Preocupa aun más cuando dirigimos nuestra mirada a nuestros vecinos chilenos.

La distancia que nos ha sacado el vecino país ya no es sólo referida a su desarrollo socio-económico. La comparación entre ambas campañas electorales, sus contenidos, su nivel de debate, sus intercambios sobre los distintos temas demuestran que también en materia de cultura política se ensancha la distancia que separa la realidad de ambos países.

Es muy triste aceptar esta realidad. Pero, como bien se dice, aceptar la realidad es el primer paso indispensable para comenzar a cambiarla.

En efecto, los uruguayos hemos hecho alarde de nuestra cultura democrática, de la fortaleza institucional de nuestro sistema, de la madurez de nuestros partidos políticos y de la calidad de nuestra elite política. En particular, hemos destacado las grandes diferencias existentes con el resto de nuestro continente latinoamericano.

Sin embargo, la campaña electoral 2009 con su patética ausencia de contenidos, su pertinaz tendencia a las descalificaciones y agravios entre los principales candidatos, su incapacidad de hablar del futuro, su lamentable recurrencia a mirar hacia el pasado una y otra vez y su imposibilidad de dar lugar a un debate auténtico y profundo entre los principales candidatos, nos ha puesto de cara a la realidad de que nuestro histórico capital político nacional está sufriendo un preocupante desgaste que será difícil de revertir.

En estas dos semanas de campaña de cara a la segunda vuelta presidencial hemos revivido con creces las características de la primera vuelta. Candidatos de uno y otro sector agraviándose recíprocamente; proliferación de mensajes en la web que aumentan aun más los niveles de descalificación incorporando informaciones a veces reales y muchas otras veces falsas.

La semana pasada la campaña del Partido Nacional se hizo eco de una campaña para vincular la aparición, gravísima, de un enorme arsenal clandestino con el candidato del Frente Amplio. Proliferaron las insinuaciones, suposiciones y acusaciones directas, sin que se proporcionara la más mínima prueba concreta al respecto. Triste forma de hacer política.

Del otro lado, después de haber eludido de todas las formas la posibilidad de comparecer a un debate, aun cuando la fórmula del Partido Nacional se allanó a todas las condiciones puestas por sus adversarios; el Frente Amplio termina rechazando nuevamente el debate excusándose en el deterioro del clima de campaña que hace meses que viene ocurriendo y obviando que la oportunidad de un debate era, justamente, una posibilidad de redireccionar la campaña hacia contenidos constructivos.

Como se puede apreciar, razón de más para mantener con firmeza una posición de distancia con respecto a las dos opciones que disputan el triunfo.

Por otra parte, la postura de no pronunciamiento permite estar en condiciones de ayudar a la recomposición de un imprescindible clima de diálogo político entre todos que, un alineamiento partidario sin fundamentos sólidos, habría impedido.

Porque el 30 de noviembre habrá un Presidente electo, que no será ya el candidato de uno u otro partido, sino el Presidente de todos los uruguayos, y habrá que estar dispuestos a dialogar y cooperar para que las cosas anden. Porque creemos que es importante que al próximo Presidente le vaya bien, porque si le va bien a él, le irá bien al país y a su gente.

Será el Presidente electo el que tendrá que elegir si piensa buscar el diálogo y el acuerdo con los demás partidos o, por el contrario, se encerrará en su exclusiva mitad.

La disyuntiva no es menor sino que, por el contrario, tiene que ver con la continuidad del “país dividido en dos mitades”, confrontando y avanzando torpemente mediante la imposición de un país sobre el otro. Los riesgos de seguir alentando la polarización y la división son cada vez más importantes.

Por el contrario, si opta por el camino del diálogo con apertura y decisión, podrá dar un paso muy relevante a la superación de la división en mitades. Seguramente, nos tendrá en actitud positiva para dialogar y buscar los puntos de encuentro, sobre la base de nuestras ideas y propuestas, pero abiertos a los entendimientos.

Sería una señal muy positiva de cambio que, después de esta pobre campaña electoral, el sistema político uruguayo encontrara caminos capaces de incluir a representantes de las dos mitades en el próximo período de gobierno.

Como hemos dicho tantas veces, nosotros no estamos para “ayudar a ganar”, pero sí estaremos dispuestos de la mejor manera para “ayudar a gobernar”. Esa es, a nuestro juicio, la mejor manera de hacer valer nuestro modesto aporte.