Me despido por un mes, hasta el 3 de febrero, les doy un respiro a mis lectores y navegantes. A menos que... pase algo que me parezca importante. Valoro mucho esta columna en Montevideo Portal.
Mis mejores deseos para el año próximo.
Si les dijera que me pasaré todo el mes de vacaciones, mentiría. No porque no tenga ganas, pero en el fondo no me gusta, no puedo, la tensión política me mantiene vivo y con fuerza. Como no soy un operador político, sino un militante cotidiano, que le gusta militar, hacer cosas y sobre todo pensar y escribir, voy a seguir en funciones. Además el horno no está para bollos, ni para hacer la plancha.
En estos días se definirán nada menos que las candidaturas a las intendencias de todo el país y en especial en Montevideo y Canelones, y es un tema que política y prácticamente me interesa mucho.
Políticamente porque la intendencia de Montevideo es sin duda uno de los principales cargos electivos del país, Canelones es el segundo departamento pero, además porque yo vivo, quiero y admiro a Montevideo. Yo estoy enamorado de mi ciudad desde aquel lejano mes de enero de 1956 en que llegué por primera vez en un vuelo de CAUSA en un viejo y movedizo hidroavión. Tenía 8 años pero me acuerdo hasta de los detalles. Después volví a los 13 años.
Soy un propagandista perpetuo de esta ciudad y sus problemas y dificultades son un reto en el doble sentido, un desafío y un rezongo a todos los que tenemos que ver con esta ciudad elegante, ambiciosa, extendida, verde, multicultural, multiarquitectónica, playera, danzarina, candombera, pujante, nostálgica, respirable, bolichera, teatral, entre rockera y tanguera, a veces gris y otras luminosa, ventosa y soleada. Y una lista interminable de adjetivos.
Admito que los que amamos nuestras ciudades, de nacimiento o de adopción, somos capaces de encontrarle muchas virtudes y así alimentar y justificar nuestra pasión.
No voy a repetirles una vez más lo que pienso sobre lo que se ha hecho y lo que falta para darle un nuevo impulso a Montevideo, los aburriría. Es demasiado repetitivo y hasta evidente.
Lo cierto es que el 10 de mayo elegiremos intendente. Y dura cinco años. Una eternidad en estos tiempos de cambios veloces, atropellados y muchas veces irreversibles.
Por otro lado nos separan dos meses de la asunción del nuevo gobierno y en este periodo se definirán muchas cosas.
Me voy a concentrar en un concepto que tiene mucho que ver con esta temporada estival: la plancha, el dejarse mecer por las olas y arrastrar por las corrientes. Es el mayor peligro de todo gobierno.
En algunos casos es una actitud ideológicamente asumida, cuando el mercado es inexorable, cuando los vientos externos son considerados el vector de toda la economía y la sociedad uruguaya, hacer la plancha no es una opción, es una política y lo que se hace es básicamente adornar la flotación.
En la izquierda y luego de 10 años de gobierno las asechanzas son diferentes y en algunos casos de signo opuesto. Podemos dejarnos llevar por lo que hicimos hasta ahora, conformarnos, propagandear y publicitar nuestros resultados machaconamente y poco más. No creo en absoluto que esta sea la actitud del futuro gobierno de Tabaré Vázquez. Pero existe una visión que puede parecer opuesta, creer que todo se resuelve con más plata, más presupuesto, más recursos. Acostumbrarnos a que los reclamos no tienen límites y que la redistribución de la riqueza es simplemente un ejercicio de tironear de la colcha.
No ha sido esta la clave de nuestros avances. Hay que tener rumbo, establecer prioridades, asegurar la mejor gestión de los recursos humanos, materiales y financieros y bracear duro contra las olas. Porque gobernar es afrontar las olas.
Navegar es necesario porque el crecimiento con mayor justicia social, con más derechos, con más libertad es siempre vencer resistencias, comodidades, poderes de diversa dimensión y fiereza. Nunca se avanza a favor de las corrientes.
Hemos conquistado en estos 10 años muchos derechos. ¿Hemos asumido proporcionalmente nuestros deberes? El cumplimiento de nuestras obligaciones laborales, educativas, cívicas, sociales, de convivencia y respeto no son un adorno, una opción o son imprescindibles para un país que quiere desarrollarse en serio y en forma constante. Y agrego nuestras obligaciones generales y personales con el medio ambiente.
También se puede hacer la plancha desde el periodismo, en particular desde el periodismo de opinión. Una cosa es apoyar con entusiasmo al gobierno y otra cosa es decirle a todo amén. No lo hice y no lo voy a hacer, sería mi despreciable forma de hacer la plancha.
Hacer la plancha desde el gobierno o desde los gobiernos departamentales y municipales es un grave error, pero también es muy malo a nivel individual. El desarrollo con justicia social del Uruguay se juega también en la actitud de todos nosotros todos los días. No solo el día de las elecciones. Y nos falta mucho, aunque a algunos les falte mucho más que a otros.
Hace 10 años teníamos un PBI de menos de 5 mil dólares por habitante, hoy superamos los 16 mil dólares y nos proponemos llegar a 20 mil y mejor distribuido. Eso se logra con políticas públicas, con inversiones y riesgos privados, y con mucho trabajo, estudio, investigación y civilidad por parte de todos.
Hace 10 años enfrentábamos olas muy altas en un barco enclenque y averiado, en estos próximos cinco años enfrentaremos olas diferentes, aunque muy complejas, algunas materiales, otras que nacen en el fondo de nuestras almas y debilidades humanas, como la violencia, como la irresponsabilidad, como la mezquindad, como el egoísmo.
Pudimos avanzar en medio de aquellos mares tormentosos y si desterramos la plancha, podremos alcanzar nuevas metas, nuevos puertos y como siempre en busca del puerto imposible e inalcanzable de la utopía. No de la utopía como coartada y explicación de los fracasos y las debilidades teóricas y políticas, sino como proyecto de un mundo y por lo tanto en primer lugar de un país mucho más justo, más vivible, más humano.