A medida que se acerca la fecha fatídica de los comicios, los principales contendores comienzan a apelar a cuanto tienen a mano con tal de mejorar sus performances. La campaña proselitista lleva ahora su irracionalidad al terreno de la matemática. O mejor dicho, de las encuestas de opinión pública, esa mezcla de matemática, cálculo, intuición y azar con que algunas empresas fotografían nuestras preferencias.
Desde tiendas nacionalistas se arremetió contra las encuestas que muestran un creciente respaldo de la fórmula frenteamplista. Para refutarlas, algunos de sus voceros utilizan una línea de análisis sugerida por Nery Pinatto, un consultor disidente que afirma trabajar con un método exclusivo, lo que le habría permitido aproximarse más que sus competidores a los guarismos de las internas de junio. Según ese razonamiento, para que el Frente Amplio alcance el 45 por ciento de adhesiones que señalan las demás encuestadoras tendría que captar el 49 por ciento de quienes no votaron en junio, mientras que el Partido Nacional, se quedaría sólo el 18 por ciento de los electores ausentes en las internas.
El razonamiento se basa en un error estadístico, que consiste en asimilar como dos universos idénticos en sus preferencias políticas el de quienes concurrieron a votar en junio y el de los que se quedaron en casa. La suposición carece de fundamento, por cuanto cada interna partidaria responde a una lógica propia, que supedita la concurrencia a cuestiones tanto coyunturales (los candidatos, las valoraciones sobre riesgos y oportunidades, la campaña, las expectativas, etc.) cuanto de cultura y hábitos políticos. Dicho de otra manera, nacionalistas y frenteamplistas tenían diferentes estímulos para votar en las internas de junio. Pero además, los antecedentes de 1999 y 2004 muestran que el Frente Amplio vota en las internas por debajo de su verdadero caudal electoral.
Es perfectamente posible que su representación en las urnas sea bastante diferente a la que se hubiera registrado si concurría a votar el conjunto del electorado. Afirmar que la votación de junio constituye "una encuesta de la que participaron un millón ciento cincuenta mil uruguayos" es una temeridad estadística, por decir lo menos.
Lo que tenemos entonces es un escenario estable y probable, en el cual, el oficialismo capta el 49 por ciento de quienes no votaron en junio, teniendo alrededor del 45 por ciento de intención de votos. El Partido Nacional, en cambio, se encuentra con un nivel de captación bastante menor, seguramente como consecuencia del éxito de movilización y votación que consiguió en las internas, colocándose así más cerca de su techo.
Los problemas del Partido Nacional no están en los resultados de las encuestas, siempre transitorios, sino en la campaña. Su comando electoral todavía está a tiempo de apuntar las baterías con mayor precisión y capacidad de fuego de lo que lo ha logrado hasta ahora. Pelearse con los números y la lógica, como parecen preferir algunos de sus voceros, suele empeorar las cosas.