuales condiciones de trabajo no podía cumplir con su misión. Decisión valiente y franca que no rehuyó señalar los graves impedimentos vinculados a la burocracia, falta de apoyo, mediocridad y corrupción.

Y así como cuando fue nombrado, gente de la oposición salió a pegar y cuestionarlo, ahora que renuncia gente del gobierno sale a cuestionarlo y atacarlo. La misma mezquindad en uno y otro caso. Cuando fue elegido, dirigentes blancos y colorados lo cuestionaron, incluso por ser cura; ahora que renunció, las autoridades ministeriales salieron a castigar y a señalar que fue un error su nombramiento. Todos movidos por los bajos intereses políticos que predominan por encima de las cuestiones de fondo que la decisión del Padre Mateo pone en evidencia con contundencia e inevitable realismo.

¡¡¡Estamos muy mal!!! Este país está sufriendo un continuo y progresivo deterioro de su vida social que no han podido revertir los gobiernos de colorados y blancos ni tampoco ahora el gobierno del Frente Amplio. Eso es lo primero que debe aceptarse.

El deterioro del Estado en su capacidad de dar respuesta a las situaciones sociales graves es cada vez más notorio y está “barranca abajo”. La crisis de integración social que sufre este país es de una gravedad extrema. Hace más de quince años que la tendencia es al aumento desenfrenado de la crisis social. No sirve de nada mostrar que la indigencia o la pobreza se reducen si ello solo se mide en términos de ingresos monetarios, porque por detrás y por delante de ello se ha generado un abismo social que separa grupos y personas, unos de otros, que hace tiempo han dejado de compartir un universo de valores en común.

Los más perjudicados de este grave deterioro son los adolescentes y jóvenes de este país. Se puede decir que este gobierno, igual que los anteriores, ha fracasado rotundamente en sus respuestas a jóvenes y adolescentes, particularmente a los más marginados. Fracaso en educación, fracaso en políticas de empleo hacia la juventud, fracaso en capacidad de retener a los jóvenes en nuestra tierra, fracaso en ofrecerles oportunidades de recuperación social.

Mateo Méndez, por un conjunto de circunstancias, personificaba la posibilidad de revertir, en un ámbito específico tan decisivo como son los adolescentes y jóvenes privados de libertad, este tremendo proceso de deterioro.

Sin embargo, las autoridades superiores de gobierno no le brindaron el apoyo necesario; el sindicato para variar priorizó la defensa de sus agremiados, aunque algunos de ellos incurran en conductas indefendibles; la burocracia se parapetó en su reflejo de inmovilidad e impotencia exhibiendo como siempre su enorme capacidad de impedir; y la corrupción de adentro que vive del motín y de la desesperación ajena concentró sus esfuerzos en evitar que el único capaz de revertir una situación que nos golpea a todos, tuviera éxito.

La renuncia de Mateo Méndez no es una renuncia más porque denuncia la enorme incapacidad de nuestro sistema político, de izquierda y de derecha, para enfrentar y resolver los gravísimos problemas que aquejan a nuestra sociedad.

Hace más de una década que nuestra seguridad pública, nuestra integración social y nuestra educación se agravan a velocidad creciente. Han pasado gobiernos de los tres partidos mayoritarios sin capacidad de respuesta, hemos vivido épocas de prosperidad y de crisis, hemos pasado por situaciones muy variadas y heterogéneas, pero la constante es el predominio del “no se puede”, de la “resignación” o del “mirar para el costado”, o peor aun, negar la evidencia “poniendo la cabeza debajo de la tierra como el avestruz”.

Si no tenemos la capacidad y el coraje de enfrentar las “roscas burocráticas”, si no tenemos la capacidad de reclamar a los sindicatos que no protejan a los que no cumplen cabalmente con sus responsabilidades, si no tenemos la grandeza de mirar estas cosas por encima de los intereses partidarios y el cálculo electoral. Si no tenemos, en definitiva, la fuerza para discriminar que no da lo mismo una cosa que otra y que no es cierto que lo que vale es “hacer lo que se puede” o que debemos quedarnos conformes porque “es lo que hay valor”. Entonces, estamos construyendo una patética sociedad cada vez más incapaz de recuperar el bienestar social perdido.