En la vida todo tiene que ver con las proporciones. No hay valores absolutos, totales, inmutables. Cambian, se mueven y sobre todo se comparan entre si.
¿Cómo pudieron soportar algunos de nuestros antepasados lejanos semejantes horrores? ¿Cómo pueden algunos habitantes actuales de lejanas tierras soportar semejantes horrores? ¿Cómo pudimos nosotros en otros tiempos vivir semejantes horrores? Es todo un problema de la dimensión proporcional de las cosas. Las materiales y las otras, incluso el sufrimiento.
No estoy volátil, etéreo, tiene que ver también con la actual situación. Hoy discutimos, criticamos y nos preocupamos por ciertas cosas que hace unos años nos hubieran parecido superfluas. Otros problemas ocupaban todo nuestro horizonte.
Los políticos miramos las cosas de una determinada manera y muchas veces los ciudadanos comunes que tienen una relación distante o quinquenal con la política nos observan como encarnizados practicantes de ritos para iniciados. No nos entienden.
Tengo la sensación de que la mayoría de los uruguayos mira las convulsiones de la izquierda, sus debates, sus tensiones desde lejos, muy lejos. La gente tiene otros problemas, otras prioridades y en cierta manera otras sensibilidades. Y eso puede ser muy peligroso.
Nos agitamos en una serie de debates que para nosotros son la última o la penúltima frontera y si miramos con más atención a la sociedad veremos qué lejos está de nuestras tribulaciones. Aunque nos esforcemos por demostrarle que tienen que ver con su vida, con su trabajo, su economía familiar, su estado de ánimo, sus impulsos vitales, ellas y ellos siguen allí inconmovibles.
Es una de los peligros más graves de la vida en el palacio o en los palacios del poder, mirar hacia adentro, hacia los iniciados o lo que es peor mirarnos en el espejo y creer que esa es toda la realidad. Es sólo una parte.
No creo que la política deba tener vuelo rasante y moverse a la altura más baja posible para tocar a todos, eso en general es demagogia, hay que darle al debate toda la profundidad y la altura necesaria. La chatura no es democrática, es burra.
Pero, entre una visión respetuosa de la inteligencia y del nivel intelectual de la política nacional y los compartimientos estancos en los que nos hemos metido hay una gran diferencia.
Tomemos un ejemplo: los que viven de su trabajo, que son una amplia gama de personas con salarios y condiciones muy diversas pero que comparten un elemento central: su vida depende de levantarse e ir a producir, o producir desde su casa, pero siempre producir algo. Cosas, servicios, ideas, cultura, arte, educación, entretenimiento, salud, algo. Y que para que ese algo tenga valor, debe servirle a otros, debe ser utilizado por alguno de nuestros semejantes. Y por hacer eso reciben un sueldo fijo o variable, pero un sueldo o un jornal.
En estos seis años de gobiernos del FA se han logrado avances concretos y tangibles. Varios cientos de miles consiguieron trabajo y antes estaban desocupados. Es algo a la medida diaria de sus vidas.
Los salarios del promedio de todos ellos aumentó más de un 30% real, es decir por encima de la inflación y pueden gastar y comprar más y vivir mejor. Pero no es parejo, hay algunos que se quedaron rezagados, que no tuvieron capacidad de negociación, sindicatos fuertes o lo que sea, pero que todavía están con el agua casi al cuello. Es un tema obligado para nuestra agenda social y concreta.
Las leyes sociales mejoraron y en general se aplican, aunque hay todavía un buen número de trabajadores en negro. Fuera del circuito virtuoso y de la protección mínima.
Si un trabajador se enferma o tiene algún problema de salud, tiene problemas serios. El seguro por enfermedad no cubre – en el momento de mayores necesidades y problemas – sus necesidades básicas. Ese es otro tema de la vida concreta y de la agenda social.
La matriz productiva está teniendo fuertes cambios, en muchos sectores de la producción. Hay gente que no alcanzará el tren solo, hay que ayudarlos, en concreto, urgentemente. Ese es otro tema concreto, tangible.
Otro tema que abarca a muchos uruguayos: la salud. Se ha hecho mucho, se bajó la mortalidad infantil a los niveles más bajos de nuestra historia y de los mejores de toda la región. Eso es enorme. Se hizo la reforma y 400 mil niños y adolescentes tienen atención y antes no la tenían; la ley antitabaco produjo efectos importantes en la salud a pesar de Phillips Morris. Eso se toca, se siente y acostumbra de la mejor manera a la gente, se operaron decenas de miles de personas de los ojos. Enorme. Y podríamos seguir con los cambios en la salud mental.
Lo que no conmueve a nadie es si las capitas privadas son de mil pesos y las públicas de 800 o las disputas dentro del poder de la salud, o los ajustes de cuentas corporativos, políticos o sindicales. Lo que la gente quiere es que la prevención, la atención en su barrio, en su ciudad, en su hospital o sanatorio sea mejor, con más tiempo de su médico, mejores tecnologías, mejores resultados. Lo demás es papo.
Las grandes y ampulosas frases muchas veces pasan por esas cosas, aparentemente terrenales y cotidianas pero que ocupan muchas horas de nuestras vidas y a veces horas fundamentales.
La política no es solo el arte de los posible, debe ser el arte generoso de lo necesario para las mayorías. Tangible, concreto, terrenal y a partir de allí se puede volar desde y hacia el mundo de las ideas más abstractas.