Voy a tratar de hacerlo con los menores prejuicios posibles, aunque no podré evitar haber leído los balances de la empresa de los últimos años, haber participado en debates sobre el tema, en particular con una determinada interpretación de parte de las autoridades de ANCAP en los últimos seis años y las dos vertientes del informe original del FA, el que elaboraron los cuatro senadores frenteamplistas en la Comisión (711, MPP, Partido Socialista y lista 1001) y por otro lado el documento elaborado por el FLS o al menos por algunos de sus representantes.
Conozco bastante bien la situación de ANCAP. Desde hace varios años y en particular desde que los balances y determinadas tensiones sobre las inversiones y los costos de esa empresa se discutieron en el gobierno junto con una discusión más general sobre los criterios de las inversiones en las empresas públicas, mejor dicho en algunas empresas públicas, he seguido las informaciones, como periodista y como militante político.
¿Por qué le dediqué tanta atención a ese y otros temas específicos, por ejemplo la regasificadora, sobre la que escribí diversos artículos? En primer lugar por la importancia concreta y simbólica que tiene la gestión de la principal empresa del país. En términos absolutos, es la principal empresa y la que tiene directa relación con aspectos neurálgicos de nuestra economía, de nuestra sociedad, de nuestra producción y de nuestra soberanía. No hay Proyecto Nacional de la izquierda sin una gestión muy acertada y rigurosa de las grandes empresas públicas y en primer lugar de ANCAP.
Hay otro grupo de motivos, participé convencido y militante en dos plebiscitos que tenían directa relación con ANCAP, contra la ola privatizadora del gobierno de Luis A. Lacalle y cuando el plebiscito en defensa específicamente de ANCAP. Además fui muy crítico y escribí varios artículos sobre los negocios de ANCAP en Argentina en anteriores gobiernos.
Sobre la imprescindible capitalización de ANCAP durante este año por 622 millones de dólares más un préstamo con garantía estatal por otros 250 millones de dólares por parte de la CAF, que es la mayor capitalización de una empresa estatal en la historia del país y que no surgió como resultado de la Comisión Investigadora, sino por los resultados contables de los últimos cuatro ejercicios de ANCAP he brindado opiniones que surgen de esos propios documentos y de las declaraciones de diversos jerarcas leídos en las actas de la Comisión.
Hasta el 31 de marzo de este año, de acuerdo a lo establecido por las normas, el ente tiene plazo para presentar los resultados del balance del año 2015. Creo que todo el Uruguay lo espera con ansia.
Es absolutamente cierto que 800 millones de dólares más las pérdidas de este ejercicio (se manejan cifras muy dispares) para un país como Uruguay, que tuvo un aumento de todo su presupuesto para el año 2016 de 490 millones de dólares y que esos 800 millones representan más del 5 % de todo el presupuesto nacional, es una cifra muy importante que ya hemos aportado todos los uruguayos y que seguiremos aportando. ¿Cuánto y por cuánto tiempo? Todavía no lo sabemos.
La situación de ANCAP tendrá sin lugar a dudas un fuerte impacto en la política, en la economía y de acuerdo en la visión de los gobiernos de izquierda, en los indicadores sociales. Dudo que sea un impacto positivo y para realizar esta afirmación me alcanza con la información que manejo y con las declaraciones de algunos de los principales dirigentes políticos de la izquierda. No todos.
Cuando hay hechos de tanta trascendencia es obvio que todos los ciudadanos informados y con una mediana sensibilidad por los hechos públicos le brindemos toda nuestra atención, y que cada actor político asume con sus opiniones, sus firmas, con sus ausencias y votos importantes responsabilidades.
Esto no será gratis para ningún sector del oficialismo. Ninguno. La gran interrogante es cuál será el costo. ¿Importa?
Puede haber diferencias abismales relacionadas con ese manejo semántico y legal de los diversos términos que utilizan los informes y las declaraciones de los diversos sectores políticos: irregular, ilegal, inmoral, errores y horrores de gestión, autocrítica y responsabilidades y planes estratégicos, o chamboneadas. La síntesis de esos conceptos se define en tres niveles diferentes:
Primero en el parlamento, en el debate político y por lo tanto en lo que se llama el relato. Hay diversos relatos que juegan ya un papel importante en la agenda política nacional y en el debate ideológico.
Segundo en el Poder Judicial y a nivel de los fiscales. No debemos aceptar que un poder de la república invada las competencias de otro de esos poderes. No es el parlamento que puede definir ilicitudes o irregularidades, le corresponde a la justicia, en su concepto más amplio.
Tercero a nivel de la opinión pública. Aquí mucho tiene que ver con el discurso, con la actitud, con las responsabilidades y con la información verdadera, exagerada o deformada que maneja la sociedad y que le llega a través de los diversos medios de comunicación social y de las redes sociales.
En un caso como ANCAP es difícil diferenciar cada uno de estos planos, se entrelazan, se mezclan y son muy dinámicos. Cambian en forma constante.
Y el resultado no puede medirse solo en cuántos votos tendremos en las elecciones del 2019, algunos analistas y militantes insisten en que en definitiva todo termina en ese momento. Yo discrepo profundamente, cuando faltan cuatro años de un nuevo gobierno del FA y debemos demostrar nuevamente y en una nueva situación, tanto internacional, como regional, como nacional (incluyendo ANCAP), muy diferente a los dos anteriores gobiernos de izquierda, nuestras capacidades y nuestra voluntad de cambio progresista.
Los hechos, aún los más pesados y complejos, no son una condena, son una prueba de cómo seremos capaces de reaccionar, cómo asumiremos las responsabilidades, cómo manejaremos la información ante la gente y cómo llevaremos el debate hacia afuera y hacia dentro del FA. No hay duda de que nunca hemos estado políticamente a prueba como en estas circunstancias. No solo por el tema ANCAP, los cambios o las continuidades, la profundidad de nuestro bisturí crítico y la capacidad de reconquistar credibilidad en nuestro rigor y nuestra sensibilidad incluso por encima de los intereses políticos y los relatos inmediatos y apremiantes. Entramos en una nueva etapa, habrá que seguirla con mucha atención. El país nos está mirando como nunca antes.
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