Los resultados del domingo encierran cierta lógica y sabiduría. En primer lugar marcan un inexorable segundo mandato del Frente Amplio (FA), liderado esta vez por José Mujica, apoyado en una estrechísima mayoría parlamentaria. Privar al FA de un segundo mandato hubiera sido un castigo demasiado duro con un gobierno que ostenta buenos resultados y altísimos índices de popularidad. Regalarle un triunfo en primera vuelta y con una mayoría holgada, hubiera sido un premio demasiado alto para un candidato errático y contradictorio. Pero las urnas también consagraron el resurgimiento del Partido Colorado, un antiguo protagonista de la vida nacional que algunos daban por muerto, y un duro revés para el Partido Nacional.
Al menos con respecto al FA, el electorado parece haber actuado con cierto sentido de equilibrio y prudencia. El oficialismo sale con un poder debilitado en relación al que la ciudadanía le confió en el 2004. Lo que no resulta fácil de entender es por qué la cúpula y el pueblo frenteamplista interpretaron que el resultado trascendido el domingo de noche (entre 47 a 48% de los votos aunque sin mayoría parlamentaria) no era motivo suficiente para festejar. Quizás debamos remontarnos a los tiempos de Homero, y recordar el "pecado de hibris".
En La Ilíada, el rey Agamenón priva a Aquiles de la parte del botín que le correspondía por sus esfuerzos, prisionero de una pasión exagerada. Hibris es una desmesura del espíritu, propia del orgullo y vanagloria, que suele traducirse en el desprecio por la integridad del otro, y que los dioses de la mitología griega castigaban severamente. Los frenteamplistas, que conquistaron las calles desde temprano, se quedaron sin festejar el domingo de noche por no aceptar que el botín era compartido.
Con su lógica inapelable, las urnas no dejan de expresar cierta ambigüedad. Aun triunfador, el FA ya no puede decir que lo votó más de la mitad de la ciudadanía, y sin embargo, el resultado de los comicios marca un crecimiento territorial de la izquierda altamente significativo, convertida ahora en mayoría en departamentos como San José, Colonia, Río Negro y Soriano.
Más allá de los números, parece claro que hay algo en la sensibilidad política de la ciudadanía que la candidatura presidencial nacionalista no logró interpretar y que llevó al FA a conquistar la mayoría en once departamentos. En este caso, Hibris dejó un castigo demasiado severo para un partido que había cumplido con responsabilidad su rol opositor.
La Constitución no prevé qué pasa si se elige un presidente de un partido y una mayoría parlamentaria de otro, pero hay varias razones para pensar que eso no va a ocurrir. La presidencia de Mujica gobernará un país dividido en dos bloques: el frenteamplista, mayoritario pero levemente disminuido con relación al 2004, y el de la oposición, minoritaria en el Parlamento pero mayoritaria en la suma de voluntades ciudadanas. Los resultados del domingo, después de todo, encierran cierta lógica y sabiduría.