Es un término totalmente uruguayo. Como botija o champión. Nació hace 38 años y se ha incorporado no sólo a la vida política, sino a la cultura, a los sentimientos sociales, a las pasiones y fervores orientales. A favor y en contra. Es una palabra que sacude.
En Uruguay ser de izquierda es casi un sinónimo de ser frenteamplista. Es en un 99%. No hay muchos países con esos porcentajes. Es además una identidad nacional. Así como tenemos el sistema de los dos partidos políticos más antiguos del planeta (como binomio) tenemos el frente o el partido de izquierda más representativo de la sociedad y más unitario.
Ser frenteamplista es obviamente una definición política, pero además tiene otras connotaciones. Teniendo una historia mucho más breve que los otros dos partidos que tienen 170 años de vida, nosotros tenemos nuestra propia tradición, nuestra épica, nuestros héroes, nuestros referentes, nuestros gobernantes nacionales y municipales, nuestros tribunos y nuestras leyendas. Hemos tenido nuestras propias fracturas y nuestras incorporaciones y crecimientos. Y nuestras equivocaciones.
No estamos detenidos en el tiempo, nosotros mismos hemos cambiado. Una parte muy importante de nuestra vida política y hasta social se ha desplazado del Comité de Base a toda una amplia gama de situaciones diversas. Nunca tuvimos tantos votos o intención de voto que superan largamente el millón de uruguayos y nunca tuvimos menos presencia en el movimiento. Es palpable. Un poco nos hemos aplatanado. Esperemos que las elecciones nos despabilen.
Lo cierto que la oposición y sobre todo el objetivo de reconquistar el gobierno a despertado un verdadero fervor blanco. Se ve en todos lados. Quieren y quieren. Y la historia está llena de buenos gobiernos que perdieron la sucesiva batalla electoral porque no fueron capaces de hacer política. Seguimos teniendo casi 20 puntos de diferencia entre el apoyo a nuestro presidente y la intención de voto.
Faltan 3 meses para las elecciones internas. Nos estamos movilizando, discutiendo, dialogando con la gente, inventando, arriesgando y aprendiendo a combinar la unidad con la diversidad en una campaña electoral hacia las internas. No es fácil.
No es fácil porque todos somos frenteamplistas pero hoy las diferencias son mayores que antes. No podemos ocultarlo. Son mayores por muchos motivos, pero sobre todo porque estamos disputando el gobierno. Y no es lo mismo que discutir de vías, de tácticas, de estratégicas, de ideologías, de caminos, aquí estamos hablando del poder desde el poder. Cosas que duelen y apremian.
Cosas que duelen no sólo a nosotros sino a todos los uruguayos, incluso los que se consideran totalmente alejados de la política. Al final de cuentas la política se ocupará inexorablemente de ellos. De sus condiciones de vida, de sus ingresos, su trabajo, de sus empresas y ahorros, de sus estudios y de algo más general y completo: su futuro nacional y personal.
Tenemos un pasado relativamente común. No todos venimos del mismo lado, ni al mismo tiempo ni con la misma reflexión. Todas son importantes, pero existen diferencias. Todos compartimos este gobierno nacional y ocho gobiernos departamentales, pero no todos hemos hecho el mismo balance, tenemos la misma visión y sobre todo hacemos las mismas propuestas. Ante las mismas preguntas, tenemos respuestas diversas. Y no es justo, ni es democrático que las ocultemos.
En definitiva si elegimos el camino de las elecciones para definir a nuestro candidato, es porque optamos por un camino del debate abierto y sincero para definir un tema muy importante. Ni siquiera tenemos la misma respuesta sobre una pregunta que no es electoral y no debemos permitir que la “tecnocratización” de la política nos la oculte. ¿Quién del FA está en mejores condiciones de ganar las elecciones de octubre? En realidad la pregunta es más compleja, más profunda para la izquierda ¿Quiénes componen hoy el bloque del cambio, cuales son sus prioridades, cuales son sus objetivos estratégicos?
Y es obvio que no tenemos las mismas respuestas. Algunos pueden creer que son solo chisporroteos electorales, yo creo que debemos tenernos más respeto y saber que los debates tienen una base y una densidad que corresponde a interpretaciones y a ideas diversas. Es parte de la vitalidad del frenteamplismo. ¿Es una prueba difícil? Si, no hay duda, no hay porque negarlo, es la primera vez que disputamos el gobierno nacional, desde el propio gobierno nacional, con un debate público y electoral dentro de la izquierda.
Hay mucha, mucha gente que se siente simplemente frenteamplista y que en algunos casos le gustaría que todo fuera más simple, menos ríspido, pero en definitiva tenemos que asumir una realidad que es nueva y distinta y que debemos integrar a nuestra práctica y a nuestra identidad.
Hay preguntas de fondo que tienen respuestas diferentes. Por ejemplo la relación con el actual gobierno. No todos la perciben y la sienten de la misma manera. Asumamos la realidad. Y esa visión diferente no es sólo ni principalmente una estrategia electoral, es una percepción diferente de la situación. Cuando un compañero candidato decide introducir en el debate insistentemente la negociación regional e internacional del secreto bancario, es una opción. Que tiene que ver con el futuro y también con el presente. Tiene impacto inmediato. Así suceden las cosas en el sistema financiero.
O cuando decide declarar que el le da “poca pelota a lo que dice el presidente” como hizo Mujica recientemente, no es sólo un estilo, una forma de hablar, es una forma de analizar y de actuar la relación entre el Frente Amplio y el gobierno de Vázquez. Ya sucedió en el Congreso del FA donde no se aprobó una explicita y clara moción de apoyo. Es política, no es lunfardo.
¿Debemos ocultarlo? ¿El presidente debe hacerse el desentendido de un tema que puede afectar a su propio gobierno y que contradice una parte central de su visión del país y de la política que se aplicó hasta ahora? Es un nudo de temas que no se puede juzgar sólo desde la agenda electoral. Vázquez dice claramente que durante su gobierno nadie tocará el secreto bancario, tal como lo establece la ley y con todos sus controles y limitaciones, porque comienza a ser un tema del presente. Y no sólo tiene todo el derecho a hacerlo, tiene la obligación.
¿Eso da o, quita votos? ¿A quien? Ese es otro tema, lo que se discute refiere a la confiabilidad del país, al respeto por nosotros mismos, que está por encima incluso de ser o no frenteamplistas, a nuestra soberanía. Porque si hay algo que los frenteamplistas siempre defendimos es que el país, la nación estaba por encima de todo.
Hay en el fondo - pero no tanto - una debate larvado sobre un tema más complejo que a la izquierda actual le cuesta mucho abordar: ¿como se relacionan los graves problemas sociales, el mundo del trabajo y la producción y más en general la propia política con la conducción de una política económica, con esa gran prueba que siempre fue para la izquierda la capacidad de manejar el conjunto de la economía de un país, hacerlo prospero y distribuir mucho mejor? Son temas inseparables. Y las respuestas son diversas.
Es necesario observar a la derecha y si sonríe o elige contrincantes recordar el dicho africano: “si un león te elige a ti y te muestra los dientes no creas que te está sonriendo”