A la salida de la dictadura la información política, alimento sustancial de la democracia, se vio enriquecida por un nutrido sistema de encuestas de opinión pública. Esta fantástica herramienta, hija pródiga de la matemática y la sociología, se consolidaba tanto en el escenario informativo como en el político, tiñendo la discusión y las decisiones de datos y tendencias. Sin duda, el apoyo sostenido de los informativos centrales de la televisión abierta a las empresas encuestadoras significó un espaldarazo de gran importancia para que el sistema se consolide y se instale como un actor relevante en la información política nacional.
La maduración que en estos treinta años han tenido tanto las encuestas como los ciudadanos que las recibimos, han subido sensiblemente la vara de las exigencias. Ahora no solamente conocemos mucho más del sistema, sino que tenemos una historia con abundantes datos sobre encuestas, encuestadoras y resultados, que nos permiten valorar con mayor justeza tanto las metodologías como los pronósticos.
Tal vez la agitación informativa de los períodos electorales no les hayan permitido percibirlo, o tal vez yo esté simplemente equivocado, pero tengo la impresión de que los informativos que ustedes dirigen no han acompañado esta evolución, o por lo menos no lo han hecho a la misma velocidad que el resto de la sociedad.
Y me animo a hacer esa afirmación por una única y sencilla razón: la información sobre las encuestas y encuestadoras es en cada informativo que ustedes dirigen provista por una única e invariable fuente: la encuestadora contratada por el canal. Este es un trato radicalmente diferente al del resto de la información política, nutrida de fuentes, validaciones cruzadas y discusión, y de otras informaciones con terceras empresas involucradas, como por ejemplo el pronóstico del tiempo, donde ante alertas o pronósticos cuestionados es frecuente recibir amplias coberturas que incluyen otras fuentes y opiniones divergentes.
La información sobre opinión pública se ha vuelto un circuito cerrado, donde una única persona brinda la información y la analiza, luego juzga si es acertada o errada y en el último caso expone las causas y explicaciones. La difusión de encuestas se ha transformado en una columna editorial.
Estoy seguro que la primera reacción al leer esto es pensar “¡este señor quiere prensa!”. Y la respuesta es contundente y en mayúscula: ¡SI! Precisamente para eso les escribo. No prensa para mí, algo que no tiene valor alguno, sino prensa para un conjunto de cuestionamientos a la metodología y pronósticos de las encuestadoras que muestran con contundencia y fundamento científico que el insumo principal para una encuesta es otra encuesta. Es por ello que para Cifra, Factum y Equipos, de los 43 pronósticos electorales con resultado mayor al 4% del electorado, desde las internas de 1999 al balotaje de 2014, en 17 casos la diferencia entre los valores es menor a 2%. ¡La probabilidad de que esto sea una casualidad es de una en miles de miles de millones!
Hay una forma sencilla de comenzar a desentrañar este problema, inaccesible para nosotros pero fácilmente accesible para ustedes: pedirle a la encuestadora con la que trabajan la serie histórica de datos crudos, lo que realmente contestaron los ciudadanos, para dos resultados: los de la interna 2014 entre Lacalle Pou y Larrañaga y la de las elecciones nacionales 2014 del Frente Amplio. Los números dicen que la ponderación realizada, es decir, las modificaciones entre lo que realmente opinaron los ciudadanos y los valores que se terminaron difundiendo en los informativos, excede largamente el margen de error. Me animo a pronosticar que los ajustes superan el 5%, algo absolutamente inaceptable para una encuesta que declara un margen de error de +/-3%.
Con esta información en la mano, tendrán una nueva visión de las encuestas que se difunden en los informativos que ustedes dirigen y una perspectiva diferente sobre la metodología que las soporta. Y como confío plenamente en la seriedad y profesionalismo periodístico, se que no les va a temblar el pulso para hacerlo público.
Daniel Mordecki
daniel@mordecki.com