En efecto, en estos días se ha conocido una carta abierta que defiende la construcción de una nueva planta de celulosa en Paso de los Toros, aunque alerta sobre los posibles efectos negativos en Montevideo, a causa de las reformas en el ferrocarril y el puerto.

Esta carta está firmada por un amplio abanico de personas, desde el ex intendente y hoy edil, Mariano Arana al historiador Gerardo Caetano, desde el economista Alberto Couriel al intelectual Hugo Achugar.

La misiva presenta una cuestión de enorme importancia al llamar a un “amplio e inclusivo debate sobre el impacto de las acciones proyectadas y sus alternativas posibles”, enfocada específicamente en la “necesidad de proteger el patrimonio que configuran la Bahía de Montevideo, el Cerro y el paisaje portuario, así como de preservar la conectividad interna de la ciudad y el acceso público al borde costero de la Bahía”.

Todo eso está muy bien. Aunque nadie sabe bien cuáles son los proyectos concretos del gobierno, todo parece indicar que se potenciará a la red de ferrocarril hacia Montevideo, y que dado el enorme volumen de celulosa a transportar, esto tendrá unos efectos muy importantes. Ante ello, la nota llama a discutir las opciones. Ese reclamo deja en evidencia que, por ahora, no ha existido un debate abierto, amplio e inclusivo, lo que se corresponde con la realidad que todos observamos, donde prevalece el secretismo del ejecutivo y de los empresarios.

Pero la carta también deja en evidencia un clásico problema uruguayo: el énfasis está en Montevideo y nada se dice del interior. Su preocupación es la capital, repitiendo otra vez el centralismo montevideano, y olvidando lo que sucede en otras regiones del país. ¿O es que esa hilera de trenes no tendría efectos en otras grandes ciudades de Canelones, así como en otros sitios desde la capital hasta Paso de los Toros? ¿Existió en los departamentos del interior algún debate que fuera “amplio e inclusivo”?  ¿Los vecinos de otros parajes tienen información sobre los planes concretos?

Esa carta abierta hace muy bien en reclamar un debate, pero a la vez exhibe mucha certeza capitalina. Los firmantes están seguros, no tienen dudas, y saben que el emprendimiento dinamizará la economía, generará puestos de trabajo, mejorará la infraestructura. Es más, escriben claramente que tienen la “certeza” que los procedimientos de fabricación “respetan íntegramente las condiciones ambientales” nacionales e internacionales.

Tanta certeza es sorpresiva ya que los detalles del proyecto no se conocen. Nadie sabe cómo será realmente la fábrica, cuáles serán las tecnologías a utilizar, los volúmenes de procesamiento y de insumos, de dónde se tomará el agua y hacia dónde se arrojarán los efluentes, los gases que se emitirán, etc. De la misma manera, la nota olvida que en las otras usinas de celulosa que están en funcionamiento en el litoral del Río Uruguay, han ocurrido infracciones (que el propio Ministerio del Ambiente ha sancionado); por eso, insistir en la “certeza” olvida nuestra propia experiencia sobre la materia.

El balance económico final real también es desconocido; calcularlo implicaría saber realmente cuál será el monto de la inversión de la empresa, de ese dinero cuánto quedará en Uruguay y cuánto van a parar a los países que proveen las maquinarias; a todo eso habrá que restarle los fondos que el gobierno central, las intendencias y la sociedad, le traspasarán de vuelta a la empresa por medio de subsidios explícitos o implícitos. Las cuentas que ahora se hacen para las otras plantas de celulosa que ya están en operación muestran que la ganancia neta para el país es muy discutible. Tal vez los que redactaron la carta tengan información concreta sobre los detalles del futuro proyecto en todos estos aspectos; sería muy bueno que la compartieran.

La misma limitación de falta de información se repite con los dichos sobre la repotenciación del ferrocarril desde Paso de los Toros hacia Montevideo. Hasta ahora no son públicas las ideas concretas ni hay documentos precisos.

Los más desinformados en todas estas cuestiones son los vecinos del interior. Entonces, si en esta carta montevideana se reclama, por ejemplo, la protección del “patrimonio” de paisajes, conectividades y acceso público, sin duda los mismos problemas se repiten en el resto del país. Allí también existen enclaves patrimoniales, paisajes que deben preservarse y la necesidad de conectarse.

Este centralismo montevideano aparece una y otra vez en los temas de ambiente y desarrollo. Es como si la capital olvidara al resto del país, incapaz de reconocer que esos recursos naturales que sostienen su economía se originan allí en el medio rural, en la “campaña”, y que por ello es en esos lugares donde más se sufren los impactos ambientales. Ojalá que en la discusión de este enorme proyecto de una nueva planta de celulosa se atienda debidamente las opiniones y necesidades del resto del país.


El texto de la carta está en: https://www.change.org/p/opinion-publica-mejor-ciudad-y-mas-ciudadania