Los festejos por los 40 años del Frente Amplio merecían otro entorno popular. Motivos no le faltan. Algunos representantes de la oposición atribuyen tanto recato a la disputa interna por el rumbo de la economía y las políticas sociales. Otros más indulgentes creen que la responsabilidad de gobernar el país y la consolidación electoral eximen a la fuerza de izquierda de la necesidad de demostrar su poder de convocatoria.
Nacido en febrero de 1971 en los peores momentos de confrontación política y en plena crisis institucional, el FA fue recibido con desprecio por los partidos tradicionales, que lo calificaron como una "colcha de retazos". Para blancos y colorados, el experimento naufragaría apenas superada la contienda electoral de ese año, ahogado por sus diferencias ideológicas y sus vínculos con la guerrilla. La realidad mostró algo bastante diferente.
El nacimiento del FA respondía a la sensación de hastío de buena parte del electorado con la forma tradicional de hacer política, al clientelismo y a los vicios en el manejo de la administración pública, y sobre todo, a la incapacidad de la cúpula gobernante de resolver una crisis económica y social que llevaba una década. Ni siquiera la carismática figura de Wilson Ferreira Aldunate pudo detener el crecimiento exponencial de la izquierda, convertida ya en la segunda fuerza electoral de Montevideo en las elecciones de 1971.
Es cierto que en los meses previos a junio de 1973 el FA alentó el ascenso al poder de los militares, esperando que fueran los uniformados quienes inclinaran la balanza a favor del "pueblo" en su lucha contra la "oligarquía", pero la reacción de los líderes de los partidos históricos no fue mucho más coherente. En todo caso, la cúpula frentista pagó muy cara la osadía. Sus dirigentes y miles de sus militantes fueron perseguidos con saña por la dictadura. Sin embargo, el martirio terminó de legitimar aquel experimento y convirtió a Líber Seregni, preso durante una década, en una figura admirada en todo el mundo.
Recuperada la democracia en 1984, el FA asistiría a la aparición de liderazgos individuales, primero con Batalla y luego con Astori, Vázquez y Mujica. Mientras las izquierdas del mundo pagaban con crisis la debacle del comunismo, el FA se dio el lujo de despreciar el aporte electoral de Batalla, conquistar Montevideo y no dejar de crecer, como quedaría demostrado en las elecciones de 1994. A tal punto que fue necesaria una reforma electoral para impedir que ganara en 1999. Por lo visto, el triunfo electoral que llegó finalmente en octubre de 2004, mal puede ser atribuido a la crisis del 2002.
Mientras los nacionalistas sigan sin renovar su propuesta programática y sus candidatos, Pedro Bordaberry mantenga su objetivo de confrontar con los nacionalistas para entrar segundo y los inversionistas sigan prefiriendo a Uruguay, el FA puede ir saboreando de antemano su tercer triunfo electoral. Por eso llama la atención que los festejos por los 40 años del FA no tuvieran otro marco popular. Motivos no le faltan.
Festejen
Festejen
09.02.2011
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