Las elecciones de los representantes sociales en el directorio del BPS tuvieron un par de situaciones sumamente alentadoras para el espíritu democrático y republicano del país. Una de ellas es el altísimo guarismo de ciudadanos que se resistieron a votar a los representantes del establishment sindical y empresarial que comparecieron como candidatos únicos. La otra es la actitud del funcionario Pedemonte ante la rabieta del presidente Mujica por no poder votar.

Las cifras son tan contundentes que varios dirigentes políticos ya se mostraron dispuestos a reformar la legislación. Así, mientras entre los activos el ganador apenas arañó el 50% de los votos emitidos (frente al 48% de votos en blanco y anulados, apenas diez mil votos menos) entre los empresarios la situación fue todavía más abrumadora. La candidata única fue "derrotada" por la suma de quienes decidieron no votarla, doce mil voluntades más que totalizaron el 54% de los votos. Si se calcula la cantidad de votos contrarios a las candidaturas únicas entre trabajadores y empresarios, el porcentaje trepa hasta el 49,6% de los votos emitidos en los dos órdenes.

Lo significativo del caso es que el voto castigo no tiene que ver con la gestión del BPS, que aumentó en el último período las prestaciones y beneficios de sus afiliados, al tiempo que lograba un mayor nivel de formalidad y recaudación, acompañando el crecimiento de la economía. A pesar del reparto y la buena gestión, la mitad decidió emitir un voto castigo ante unas elecciones que, habiendo sido establecidas para aumentar la participación social, adolecieron de fallas insalvables para la cultura democrática del país. Definitivamente, los uruguayos conocemos la diferencia entre votar y elegir, sobre todo si los comicios son obligatorios.

En el sistema político ya se escucharon voces a favor de una reforma del régimen para elegir los representantes sociales del BPS, tal como sugiriera en reiteradas oportunidades el propio directorio de la institución. Claro que desde la presidencia se manifestó la pretensión de que cese la obligatoriedad y no tanto que se facilite la multiplicación de las opciones electorales, como aconsejaría una buena práctica democrática.

Pero la jornada fue coronada por la actitud del funcionario Pedemonte ante la rabieta del presidente por no figurar en el padrón electoral. Sereno y firme, el ignoto funcionario de la Corte, le explicó al primer mandatario que esto es una República y que por más que se queje y patalee ante las cámaras de televisión, si no está en el padrón, no puede votar. Una lección de civismo y buena educación. Lo peor llegaría más tarde, cuando el presidente del BPS, Ernesto Murro, dijo que la secretaría de Mujica conocía esta situación desde diciembre pasado.

El pueblo uruguayo ha dado sobradas pruebas de su espíritu sereno y democrático. El doble sartenazo del domingo pasado, el del resultado y el de Pedemonte, debería mover a la reflexión al sistema político y a las elites de poder.