No voy a sumarme a la danza de cifras, porcentajes, deducibles y franjas. En estos días tendremos para aburrirnos. Quiero hablar desde otra perspectiva. Las diversas miradas que se pueden tener sobre los impuestos y sobre la economía nacional.
Cuando se habla de impuestos todos pensamos en nuestro propio bolsillo. Es obvio. La calidad de vida de cada uno de nosotros y de nuestras familias depende en buena medida del bultito que al principio del mes tenemos en el bolsillo. Y lo cierto es que los uruguayos salimos de la crisis afectados en muchas cosas pero sobre todo en nuestros sueldos y jubilaciones. Pero no sólo, también en nuestras deudas – bancarias y de las otras -, en nuestros ahorros, en el nivel de nuestras compras diarias y nuestras inversiones de todo tipo y en los servicios públicos que también forman parte de nuestra calidad de vida.
Otro de los azotes que nos golpeó con toda su fuerza fue el desempleo que impacta de muchas maneras, dejando a mucha gente sin trabajo, a los que se quedan trabajando los deja más desamparados e inseguros y al país con costos altísimos de su seguridad social.
Todos los elementos mencionados anteriormente tienen medidores, porcentajes de perdida o recuperación del salario y la jubilación, del consumo, el nivel de depósitos en los bancos, la morosidad en el sistema bancario y de las financieras y tarjetas y muchos otros indicadores. Hay un elemento que no puede manejar porcentajes, sino sensaciones, que sólo registran las encuestas de opinión pública: la perspectiva y la visión que todos tenemos de la economía nacional y personal. Todas las encuestadoras registran los índices más altos de confianza en la sociedad uruguaya sobre la situación económica nacional, desde que existen encuestas.
El IRPF fue presentado por la oposición como “Atila, el azote de Díos”, donde pisara nunca más crecería el pasto ni nada parecido. Caería el consumo estrepitosamente, la inversión, se paralizaría el crecimiento económico y vendrían otras plagas terribles. El gobierno siguió adelante y prometió que a un año de su aplicación revisaría el IRPF y sus resultados.
En el coro de los que pedían revisar el IRPF no sólo cantaban los opositores reclamando más, más rápido, sino que en las últimas semanas se sumaron las voces de parlamentarios del propio FA y naturalmente sectores sociales. Se cumplió el primer año de la reforma fiscal. ¿Y?
De todas las previsiones catastróficas que la oposición vaticinó no se ha cumplido una sola. Repito ni una sóla. Crecieron los salarios, las jubilaciones, el ingreso de los hogares, el consumo (de manera muy importante), las inversiones privadas, la importación de bienes de capital. Si cualquiera hojea los medios de prensa escrita, diarios o semanarios, incluso los más opositores, tienen al menos un par de páginas oficialistas, son los datos económicos. Ni ellos pueden negarlo.
Así que Atila por aquí no pasó. El gobierno pasado el primer año revisó la aplicación del IRPF y presentará de inmediato el proyecto de ley. La oposición – la misma que reclamaba bajar los topes etc etc etc – y cantaba a toda voz en el coro, ahora con la misma voz aflautada dice que son medidas con fines electorales. El ridículo en política se paga.
Si fuera con fines electorales el gobierno hubiera hecho como tantas veces hicieron ellos, blancos, colorados y rosados, hubiera ajustado los impuestos a ojo, sin el menor rigor y nos hubiera dejado a todos con un déficit fiscal que en todos los gobiernos anteriores fue de entre cuatro a cinco veces superior al del actual gobierno, que se propone al final de su periodo el equilibrio fiscal.
Los anuncios hechos en el día de ayer muestran que 170 mil contribuyentes no pagaran IRPF. Este es el dato más importante porque tiene un fuerte impacto social. Pero hay otros elementos, como la reducción de otra serie de impuestos que favorecen a la producción artística, al tráfico aéreo para que nuestro país sea un verdadero Hub de turismo, a la incorporación de tecnología y el desarrollo de praderas artificiales. Los cambios están hechos con la cabeza, con seriedad, sensibilidad y corresponden a las prioridades nacionales. Y eso es tener un proyecto.
¿A los comunes mortales, a los que viven del sueldo y la jubilación les importa el déficit fiscal, el equilibrio del gasto público, la estructura de la deuda externa, la solidez del sistema bancario? Estos elementos son la base para que el crecimiento de la economía sea hoy el más alto y sostenido de nuestra historia. Serán cinco años seguidos de crecimiento que implicarán que durante este gobierno el país producirá 40% más de bienes y servicios que cuando comenzó a gobernar. Nunca se vio en el Uruguay. Tasas de crecimiento de Asia, de Chile.
La desocupación por debajo del 7% que es lo que vaticina el Ministro de Trabajo al finalizar este año corresponden a niveles de inversión nacional y extranjera que tampoco nunca conocimos en el país. Y se vienen en los próximos días anuncios que tendrán más impacto que BOTNIA y que las papeleras.
Al finalizar este periodo de gobierno y a valores reales, es decir descontada la inflación los salarios y las jubilaciones habrá recuperado y en muchos casos superado la perdida luego de la crisis del 2002. Los educadores y funcionarios de la educación, los policías, la salud y otros sectores aumentaron bastante más que la media. Fue más de lo que con seriedad prometió Vázquez en la campaña electoral. Fuerte y claro. Y lo superaron. ¿Falta? Mucho, porque nos habían hundido en el fango a toda la sociedad y hay que seguir haciendo un enorme esfuerzo para repartir la torta con mucha más justicia.
El tratamiento de los impuestos tiene varias formas de encararse. La tradicional. Llegaba un nuevo gobierno, el anterior le dejaba un muerto (déficit) insostenible y la deuda externa creciendo y a los pocos meses aplicaba un ajuste fiscal a rajatabla. Ese sistema o mejor dicho ese desorden nos llevó a la crisis y al desastre, económico y social. El otro fue el que aplicó este gobierno: primero hizo algo elemental que estaba en el papel pero no se ejecutaba, que los funcionarios de la DGI no estuvieran de los dos lados del mostrador. Cobrando y asesorando a las empresas.
Segundo, estudió desde antes todo el sistema impositivo, un caos, de impuestazos, impuestos e impuestitos acumulados y sin orden alguno, los déficit acumulados y una deuda externa que nos colocaba en el segundo lugar en el mundo en la relación deuda PBI (sólo nos ganaba Turquía) Estudió todo porque todo estaba interrelacionado y diseñó un nuevo sistema tributario. Lo discutimos durante meses, se aprobó y en sólo un año cumplió con la promesa de mejorar su estructura, hacerlo más justo a través de mínimo no imponible, de las franjas y los deducibles. Tengan memoria uruguayos, tengan memoria y recuerden los anteriores gobiernos.
Y los hizo con una mirada a corto plazo, para que impactara en los sectores de menores recursos, más hijos y favoreciendo el núcleo familiar; a mediano plazo, no comprometiendo la sostenibilidad fiscal del crecimiento, de la inversión, del aumento del trabajo y de los recursos necesarios para las prioridades nacionales: educación, salud, seguridad e inversión pública.
Y lo hizo fiel a un proyecto nacional en construcción, al Uruguay productivo. Algunos distraídos de derecha e izquierda cada tanto se preguntan ¿donde está el Uruguay productivo? Muy simple: está en los niveles actuales de ocupación record en el Uruguay de hace muchas décadas, en los niveles de inversión, de incorporación de tecnología, en las exportaciones, en las importaciones de bienes de capital, en el aumento de las inversiones para la energía (pública y privada), las telecomunicaciones (pública y privada), en las construcciones de infraestructura en todo el país, en una lista interminable de proyectos industriales, de servicios, de tecnología. ¿Si ese no es el Uruguay productivo, que es?.
Hagamos los cálculos en nuestros propios e intransferibles bolsillos, pero además pensemos en los bolsillos colectivos, en los que compartimos todos y de los que dependemos todos, porque del crecimiento depende nuestros trabajo, nuestros sueldos y jubilaciones, nuestra educación, salud y seguridad. Y también las políticas sociales, que si al principio tuvieron que ser de “emergencia” para parar el desbarranque de la miseria, ahora ya tienen una mirada estratégica y con más profundidad.
Recuerden uruguayos, recuerden, cuando de los impuestos ni siquiera se discutían, nos caían en forma de ajustes para tapar agujeros negros que nunca se terminaron de tapar y que un día nos explotaron en la cara. En el 2002. Esa crisis la prepararon escalón tras escalón los anteriores gobiernos. No se hagan los desentendidos y le dejen todo el fardo a Jorge Batlle. Sobre todo Lacalle.
(*) Periodista. Coordinador de Bitácora. Uruguay