La iniciativa del Movimiento de Participación Popular, de proponerle a la Mesa Política del Frente Amplio realizar una campaña para enfrentarse con los médicos de las Sociedades Anestésico Quirúrgicas introduce un elemento nuevo en la lucha política nacional. La idea parece importada de Venezuela, donde las huestes oficialistas se lanzan regularmente contra todo aquel que se anime a cuestionar la verdad oficial e incluye invariablemente demostraciones de violencia, ya sea física o psicológica. Podrá discutirse sobre las razones que tienen estas gremiales para tener en vilo a los usuarios de ASSE y postergar ad eternum miles de intervenciones quirúrgicas, pero en democracia, importan también los procedimientos.
Si cada vez que el sector mayoritario del oficialismo encuentre al gobierno en una situación difícil con algún sector social va a embarcarse en una campaña de escrache como la que ya comenzó contra los anestesistas, el clima político del país se pondrá cada vez más tenso. La diferencia entre argumentar en contra de lo que dicen los anestésico-quirúrgicos y pintar los muros del país acusándolos de ser una “vergüenza nacional”, es sustancial.
Por cierto, el gobierno deberá tomar las medidas que considere necesarias para asegurar que los usuarios van a ser respetados en su derecho a recibir la atención sanitaria que necesitan. Herramientas administrativas e institucionales no le faltan. Otra cosa es que la organización política que está detrás del presidente se embarque en una campaña de escarnio público contra un sector disidente de la verdad oficial. ¿Quién sigue después? ¿La Cámara de Comercio? ¿El sector banca oficial de AEBU? ¿Adeom quizás? ¿El periodismo independiente?
Podrá decirse que los temores son infundados en la medida en que nada de esto ha ocurrido hasta ahora y que la cultura cívica del Uruguay difiere de otros casos dramáticos del continente. Es justamente por eso que debe advertirse sobre la diferencia entre una campaña política y una de propaganda y escarmiento. En la primera se intercambian argumentos, razones, ideas y puntos de vista contrapuestos sobre los temas en discusión. En la segunda, se tiende a la demonización del adversario, la jibarización de los conceptos y el desprecio. En la lucha política el resultado es incierto y depende de cómo manejen sus argumentos los contendores. En las campañas de propaganda y escrache, los sectores más organizados y poderosos suelen doblarle el brazo a sus adversarios, lo que termina generando resentimiento y deseos de revancha.
Le pregunté a la senadora socialista Mónica Xavier por esta iniciativa el lunes de mañana en radio Sarandí. La legisladora (y también médica) me contestó que no creía conveniente hacer campañas contra nadie sino a favor de lo que considera justo. Parece un detalle pero no lo es, por lo menos para quienes creemos que la democracia se define, más que por las ideas que se discuten, por las conductas de los actores sociales y los procedimientos que se utilizan para defender las ideas.
(*) Escrito el lunes de tarde, antes de que se conociera la agresión de Ruben Bouvier, ex colaborador de la bancada del MPP en el Parlamento, contra los representantes de las Sociedades Anestésico Quirúrgicas)
Escrache (*)
Escrache (*)
24.11.2010
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