Contenido creado por Julia Peraza
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La derecha revolucionaria

La derecha revolucionaria

Imposible. Si es de derecha no puede ser revolucionaria, quiere proteger el statu quo. Es conservadora, considera que las diferencias sociales son, en diversas formas, expresión de méritos. Y también que son necesarias para asegurar las sanas ambiciones para el progreso social y, en definitiva, como impulso para el avance de la civilización.

28.03.2017

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2017-03-28T00:00:00-03:00
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La derecha se basa ideológicamente en el liberalismo económico y en su adaptación a estos tiempos, el neoliberalismo. Todo lo anterior está viejo, superado.

En estos tiempos, los que proponen una verdadera revolución son la derecha, en los Estados Unidos, en Gran Bretaña, en Holanda, en Francia, en Italia. La derecha latinoamericana está estancada, superada por los tiempos, y sus cofrades de vanguardia están al norte del planeta.

Las posiciones más firmes contra la globalización, considerada por una parte de la izquierda como el imperialismo moderno y postmoderno, son de Donald Trump, los partidarios del Brexit, Marie Le Pen y otros. Esos son verdaderos nacionalistas a ultranza, promotores de fronteras seguras, de defender a sus industrias nacionales y de arrinconar el libre mercado y el libre cambio. 

Los que se baten a brazo partido contra el establishment son ellos, enarbolando su espíritu emprendedor, sus banderas de desigualdad, libertad controlada y limitada y de nula fraternidad. Ellos quieren entusiasmar a las masas desposeídas, desocupadas, y darles una épica nacionalista, racista y proyectarlas en la nueva historia.

Son ellos, los derechistas revolucionarios, los que están construyendo sus verdades transformadoras, propias, emocionales y lo más alejadas posibles de esta realidad que les resulta insoportable. Y las repiten hasta el cansancio para que penetren a como dé lugar en las cabezas de los incrédulos. Si estas prácticas llamadas elegantemente "posverdad" o "verdades alternativas" les resultan a ustedes vagamente parecidas a otras "porverdades" utilizadas en el pasado, hace algo más de 70 años por el nazismo, no es pura casualidad.

La derecha revolucionaria no está para perder el tiempo interpretando el mundo, sino para cambiarlo rápidamente y radicalmente.

La historia actual es un extraño batido que nos desconcierta bastante a quienes venimos de prolijas culturas, donde cada cosa, cada nación, cada clase, tiene su colocación en la fila y se comporta con cierta prolijidad. Tomemos un ejemplo: Vladimir Putin.

Es sin duda el macho alfa de la manada revolucionaria, logró algo impensado antes de la caída del muro y mucho menos después del derrumbe: logró participar y decidir en la elección del presidente de los Estados Unidos de América. Cada nueva investigación del FBI lo confirma. ¿Hay algo más bizarro?

Pero rasquen un poco y verán que, no tan en el fondo, a los comunistas o ex comunistas y a muchos izquierdistas Putin les despierta una cierta simpatía.

Los holandeses que son dueños de las más grandes empresas de tecnología electrónica decidieron contar los votos, retrocediendo a julio de 1946 cuando fue elegido Louis Beel como primer ministro, y 69 años después volvieron a contar los votos uno por uno y a mano por temor a que los rusos influyeran de manera decisiva en los resultados... ¿Llegamos a valorar lo insólito de la situación? ¿Después de esto, quien estará libre de este peligro?

Afortunadamente en Uruguay no corremos ese peligro, seguiremos imprimiendo 40 millones de listas y contando los votos uno por uno cuatro veces para estar seguros que no hay que levantarse en armas con las tacuaras en ristre.

Ojo con creer que se trata de un entrevero en las elites. En algunas encuestas en diversos países, gente que se declara de centro izquierda, e incluso de izquierda, dice estar dispuesta a votar por los nuevos "revolucionarios". Y los votan, la base electoral de Trump en EE.UU. es la clase obrera industrial...

Para contrabalancear estas novísimas corrientes de la derecha en diversos países hay partidos que se proclaman de izquierda, pero ocupan sin duda alguna las más sólidas y firmes posiciones conservadoras y antiprogresistas. No solo en Corea del Norte, donde el gordito Kim Jong-un invoca a los trabajadores, al pueblo y a sus progenitores, y es el último en una dinastía de sátrapas que ultraja la memoria y el presente de la izquierda verdadera. Y en realidad ultraja a la humanidad.

En nuestras latitudes, ¿qué tiene de izquierda, de socialismo del siglo XXI o de algo de progresismo el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela? Tirando las sumas, no hay progresismo político, ni social, ni menos económico o institucional en ese camino tortuoso plagado de corrupción del actual gobierno de Maduro, apoyado cada día más en las bayonetas.

El mayor cambio fue sustituir una oligarquía petrolera histórica por una burocracia cívico militar petrolera, tan o más corrupta que en el pasado.

¿Qué tiene de revolucionario en mantener el poder a toda costa y, sobre todo, impidiendo que el pueblo se pronuncie democráticamente? Nada en ninguna parte de la tierra.

¿Qué tiene que ver con Sandino y los verdaderos sandinistas la dinastía de los Ortega en Nicaragua?

Si la derecha revolucionaria pudiera o si logra avanzar en sus proyectos, ellos también tratarán de promover cambios institucionales que les permitan perpetuarse en el poder. En eso también quieren copiar algunas tradiciones "revolucionarias".

Y a pesar de todo, de este gran entrevero, y como dijo el genio de Galileo Galilei: "e pur si muove".