La convocatoria para confirmar con el 25% de la voluntad de los ciudadanos la realización de un referéndum sobre la ley de despenalización del aborto fracasó. Los porcentajes importan, no se alcanzó ni la mitad de los votos necesarios, apenas un 8.88%.

Se discutió en los medios no solo ni principalmente sobre los aspectos legales, sino sobre el fondo del tema, sobre el aborto desde el punto de vista religioso, filosófico, médico, moral y político y desde los derechos de la mujer y del conjunto de la sociedad.
Esperemos que los convocantes al referéndum asuman plenamente el pronunciamiento ciudadano, con la misma tenacidad con la que se aferraron a otros resultados refrendarios.

Cuando se inician estas batallas políticas y con contenidos tan amplios, hay ganadores y perdedores, generosidades y miserias. Que cada uno haga sus propios balances.
Ninguna de las encuestadoras previó una participación tan baja. Es notorio que cuando los actos eleccionarios en Uruguay son voluntarios, es decir no obligatorios, como el domingo pasado, el margen de error se multiplica por mucho. Es un fenómeno que requiere de parte de estas empresas un enfoque dinámico y profundo. Lo cierto es que deberán ajustar sus mecanismos para estos casos, las diferencias son muy grandes.

La no concurrencia a las urnas es una de las opciones muy fuertes en este tipo de convocatorias electorales y todas las fuerzas políticas y sociales deben considerarla muy seriamente. Este es uno de los casos.

Predijeron que no se llegaría a los votos necesarios, pero nadie anticipó que no llegarían ni siquiera al 10% del cuerpo electoral. Reflexionemos…

Es notorio que la ley fue confirmada y que este es un triunfo de las organizaciones sociales, femeninas y las fuerzas políticas, el Frente Amplio, el Partido Independiente y figuras de los partidos tradicionales, que como Julio María Sanguinetti se pronunciaron en contra de esta convocatoria, y por fundadas razones. Un papel que quiero destacar es el de la presidenta del Frente Amplio, Mónica Xavier. Fue su primera gran batalla política de importancia y demostró inteligencia, equilibrio y principios.

Es –según obviamente mi opinión- un triunfo de la parte más avanzada, más liberal en el sentido de las libertades y derechos ciudadanos de la sociedad uruguaya, e incluso el mapa de los porcentajes de participación muestra nuevamente la distribución de esas fuerzas en el territorio nacional, con un papel fundamental para Montevideo. Aunque el referéndum perdió en todos lados.

Es un triunfo de las mujeres, en el sentido civilizatorio, es un paso importante, que supera el propio texto de la ley, como reafirmación de un camino de avances, de conquistas de derechos que viene de lejos y deberá seguir todavía un largo camino.
El día que se aprobó la ley sobre la salud reproductiva el Uruguay dio un paso muy importante, este domingo lo reafirmó, ante el resultado de las urnas. Ahora le ley tiene todavía más fuerza y valor.

Es una señal de que se pueden y se deben construir mayorías más amplias que las partidarias para batallas de este significado democrático y por los derechos y libertades.

Es además una lección que todos deberíamos aprender y atesorar. La división cruzaba en este tema los diversos partidos y sectores sociales con mil matices y sin embargo pudimos discutir serenamente, argumentar, opinar y expresarnos. Eso enriquece en serio la democracia.

Los propios convocantes al referéndum deberían considerar que el 91% de los uruguayos no le dio la espalda a la vida, no votó a favor del aborto, no abdicó de sus convicciones, simplemente mantuvo una ley en un estado laico y democrático y reconoció que la penalización del aborto fue un gran fracaso y que hay que dar vuelta la página.

El resultado del domingo no termina con la polémica, simplemente pasa a otro plano, que debe seguir y profundizarse. Pero la ley está plenamente vigente y debe aplicarse en todo el país.

El debate no seguirá ni debería seguir solo sobre el tema del aborto, sino sobre el uso del aparato del Estado y sus leyes para imponer determinadas convicciones religiosas, filosóficas o médicas. Es parte esencial sobre la construcción colectiva de las libertades.
La batalla por la salud de las mujeres, por sus derechos y los derechos de todos los uruguayos debe seguir en la agenda, con mucha fuerza, incluso el debate ético sobre el aborto.

No es cierto que perdió la vida, como algunos radicales convocantes al referéndum – no todos- quisieron instalar en el debate, dependerá de la aplicación plena del texto y del espíritu de la ley que se fortalezca la educación sexual adecuada y a todos los niveles, no solo como elemento de responsabilidad en la reproducción, sino como crecimiento en la salud pública y la cultura de nuestra sociedad.

Es un triunfo de esas mujeres y hombres que hace muchos años se baten con todas sus fuerzas por terminar con ese resabio, ese retroceso en nuestra legislación que imponía e impuso tantas injusticias sociales, tanta hipocresía en un tema muy delicado. Recordémoslos, porque detrás de las causas y las batallas, hay siempre luchadoras y luchadores. Tenaces, inteligentes, infatigables.

Tenemos que ensanchar al máximo el campo de los que aporten su esfuerzo por una maternidad responsable, por disminuir los abortos, por ayudar antes, durante y después a las mujeres que enfrentan esos dilemas y sus consecuencias. No se cerró una página, hay otra que se abre llena de posibilidades, de sensibilidades y de necesidades.

No tenemos que hacer nada para profundizar las diferencias que existen y hay que asumirlas, sobre este tema.

Hoy el Uruguay es un poco más democrático y libre.