Contenido creado por María Noel Dominguez
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Ferrero: también es Italia

Ferrero: también es Italia

Alba es una pequeña ciudad de 30 mil habitantes en el corazón de las colinas piamonteses donde funciona la mayor fábrica de productos de la multinacional-familiar Ferrero de Italia.

26.05.2015

Lectura: 6'

2015-05-26T09:52:00-03:00
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Cuando desde la península recibimos desde hace años malas noticias económicas y sociales, Ferrero es una buena noticia permanente, tenaz. Fui a visitarla.

No fue un viaje desinteresado, conozco a varios de sus dirigentes de América Latina, me hablaron siempre con un gran entusiasmo y yo soy un sabueso en internet. Busco bajo la superficie y en casi todos los casos aparecen versiones contradictorias de empresas, personas, organizaciones de todo tipo. Ferrero es una excepción, quise averiguar un poco más. Además hace pocos meses murió el fundador, un pastelero que en 1946, a la salida de la guerra, de un país destruido y enfermo de muerte y odios cruzados, comenzó desde Alba y transformó su empresa en una de las tres mayores fabricantes de dulces y golosinas del mundo. En un país hambriento apostó al placer, al gusto, a la creación de cosas nuevas nada menos que a través del paladar, en la tierra que rinde culto a comer bien.

¿Cómo hicieron los dos hermanos Michele y Pietro para transformar la pequeña pastelería -en una esquina de Alba- en la enorme empresa con cuatro fábricas solo en Italia y otras en Alemania, Bélgica, Polonia, Rusia, Brasil, Argentina, Ecuador, India y ahora China? Y sigue siendo una empresa familiar, con las mismas tres palabras claves que la vieron nacer: trabajar, crear, donar.

Las dos primeras palabras claves pueden encontrarse en muchas empresas, aunque cuando se habla de dulces y productos de consumo masivo, "crear" no debe ser una tarea fácil de mantener viva durante 75 años, pero "donar", no es por cierto muy mercantil, ni muy común. ¿Será cierto o solo otra forma de marketing?

Las cifras de Ferrero son todas monumentales, la cantidad de ingredientes que utilizan cada día, las dimensiones de los depósitos de productos terminados, los más de 6.000 trabajadores solo en la planta de Alba, los 2.400.000 litros de té producidos diariamente en vasitos que compiten en Italia con las principales bebidas cola del mundo, o las líneas de producción de los bombones más famosos del planeta, donde se combina el control presencial de los trabajadores con robots de última generación de una precisión milimétrica.

Pero nada de eso es lo fundamental.

Es claro desde el inicio de la larga visita a la fábrica que Ferrero se aferra en todo a un principio básico: todo su negocio y su existencia depende de sus consumidores en todo el mundo y a ellos le dedican grandes centros de investigación, de creación de nuevos productos, de control de calidad, de producción en diversos países.

Nada nuevo en las empresas exitosas. Con una aclaración, entre todos sus productos no hay uno solo de primera necesidad. Consumirlos es una elección cotidiana, renovada y personal. Y hay que alimentarla, en forma permanente.

No soy un especialista en dulces de consumo global, ni quiero referirme a los nombres de sus productos, pero cualquiera que los descubra sabrá que hablo de golosinas, bebidas, dulces de los más conocidos y consumidos del mundo. Hay otras empresas competidoras que inundan los medios de comunicación con sus ofertas. No es esa tampoco su gran diferencia.

Hablando con sus ingenieros, sus trabajadores, sus jubilados, varios habitantes de Alba y sus alrededores, es fácil descubrir los diferenciales de Ferrero.

Desde que llegué a la zona de la enorme fábrica, que ocupa la misma superficie que toda la ciudad de Alba, lo primero que me presentan son las instalaciones dedicadas a prestaciones para los funcionarios, el jardín de infantes, el comedor, los campos deportivos y la fundación que garantiza a todos los jubilados de la empresa una serie de prestaciones sanitarias y de apoyo a cambio de que hagan tareas de voluntariado. Y al cruzarnos con varias delegaciones de estudiantes que visitaban la fábrica estaban acompañadas siempre de ingenieros pero sobre todo de jubilados con los que conversamos. Era visible el entusiasmo de sus explicaciones, el compromiso con esa tarea. La relación con sus miles de empleados en todo el mundo es un diferencial de Ferrero.

Con cualquier empleado que se converse dentro de la fábrica o fuera, se percibe que ése fue siempre un diferencial de Ferrero que, por ejemplo, promovía que los trabajadores al inicio siguieran siendo agricultores y productores de avellanas -del cual es el primer consumidor mundial-, y ser obreros o empleados de la fábrica, recogiéndolos en ómnibus cinco días por semana en todos los pueblos de los alrededores de Alba.

Pero allí no se agota su perfil, Ferrero tiene un enorme stand en la feria gigantesca de Milán dedicada a la alimentación, cuando termine sus funciones será transformada en una escuela en la India y es una forma de ejecutar su definición de "donar", la empresa tiene proyectos en ejecución en el deporte, en programas sociales de diverso tipo en muchos países del mundo, en particular en África y en Asia. Y mantiene un bajo perfil, como lo hizo durante toda su vida Michele Ferrero.

Y eso es también Italia, el país de los grandes creadores, de las grandes empresas familiares y en este caso, de una familia que nunca quiso incursionar en el mundo de la política, que no pretendió transformar su inserción social, territorial e internacional como disputa del poder político.

Es una empresa que en medio de la crisis que atenaza Italia desde hace 7 años -pero tiene raíces profundas- siguió creciendo, a nivel nacional e internacional y que emite señales de confianza y de avance en todos los sectores. Visitando la Ferrero uno comprende dónde está el diferencial del tejido industrial italiano, el que sobrevive, trabaja y crea, y en este caso le agrega la función de donar, de destinar una parte de sus resultados a la acción social, mucho antes de la creación de la responsabilidad social empresarial y, lo hace también, porque no es una empresa impersonal, que ha perdido sus raíces y sus orígenes.

Si Italia, que comienza a dar señales de una lenta salida de túnel, logra nuevos objetivos ambiciosos será con el aporte de las empresas creativas, innovadoras, que no abandonaron su presencia internacional, como lo han hecho tantos otros e incluso el Estado italiano. Y que transmiten también un mensaje de solidaridad y compromiso social.

Uno de los empleados con los que hablé me relató una anécdota, reiterada, varias veces al cruzarse con Michele Ferrero -que era extremadamente riguroso en todo lo laboral- siempre le agradecía que trabajara para él.

Una última reflexión, posiblemente influenciada por mi edad y por pertenecer a una generación "industrial", en todo el mundo actual está la computación, en cada ángulo de la fábrica había computadoras, pero llegado el momento si alguien no produce cacao, avellanas, azúcar, té y muchos otros alimentos, nadie logrará nunca sustituirlos por bits o impulsos electrónicos. Nadie podrá nunca tampoco sustituir una buena costilla con lomo, unos bombones del mejor chocolate, un juego de copas de cristal o de vidrio o un simple pedazo de pan.