Todos proclamamos en algunos momentos de nuestra vida la mayor generosidad. El egoísmo no lo quiere nadie, es como la culpa. En la política la generosidad es una virtud llena de complejidades y tensiones. No es llana, no es simple, no es muy común.
La política es disputa por posiciones de poder. Así ha sido y así seguirá siendo. Cuando es democrática es a través de la voluntad ciudadana. Los otros utilizan las fuerza, la opresión, la falta de libertades. Pero estamos hablando de elecciones libres y por lo tanto democráticas.
Hay generosidades caras, muy caras o más rebajadas, hay generosidades oportunas y fuera de tiempo y lugar. Y hay egoísmos de todos los tamaños. ¿Por qué es compleja la generosidad en política? Precisamente porque la política es una actividad de disputa, de lucha por espacios de poder, para una fuerza política, para un partido, para un Frente. Y muchas veces la generosidad puede confundirse con renunciamientos, con retiradas, con actitudes no muy asumidas ni aceptadas por la política. Y en particular por los políticos.
¿La generosidad tiene un sello? ¿Es de izquierda, es de derecha? Creo que sin propiedades absolutas, la izquierda sin generosidad, es renga, le falta un rasgo esencial, pierde una de sus bases genéticas. La historia de la izquierda está llena de gestos de absoluta falta de generosidad que terminaron en atomizaciones, en derrotas, en la perdida total de las posiciones e incluso de las propias identidades.
La formación del Frente Amplio y su historia fue esencialmente un gran gesto de generosidad de todos sus integrantes. Y de inteligencia política. No son cosas reñidas, al contrario.
La generosidad debe evaluarse en relación a las situaciones. Recientemente asistimos a un gesto, a una actitud de generosidad y responsabilidad de un compañero, de un ministro de este gobierno, de un militante socialista que lo enaltece a él, a su partido y nos debería enaltecer a todos: Daniel Martínez.
Decidió renunciar a su condición de precandidato en la disputa de las elecciones internas del 28 de junio de este año para encabezar la fórmula presidencial del Frente Amplio. Tenía detrás un gran partido de la izquierda uruguaya. No sólo por su historia y su tradición fundacional de la propia izquierda, sino por su papel actual, por su aporte proceso que se inició en 1985 con la recuperación democrática y en particular en el actual gobierno. Un gobierno presidido por un socialista. Las formalidades en estas cosas cuentan poco.
Esa sola condición, más el hecho de ser en este momento el ministro que tiene la mejor imagen en la opinión pública, dentro de un gobierno que tiene registros históricos de apoyo de la ciudadanía ya son credenciales importantes. Y sin embargo declinó la posibilidad.
Tiene sin duda un valor político relevante: preservar la unidad y cohesión de su propio partido, pero aportar su esfuerzo, su gesto, su actitud a la campaña, a la movilización del Frente Amplio hacia las elecciones internas y las generales de octubre de este año.
Por encima de otros cálculos estuvo su condición de militante por una causa, por objetivos sociales y políticos que son los que nos dan la identidad de izquierda. Lo hizo como aporte a un debate de ideas y no solo de cargos.
Fue sin duda un gesto político y personal y aunque el dijo que las resoluciones del congreso del Partido Socialista y del Frente Amplio fueron un momento inolvidable en su vida, colocó los intereses colectivos y generales muy por encima de sus aspiraciones personales. No se si las tenía ni me importa. Lo importante son los puntos de arribo de cada periplo personal. Y Daniel Martínez llegó a una etapa importante y difícil de la izquierda con las mejores credenciales y con un gran gesto de generosidad.
Ser candidato a presidente de la izquierda uruguaya luego de un gran gobierno, exitoso es un gran honor, sin duda. Pero todo el proceso es una enorme responsabilidad. Asumirla plenamente, incluso en un determinado momento dando un paso al costado para clarificar el panorama interno y del Frente, es algo que hay que valorarlo muy bien.
Las ideas no son cosas abstractas, principios que se sostienen en el aire y el espacio, son pasiones, tensiones, dolores y triunfos de gente concreta, de carne y hueso, con nombre y con apellido, con historia y con sueños. Este camino tan difícil que recorrió la izquierda, que pasó por momentos tan dramáticos vale la pena por muchos motivos, por que uno puede ver los resultados en la sociedad, en la gente más débil, en los trabajadores, en el pueblo, pero también porque compartimos el camino con otros seres humanos, con compañeros que nos enseñan y nos estimulan.
Hay gestos, actitudes, generosidades, miradas hacia la política desde ciertos referentes de la izquierda que son parte de ese impulso que todos necesitamos. José Martí decía en 1894: “Todos los días tengo que reconstruirme en el alma y en el cuerpo antes de echarme a andar.” Es el eterno peregrinar de la lucha que es valiosa también por la compañía, por los que comparten y se brindan.
La conferencia de prensa de Daniel Martinez y del Partido Socialista en la sede del Frente Amplio fue un martes 3 de febrero, dos días antes del aniversario de la formación del FA. Líber Seregni dijo en el 25 aniversario de ese acontecimiento, en un discurso en el mismo salón del Palacio Legislativo en el año 1996: “Yo decía que los hombres que iniciaron el Frente tenían la grandeza del momento histórico. Quiero precisar más: no practicaban el personalismo, porque cada uno de ellos era una personalidad; no buscaban protagonismos, porque cada uno de ellos era protagonista de la Historia; no necesitaban que los promocionaran, porque ya habían sido promovidos a los primeros niveles de la actuación política".
Cuando miramos entonces aquel 5 de febrero, queremos mirarnos y vernos en el espejo de los fundadores. Qué difícil y exigente es mirarse en ese espejo.
(Escrito el miércoles 4 de febrero del 2009)
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