Quizás porque nuestro tamaño pequeño en medio de dos gigantes nos obligó a buscar nuestra propia originalidad, diferente y distante de nuestros riesgosos vecinos.
Lo cierto es que nosotros, los uruguayos, muchas veces y en muchos sentidos, nos hemos sentido excepcionales, diferentes en cuanto únicos con respecto a un conjunto de sociedades, países o Estados cercanos.
No dejamos de actuar de esta manera cuando analizamos los años negros de la dictadura. En efecto, rápidamente se construyó un "relato" sobre la dictadura que, también, buscaba la diferencia con lo ocurrido al otro lado del Río de la Plata.
Acá la dictadura acató el resultado de un Plebiscito, allá tuvieron que perder una guerra para que la dictadura cayera. Acá se negoció la salida mediante el diálogo entre partidos y Fuerzas Armadas.
Allá decenas de miles de desaparecidos, acá apenas un ciento; allá la barbarie desatada tenía por objeto la aniquilación del enemigo, acá los procedimientos supuestamente tenían límite y las muertes eran el resultado de "excesos" en la tortura. Allá los "vuelos de la muerte" eran sistemáticos y formaban parte de los procedimientos establecidos, acá no habían existido estas acciones.
Pues bien, como las fichas de un dominó, una a una y poco a poco, cada una de estas supuestas excepcionalidades han ido cayendo de manera rotunda.
Hace ya unos seis años nos enteramos de que también las Fuerzas Armadas uruguayas realizaron vuelos para el traslado clandestino de detenidos. No se ha comprobado que durante estos vuelos se hayan ejecutado personas, pero lo cierto es que los integrantes de uno de los vuelos figuran hoy en la lista de personas desaparecidas.
Como se sabe la aparición de los restos de Julio Castro fue la prueba de que también en Uruguay se ejecutaron personas. Estamos hablando de un maestro de 68 años cuyo único delito fue haber pensado y sostenido posiciones contrarias a las que sostenía la dictadura, y haber ayudado, dentro de sus posibilidades, a que otros conciudadanos huyeran del país.
No soy quien para hacer una semblanza de Julio Castro, no tuve el gusto de conocerlo, pero he sabido de su aporte intelectual a la mejora de la educación y a la construcción de un pensamiento de izquierda abierto e independiente acompañando el camino de Carlos Quijano y su imperecedera prédica desde el Semanario Marcha.
Lo cierto es que a Julio Castro lo ejecutaron sin que siquiera se tratara de un enemigo en armas.
Es que cuando se desatan los "monstruos" y se da rienda suelta a los peores instintos, aquí y en cualquier parte del mundo, emergen las cosas más horrendas que uno pueda imaginar.
Y no hay excepcionalidades que valgan, los torturadores uruguayos no han sido "más humanos" que los de otros regímenes autoritarios atroces; la malicia desatada tras la represión siempre es horrenda, aquí, allá o más allá.
La pérdida total de la humanidad, la vertiginosa y gravísima sensación de impunidad y omnipotencia, el sentimiento de aquel que se cree dueño de las vidas de otros, la pérdida de sensibilidad, el horror convertido en cotidianeidad, va generando el "monstruo" que un día ya no tiene retorno. Y contra esa horripilante degeneración no hay vacunas, ni hay excepcionalidades que valgan.
En Uruguay, mal que nos pese, en la vieja Suiza de América, ocurrieron las mismas barbaridades que han ocurrido en cada país en que se tiran abajo las libertades y se alientan y promueven a los cuadros represivos del Estado. Ni más, ni menos; tan igual y tan sórdido como en cualquier parte del mundo en que se acallan las voces por la fuerza.
En todo caso, esta es la gran lección final que nos deja el maestro Julio Castro, la barbarie es siempre barbarie, acá y en cualquier parte del mundo. No hay excepción que valga.
Escribe Pablo Mieres
La barbarie es siempre barbarie
Parte de nuestra cultura nacional consiste en reivindicar nuestra excepcionalidad. Quizás porque durante décadas nos sentimos "la Suiza de América", quizás porque nuestra estructura social no posee un componente indígena relevante, quizás porque construimos un "welfare state" temprano en este continente o porque tuvimos una educación universal y laica o porque mantenemos un sistema de partidos fuerte y un funcionamiento democrático de larga data.
14.12.2011 09:01
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