Los antiguos diplomáticos lucían vistosos uniformes llenos de entorchados dorados y las medallas cosechadas en sus muchas misiones. Ser “embajador” era casi un título nobiliario. Incluso en nuestro país, país de hondas raíces laicas y republicanas los embajadores componían un grupo selecto y altamente especializado. Con excepción de algunas designaciones partidario-políticas que siempre existieron, la carrera diplomática era un hito del servicio estatal.
Se supone que en un mundo donde la circulación económica, comercial, cultural, de servicios, de turistas y de todo tipo de contactos se ha multiplicado en forma exponencial bajo el pomposo nombre de la globalización, la tarea diplomática multiplique su importancia y sus exigencias.
Uruguay no puede pensarse a si mismo sin mirarse desde el exterior, no sólo por su tamaño – es una forma fácil y superficial de mirar el tema – sino por un conjunto de relaciones: por ejemplo entre su población y su producción de alimentos; por el porcentaje anual de turistas que lo sitúan en segundo lugar en toda A. Latina superado solamente por R. Dominicana; por su política de promoción de inversiones y su sistema de zonas francas; por la convocatoria hecha por su actual presidente desde el Hotel Conrad a que vengan a radicarse a nuestro país; por ser un centro logístico regional e internacional en franco crecimiento.
¿Todo esto tiene que ver con la diplomacia? Naturalmente. ¿Cuáles serían las prioridades de nuestra diplomacia en el marco del actual Proyecto Nacional (en construcción? Aclaro: lo de construcción corresponde a la filosofía misma de un Proyecto Nacional, es decir su dinamismo, su capacidad de adaptación, su flexibilidad teniendo claro los principales objetivos estratégicos económicos y sociales.
Siempre ha sido así y seguirá siendo, la prioridad absoluta es la paz, las buenas relaciones, prevenir y eventualmente superar conflictos. No se trata solamente de no tener guerras o de evitarlas, sino de crear y mantener las mejores condiciones de cooperación y de relación con todos los países y en particular con los que mantenemos relaciones más estrechas, por razones geopolíticas. Hay en ese sentido una larga historia de la que partimos.
En estos últimos meses se han logrado importantes avances diplomáticos y políticos en nuestra relación con Argentina – superando el diferendo por BOTNIA y sobre todo por el bloqueo del puente Fray Bentos-Puerto Unzué, con Brasil firmando convenios y acuerdos, en el Mercosur en la XXXIX cumbre que aportó resultados concretos y tangibles, como el desbloqueo de fondos estructurales, el inicio del proceso para eliminar la doble tributación. A nivel regional todos nos auguramos que las gestiones y los buenos oficios presidenciales y de la UNASUR logren terminar con la escalada de tensiones, agravios muy peligrosos desatados entre Colombia y Venezuela.
Uno de los cambios más visibles de esta nueva etapa diplomática es que además del profesionalismo y la sensibilidad de parte de nuestra cancillería, que da soporte a cada uno de los movimientos, es la directa intervención del presidente Mujica y en general de los presidentes de los diversos países como los protagonistas centrales. El cambio de Uribe por Santos parece ser un factor esencial de la resolución del diferente con Venezuela, el papel de Lula en la sobriedad de sus gestos, en la firmeza de sus convicciones y en jugar el papel del socio mayor de toda la región con mucha prudencia e inteligencia es parte de este proceso. Y esto contrasta con otras realidades mundiales y en particular con el creciente fracaso de los organismos de Naciones Unidas
En la cumbre de San Juan (Argentina) el presidente Luiz Inacio Lula da Silva cuestionó a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, que son "los que más armas venden en el mundo y los que tienen armas nucleares" y dudó de que esos países centrales deseen la paz.
Expresó su “decepción” por la falta de apoyo a la gestión que junto al primer ministro de Turquia Recep Tayyip Erdogan realizó en hasta hace pocas semanas para sentar a una mesa de negociaciones al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad y evitar la peligrosa escalada de sanciones y aislamiento contra ese país por su programa de enriquecimiento de uranio. Cabe recordar que todos los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU poseen los más potentes arsenales nucleares.
En contraste Lula, destacó que América del Sur y el Mercosur "son hoy un ejemplo de cómo el mundo podría vivir en paz, sin armas nucleares, sin guerras y de manera mucho más armoniosa". Aquí, dijo, "solo tenemos guerras verbales que no hieren a nadie".
De todas maneras cuando hay guerras verbales se está siempre un poco más cerca de pasar a las otras guerras a las que cuestan gran cantidad de vidas y daños tremendos, por eso habrá que seguir dedicando mucha atención y cuidado a una diplomacia activa y previsora. La paz es hoy el principal capital de América Latina.