Es posible que sea simplemente una sensación personal, pero creo y tengo pruebas suficientes para hacer una tajante afirmación: en Uruguay las despedidas, los festejos de todo tipo próximos a las fiestas, se realizan más temprano cada año y las maratones son una plaga.

No culminó noviembre y apenas comenzó diciembre y estamos llenos de despedidas de fin de año. Creo que hay dos motivos: primero que los diversos organizadores se encuentran cada año con más problemas para disponer de locales y de fechas libres para este tipo de festejos y encuentros y, en segundo lugar y a pesar de que los uruguayos nos acusamos entre nosotros mismos de ser un poco tristones, estamos cada día más fiesteros, y son más las empresas, las instituciones, los partidos, los grupos, los sindicatos, los clubes, que agregan a su calendario una buena fiestita.

A las fechas tradicionales en las que los uruguayos libamos y festejamos de los lindo y tiramos cohetes y fuegos artificiales honrando la tradición china, se suman nuevos eventos, como Halloween (contracción de All Hallows´ Eve, ´Víspera de Todos los Santos´), también conocido como Noche de Brujas o Noche de Difuntos. Una fiesta de origen celta. Es poco conocida la fuerte influencia celta en el Uruguay...pero si es para festejar, disfrazarnos, tomar cerveza y alegrarnos la vida. Aquí estamos los uruguayos.

La fiesta de la Nostalgia, que sin duda surgió con otro motivo, hace honor a la fama oriental de nuestro irremediable e incurable espíritu de mirar hacia atrás, con nuestros ya famosos ojos en la nuca. Lo cierto es que los "charrúas" que en materia antropológica-fiestera no somos muy precisos, festejamos a lo grande esa noche de recuerdos. Y traemos turistas para que nos acompañen.

Ayer vi un adelanto de candombe carnavalero por el barrio Sur, que se suma al reconocido carnaval más largo del mundo y de la historia. Ni en el bajo imperio romano había festividades tan prolongadas y a nivel de todo el territorio nacional. Porque ese es otro rasgo: las festividades nacen en un lugar, generalmente la capital y se extienden con una progresión geométrica. Sin contar las muy diversas fiestas locales, de la cerveza, los fogones, del rock, de la Patria Gaucha, del folklore y una infinidad de otras denominaciones. Y a todas ellas convocamos y traemos turistas orientales y extranjeros.

Las fiestas exclusivamente locales y muy ruidosas por cierto tienen que ver con el deporte y sobre todo con el fútbol. Ni que hablar si la selección celeste gana algo o se posiciona bien en un campeonato importante, allí estamos todos prontos a festejar a lo grande. Y las parcialidades de los clubes, en algunos casos con algún exceso, también convocamos a Baco y sus amigos sólidos para festejar victorias importantes. Siempre hay un motivo.

Considérese que si algún joven o no tanto se gradúa en cualquier universidad y facultad eso motiva una larga y ruidosa festividad de parientes y amigos y engrudo, y los casamientos, un poco disminuidos últimamente también convocan multitudes de festivos abstemios y ayunantes, para no hablar de cumpleaños de quince y fiestas de las diversas colectividades religiosas o nacionales. Lo que se dice un país fiestero.

Yo no soy de los que con mirada oscura critico a mis compatriotas por estos recreos, ni estoy en absoluto de acuerdo con la superficial mirada de que en Uruguay todo se detiene el 23 de diciembre y retoma sus actividades al llegar el último ciclista de la Vuelta. Es falso y hay miles de argumentos y de hechos para demostrarlo. Incluso datos económicos. Tomo uno solo, para recibir 3 millones de turistas, la mayoría de los cuales vienen en ese periodo hacen falta muchas, muchas personas que los atiendan. Un solo ejemplo, hay miles.

Lo que me disgusta es que con tantas fiestas, despedidas, cumpleaños, casorios, carnestolendas, y las más diversas libaciones y festejos los uruguayos sigamos considerándonos tristes y grises. Es uno de los tantos cuentos que nos hemos creído y que transmitimos, mientras preparamos la próxima fiestita.

A todo ello se agrega la proliferación de carreras de las más diversas distancias organizadas por todo tipo de instituciones y empresas que han descubierto la veta deportista masiva de los orientales. He visto desfilar a diversas velocidades a miles de compatriotas, solos, en pareja, empujando carritos de bebé, con perros y con los más estrafalarios adornos. Habrá que construir un maratonódromo.

Lo que nunca debemos perder de vista es que tenemos festejar todos. Esa si debe ser una preocupación constante, todavía hay gente que estás afuera de la fiesta y de la carrera.