La política tiene una peligrosa tendencia a la solemnidad. Es cierto que tiene que ver con una materia seria y peligrosa: el poder y el poder refiere siempre a formas de dominio y por lo tanto de supeditación entre los seres humanos. No es cosa de broma. Sin embargo no hay ninguna actividad que de más material para el humor que la política.
Las revistas satíricas mas famosas del mundo siempre tuvieron y tienen un corazón político. El Uruguay donde hay una fuerte tradición de humor, de excelentes dibujantes no esta fuera de esa realidad. El mejor ejemplo es sin duda Peloduro. En nuestro país además debemos considerar el carnaval como el mayor encuentro (¿choque?) entre la política y el humor. Sin la política los conjuntos de carnaval non tendrían materia prima suficiente.
El humor, la sátira política en una gran diversidad de manifestaciones (literatura, grafica, radio, teatro, televisión, cine y hasta los graffitis asumen su posición desde fuera de la política, son criticas, tomadas de pelo, desacralizaciones del poder y sus alrededores. ¿En la política puede haber humor?
Los buenos polemistas, los grandes oradores y tribunos, los publicitas de la política también han hecho y hacen uso frecuente del humor. Desde una sutil referencia para criticar a los adversario o a si mismos (hay que ser muy buenos para esto...) hasta encarar las circunstancias de la vida, de un gobierno, sus rasgos mas resecos desde el humor.
Nos acercamos a las elecciones y todos – me incluyo – tenemos una tendencia a la solemnidad, a hablar desde la historia, desde gigantescas palabras altas como pirámides. Sin embargo el humor serpentea en la vida cotidiana de la política y de los políticos. Es un arma poderosa y destructiva. El ridículo y la mordacidad dejan heridas muy resistentes.
En cualquier reunión informal entre militantes o dirigentes políticos, amigos o adversarios el humor y las chanzas están siempre presentes. Incluso en el Uruguay que posamos de tan serios y circunspectos.
La política sin humor seria una cruz imposible de llevar. Hay momentos trágicos, circunstancias especiales que reclaman seriedad, cara de seriedad y palabras serias, pero hay que estar siempre prontos a utilizar esa veta que subraya ideas, le da sentido cotidiano y capacidad de comunicación: el humor.
Imaginemos por un instante una política sin humor. Seria insufrible. Aun en los momentos de crisis, de grandes tensiones es necesario apelar a esa sutil e inteligente capacidad de ver la otra cara de los hechos y de la realidad.
El humor puede tener defectos muy grandes, ser forzado, superficial, chabacano, se nota y es una fuga y no parte del gran juego. Hay programas de televisoras vecinas que de tanto juguetear con el humor en complicidad con algunos políticos, lograron banalizar cosas demasiado importantes. Por ejemplo la corrupción.
La sátira ayudo a derribar mitos, imperios, reinados y dictaduras. Difícilmente sea un arma para los usurpadores, para los prepotentes. Pasquino fue clave para destruir el reinado de los papas reyes. En Roma está la mas famosa de las estatuas parlantes, a sus pies y sobretodo colgado de su cuello se colocaban cartelones con versos satíricos contra personajes de la época y sobre todo contra los papas-reyes.
La estatua es un pretexto pues es en realidad un fragmento bastante maltratado de origen griego, incluso algunos estudiosos consideran que se trata de Menéalo sosteniendo e Patroclo moribundo. Momento trágico por cierto. La identidad de Pasquino se desconoce hasta nuestros días y difícilmente logremos develarla. El humor y el anonimato van muchas veces de la mano. El poder no es muy generoso con el humor. Los dictadores, los opresores carecen del sentido del humor.
Stalin, el padrecito de los pueblos tenia su propio y macabro sentido del humor según relatan algunos de los sobrevivientes de sus bromas. Cuando
se encontraba con algún ministro en un pasillo del Kremlin se detenía de repente para saludarlo y fingiendo cara de sorpresa le decía “Hey camarada, gusto saludarlo, pero, vaya, veo que aún usted no ha sido arrestado aún como lo ordene. Veré a que se debe el retraso. Buenos días” No creo que esas bromas la causaran mucha gracia a sus destinatarios.
Un maestro de la sátira con profundo contenido político fue sin duda Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo hay definiciones realmente destructivas: Político, s. Anguila en el fango primigenio sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada. Cuando agita la cola, suele confundirse y creer que tiembla el edificio. Comparado con el estadista, padece la desventaja de estar vivo.
Los uruguayos estamos en una contienda política trascendente que definirá muchas cosas, además de elegir al futuro presidente. Algunos auguran el retorno de Maracaná, otros esperan que el olvido los proyecte nuevamente a su propio pasado.
Por eso es interesante insistir en la definición de Bierce: Olvido, s. Estado en que los malos cesan de luchar y los tristes reposan. Eterno basurero de la fama. Cámara fría de las más altas esperanzas.. Lugar donde los autores ambiciosos reencuentran sus obras sin orgullo, y a sus superiores sin envidia. Dormitorio desprovisto de reloj despertador.
El humor hay que preservarlo a toda costa, tiene un peligro que nos haga a todos escépticos e insensibles, sobre todo con la política, por aquella terrible frase del gran historiador ingles Arnold Toynbee: “El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan” Y eso no es broma.
PD. Cuando había terminado esta columna, supe de la muerte de Mario Benedetti. Un referente fundamental de las letras y de la cultura uruguaya en sus diversas manifestaciones (novelas, ensayos, poesía, canciones, teatro, cine) y también de la lucha política en su expresión más amplia y noble. Es una enorme perdida mitigada por su legado al que podemos y deberemos volver muchas veces para seguir conociendo nuestra alma de orientales.
Benedetti, tenía un humor muy refinado, concepto que podemos situar en Mario en el punto medio entre la euforia y el pesimismo, como parte de un equilibrio ideal. Tomo como ejemplo sus artículos en Brecha y en La Mañana de los años 50 publicados bajo la firma de Damocles. El centro es naturalmente el humor político. En “El país de la cola de paja”, desde el título hasta su inconformismo por la resignación de los que le toman el pelo a la situación, al país gris, pero no aportan a modificar esa crítica situación material y espiritual en la que se precipitaba Montevideo, hay un humor negro y vital. Sus juegos de palabras e incluso algunas de sus poesías están llenas de ese humor.