Las reacciones que siguieron al homicidio del empleado de La Pasiva muestran que vamos muy mal. En estas ocasiones, los seres humanos exhibimos nuestra capacidad de sobreponernos a la tragedia y el pasmo, cuando no nuestra lisa y llana imbecilidad. La simplificación, el aumento de los castigos, la venganza legal conocida como "pena de muerte", cuando no el oportunismo y la tilinguería, expresan la incapacidad de entender esta tragedia como parte de un fenómeno más amplio, complejo y extendido, apenas con el registro en video de las cámaras de seguridad.
Es como si las imágenes, que por lo general ocultan más de lo que muestran, nos enceguecieran la razón luego de verlas hasta el hartazgo en informativos y portales. La secuencia que exhibe a un delincuente ejecutar sin motivo aparente a un trabajador que acababa de cumplir con su pedido, termina por no decirnos nada, si no somos capaces de escapar a su lógica hiperreal, al ocultamiento de la irrealidad, de que es posible estar trabajando detrás de un mostrador y terminar acribillado a tiros.
¿Qué se necesita para que alguien dispare a sangre fría sobre un desconocido? ¿"La droga"? Hay millones de consumidores que jamás mataron a nadie ni lo harán. ¿La pobreza y la exclusión? Las estadísticas muestran que los pobres se dedican básicamente a laburar y encaminar a sus hijos sin delinquir. ¿La violencia en la televisión? La tesis funcionó durante algún tiempo pero era tan pueril que terminó sucumbiendo por su propio peso: cientos de millones de televidentes en el mundo demuestran lo contrario.
Y sin embargo, el crimen del empleado de La Pasiva ocurrió y por lo tanto, alguien debe ser el culpable, ya sea Bonomi, la falta de patrullaje policial, el Inau, la pasta base, el capitalismo salvaje, la pérdida de valores o el mismísimo Jorge Batlle. La concentración frente a la sede de la Presidencia que reunió a unas mil personas terminó con una proclama leída por Romana Ferrer, lo que motivó una pataleta de algunos voceros de la izquierda, que olvidando medio siglo de prácticas gramscianas, pusieron el grito en el cielo porque la mujer… ¡era militante de un partido político de oposición! Pero como en esta era de gadgets telefónicos y twitterperiodismo, no hay nada más motivado y emprendedor que el rebaño indignado, las soluciones al problema de la vesania delictiva quedan a la altura de los diagnósticos.
¿No está claro que el homicida actuó con absoluto desprecio por la vida humana? ¿No es esto una muestra de cómo está la sociedad? ¿No acabamos de ver las imágenes que así nos lo muestran? Es probable, pero convendría analizar otras variables. A modo de aporte, sugiero un ejercicio que consiste en imaginarnos que la secuencia del homicidio es apenas el final de una película protagonizada por el asesino y sus cómplices, cuya trama sólo vamos a entender si lo vemos al revés. Cuatro historias llenas de drogas, violencia, promiscuidad, corrupción, burocracia, abusos, desprecio, miseria y más violencia. Cuatro historias vividas en un ambiente en el que se aprende desde muy pequeño que “hay que disparar para que te respeten”.
Quizás al final del juego los responsables sean los mismos, pero al menos habremos descubierto la matriz de esta delincuencia letal, que luce desproporcionada si la cotejamos con la inocencia de las víctimas pero que es nada comparada con la historia de vida de los criminales. Es allí donde comienza las imágenes y es allí donde hay que actuar rápida y eficazmente, para evitar que sigan muriendo los buenos.
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