Me propuse firmemente que estas primeras Navegaciones del nuevo año eludieran el tema político más directo. Me cuesta. La semana que viene de regreso de las vacaciones, voy a entrarle duro en Bitácora con las candidaturas a la presidencia de la izquierda y en Montevideo.comm. Ahora divaguemos.
Hace dos noches que no duermo. Por chambón, por no organizarme bien en materia de medicamentos. Fue una experiencia particular: el insomnio. No el casual, el de una noche por accidente, por preocupaciones, por desvelos de todo tipo, sino el insomnio estructural, es una experiencia que quiero compartir con ustedes, en homenaje y muestra de sensibilidad hacia los que padecen este trastorno de forma reiterada y constante.
Es una experiencia única y dura. Yo conocí noches en vela por diversas razones, pero todas tenían una explicación, un motivo, en este caso es la falta de sueño porque no podemos de ninguna manera convocarlo, no hay forma de contar ovejas, de recorrer laberintos, de recurrir a recuerdos placenteros. Nada, allí estamos con los ojos abiertos, con las sábanas hechas un papel de lija, con los objetos conocidos que nos rodean cambiando de aspecto, transformados en compañeros de una espera interminable.
Se ensayan todas las estrategias conocidas, se inventan historias, se hacen prolijas reconstrucciones, se deja vagar la mente y siempre se retorna al mismo lugar, ese lugar en la cama, cada instante más caliente, más agobiador y más ilusorio. Porque eso es lo que crece hora tras hora, la sensación de transporte hacía otra realidad que la habitual.
Lentamente, hora tras hora, noche tras noche le cambian las perspectivas a las cosas, la falta de sueño no es sólo una carencia fisiológica, es algo más complejo, es la conciencia del límite de nuestra voluntad, de nuestras fuerzas para imponerse al propio cuerpo, y llegado el momento incluso al alma.
Las estrategias personales deben ser infinitas, adaptadas a cada aventura noctámbula, caminar, leer, pensar, imaginar, tomar agua, contar todo tipo de animales, incluidos los humanos, pero si uno tiene un buen y fiel insomnio, no hay caso, allí está él para acompañarte, para llevarte de su delicada pero potente mano por una larga noche de vela. Si hace calor todo se hace más pesado, tropical, torrencial e interminable.
Creo que de las noches de insomnio deben haber salido algunas de las ideas creativas más locas, más imaginativas, menos luminosas y más humanas. Es un buen momento para crear sobre todo y en particular sobre el amor. La oscuridad y el desvelo han sido siempre compañeros del amor, de las pasiones y naturalmente de otros itinerarios menos románticos.
Me compadezco de mis congéneres que sufren de insomnio permanente y que han llegado a agotar los instrumentos químicos para dormir. Yo por suerte con media pastilla, que ahora no tengo por chambón me duermo como una piedra.
De todas maneras fueron dos noches productivas, en medio de los divagues hice muchas cuentas políticas, analicé varios escenarios posibles con más detenimiento y prolijidad y seguramente reaccionaré de la misma manera de siempre con un poco de cabeza y mucho de estomago y tripas. No hay insomnio que pueda.
El otro aporte de mis noches con el dos de oro por compañía fueron a mi inspiración literaria, porque ahora que le agarré el gusto a la novela y las Viudas Rojas me miran desde los escaparates de las librerías, voy a insistir y en dos noches terminé de redondear una nueva idea que me venía atormentando y exultando desde hace tiempo. Ahora ya sé, cuando necesite inspiración, me insomnio y pronto.