Faltan datos importantes para completar el análisis, que recién se conocerán la semana que viene, según anuncian las autoridades del FA.
La semana pasada estuve en una actividad organizada por Fundación Propuestas sobre la inseguridad. Fue muy interesante y polémica. El Partido Colorado tiene en esa Fundación un peso fundamental.
Compartí una de las mesas con el Dr. Alvaro Garcé y el Dr. Guillermo Maciel. Luego de las intervenciones de representantes de la sociedad civil (sindicato de policías de Montevideo y asociaciones civiles de víctimas del delito) y de juristas, la nuestra fue una mesa política. Además de conocer otras opiniones, cosa que me resulta siempre interesante y que aporta datos y visiones diferentes, creo que el debate que abrió la convocatoria del presidente Tabaré Vázquez es bueno que tenga el correlato de otros ámbitos de intercambios plurales de ideas.
Voy a tratar de resumir mi posición.
Antes quiero dejar constancia que las intervenciones de las dos representantes de las asociaciones de familiares de víctimas del delito, además de los aspectos humanos, del dolor intransferible y terrible, demostraron un nivel de civilidad, de sensibilidad y de compromiso democrático que quiero resaltar. Un motivo más para reafirmar mi condición de uruguayo.
Tenía que hablar 15 minutos sobre el tema más debatido en la actualidad en la política y en la prensa nacional.
No hay ningún otro aspecto, hecho o proceso que haya influido de manera más negativa en la vida de los uruguayos en las últimas décadas como la inseguridad. En los aspectos más diversos, en las formas de la vida cotidiana, en la sensación de que todos estamos en una lista de espera prontos a recibir en nosotros o a niveles muy próximos ataques delictivos de diversa entidad y gravedad y en las costumbres personales, familiares y sociales. Empeoró nuestra calidad de vida notoriamente.
Es uno de los factores más evidentes de la desigualdad social, etaria y en las causas y las áreas geográficas de reclutamiento de la delincuencia y en las víctimas. Basta ver la prensa para saber que la delincuencia se concentra en las zonas más pobres, aunque a veces le toque a determinados sectores más notorios y acomodados. Impacta en todos pero "privilegia" a los más débiles e indefensos.
Por eso mismo es el tema político y de gobierno más importante del actual momento y tiene del otro lado factores que operan para empeorar o mantener la situación en la cantidad de delitos y en la gravedad de los mismos: esos factores son la delincuencia organizada a través de la droga y a través de las fronteras y los sectores de la sociedad que aceptaron e incorporaron el delito como una forma de vida, incorporando sus consecuencias, muertes, asesinatos, presos, reclutamiento y la creación y ampliación de una mentalidad de que el delito es una forma de vida, en cierta manera justificable y con su propia épica y relato social.
Si partimos de la gravedad de la situación, un país con 10.000 presos, la mayor proporción de toda América Latina, superados solo por Cuba, y con 900 funcionarios del Ministerio del Interior, la abrumadora mayoría efectivos policiales por cada 100.000 habitantes y un aumento constante desde hace muchos años del delito que ha tenido un estancamiento en los últimos meses, debemos asumir que no hay nada más importante y urgente que atacar desde todos los frentes este flagelo que compromete el presente y el futuro del país.
Cuando algo ocupa un lugar tan importante en la vida de un organismo, de una sociedad, de un país, la clave es elegir bien el diagnóstico y sobre todo las prioridades para enfrentarlo y derrotarlo. Una cosa es segura, no lo derrotaremos solo con la policía ni tampoco solo con políticas sociales. Es un problema y una crisis que requiere respuestas integrales. Elegir bien las prioridades es clave.
El principal problema que afrontamos y, que ha tenido un papel muy negativo en esta pendiente delictiva que vivimos desde hace años, es la burocratización de todo el sistema que los uruguayos disponemos para enfrentar a la delincuencia. Es mi opinión.
Mientras el delito tiene mecanismos estructurales que lejos de burocratizarlo lo mantienen en permanente renovación, cambio y adaptación, nosotros, el Estado, la sociedad nos hemos burocratizado a todos los niveles.
Definamos que es burocratización en este caso: es flotar movidos por las tendencias, es adaptarse a las situaciones, es reaccionar lentamente, es no arriesgarse, es no arrimarse a las fronteras, a los límites en todos los frentes del combate a la delincuencia, es parapetarnos detrás de las explicaciones y de los textos para no afrontar los retos y es además darle a esa burocratización una supuesta base ideológica. Liberal, de izquierda o garantista o como quieran llamarla. Algunos utilizan la justificación "filosófica" del sentimiento de culpa ante la pena a los delincuentes o ante las carencias sociales que impulsan al delito.
Aquí hay que volver a poner en el centro el interés de la sociedad, en primer lugar y de las víctimas en segundo lugar, en algunos aspectos al mismo nivel. Las garantías hacia los delincuentes muchas veces son una coartada. Son una burocratización del derecho y de las herramientas de una sociedad para defenderse de un delito cada día más peligroso y agresivo.
En el mundo de hoy la inseguridad es el tema principal. En los países centrales. En Europa, Estados Unidos, etc., es el terrorismo, en América Latina es la droga y sus estructuras. Una de las mayores preocupaciones de nuestros estados en esta región es que no se combinen y mezclen estos dos factores. Hay que prevenir, estudiar, hacer inteligencia, trabajar duro y desde ya ante esta posibilidad muy peligrosa.
La burocratización actúa a nivel de los cuerpos policiales, yo la he visto y la he criticado directa y concretamente. Cuando se anuncia que hay profesionales interesados a entrar en la policía por el nivel de las remuneraciones, yo me preocupo, porque hay que tener vocación, ser "canas" para poder construir fuerzas policiales eficientes, comprometidas y honestas. La plata es siempre el otro combustible de la burocracia, todo se arregla con más plata. Falso.
La burocratización no se resuelve con mejor equipamiento y tecnologías, ni siquiera con mejor entrenamiento y formación, es una actitud, son liderazgos, es un sistema de conducción profesional de calidad. Estamos lejos y tenemos 30 mil funcionarios del Ministerio del Interior y casi 30 mil funcionarios de la seguridad privada. Debemos ocupar los primeros lugares en el mundo en la relación habitantes policías. España tiene 220 efectivos cada 100 mil y nosotros 900 policías cada 100.000 y los guarismos de delincuencia son mucho más elevados en Uruguay.
Burocratización a nivel de todo el sistema de Justicia, jueces y fiscales. Hay múltiples ejemplos, en las penas, en las libertades anticipadas, en caso bochornoso como el del violador serial de Rivera dejado en libertad por un fiscal que luego asciende hasta ser Fiscal Nacional de Menores. Veremos cómo termina la correcta medida de la Fiscalía de Corte de iniciar una investigación esa será una prueba de fuego contra la burocratización, en ese caso muy grave.
Burocratización en el poder legislativo, donde los tiempos de las nuevas leyes, de la sensibilidad ante los nuevos procesos, no se corresponden con los más elementales tiempos de la gente, de la inseguridad. Ahora 3 de los 4 proyectos enviados por el gobierno y acordados entre todos los partidos han merecido la aprobación del senado, veremos cómo sigue todo el proceso parlamentario.
La burocratización se combate con una batalla ideal, social, política, legislativa, institucional, en el discurso y desde los diversos ámbitos de una sociedad. Pero las responsabilidades no son iguales, ni podemos refugiarnos en la siempre presente "batalla cultural" que muchas veces sirve para justificar la inacción y la lentitud paralizante.
Hay que jugársela, hay que cambiar, hay que proponerse un choque, un shock contra el delito, pero constante, evolucionando y mejorando en forma permanente.
Uno de los mayores aportes del nuevo Código del Proceso Penal es que le da un papel relevante a las víctimas de los delitos. ¿Y saben ustedes los que nunca serán burocratizados en la lucha contra la delincuencia? Las víctimas, hasta ahora doblemente víctimas de los delincuentes y de un sistema que los excluye y abandona y los deja inermes ante lo que han sufrido.
Y la prioridad, la gravedad de las penas en serio deben apuntar al corazón del delito, hacia el delito organizado, es decir en primer lugar hacia las drogas y todo su sistema anexo de apoyo, logística, crimen, lavado de activos y complicidades con corrupción mediante.
Hay demasiadas e inexplicables preocupaciones por los delincuentes de la droga. Hay que ser más implacables, más duros, más inflexibles, más eficientes y llegar hasta los límites de las leyes que nos rigen y que deberemos cambiar y adecuar a las nuevas formas de la delincuencia de manera constante.
La droga es el único delito (junto con la trata) que deja un excedente para ser reinvertido necesariamente en la creación de redes, de bandas de asesinos, de bocas de expendio, de corrupción y de avance territorial y social sobre determinadas zonas y sectores.
Hay que combatir en serio las causas del delito, no solo por el delito, sino porque se basan en la fractura social, en la desesperación, en la pobreza y la incultura y no todos los que sufren estos flagelos son delincuentes ni mucho menos, muchas veces son precisamente las dobles víctimas: es allí donde tratan de reclutar para lo peor las organizaciones mafiosas y, el mayor porcentaje de víctimas de la delincuencia son pobres.
Lo que la sociedad uruguaya no puede hacer es seguir diagnosticando, explicando, discutiendo, necesitamos respuestas acordes a la gravedad del tema.
El dialogo interpartidario convocado por el presidente es un paso importante, no lo malogremos.