Tengo 14 nietos, son una parte maravillosa de mi vida, la que me sorprende todos los días y me da una dosis de optimismo tan difícil de conseguir en estos tiempos. Estoy en contra del aborto, sé, lo he visto y es una de las cosas más traumáticas, más duras que deben afrontar los seres humanos y sobre todo, por encima de todo, las mujeres. No todas por igual, como sucede en tantas cosas de la vida.

Precisamente por ese motivo principal es que todo lo que pueda hacer en contra del aborto, lo voy a hacer, pero con la misma fuerza y convicción voy a trabajar a favor de esta ley de despenalización del aborto. No es perfecta, es fruto de una transacción, pero es mucho mejor que lo que teníamos antes.

Si la sociedad uruguaya deroga la ley considero que daría una muestra de retroceso, de falta de sentido de la realidad y de refugio en una ley fracasada para cubrir una gran hipocresía que tiene 75 años nefastos de existencia.

Voy a gastar unas pocas palabras en este aspecto, más es demasiado: todos tienen derecho a opinar a conciencia sobre este tema y no sujetos a disciplina partidaria o religiosa alguna. Punto. Y cada uno se asume sus dichos y sus consecuencias.

Lo que no acepto bajo ningún concepto es el argumento de que los que defendemos esta ley y más en general la despenalización del aborto, estamos a favor del aborto y en contra de la vida y de la desprotección de la vida de los embriones. ¿Dónde estaban los que afirman eso, durante muchas décadas cuando cientos de miles de mujeres arriesgaron sus vidas y su libertad para practicarse un aborto? Existía la ley, la pena y nadie ni nada impidió que el aborto prosperara y, sobre todo, que algunos miserables galenos y parteras se hicieran ricos y algunos comulgaran los domingos.
 
¿Dónde estaban muchos de los impulsores de la derogación de la ley, cuando sus amigas, parientes, hijas, hermanas, primas, amantes, o ellas mismas abortaron? ¿O son una especie iluminada de la sociedad uruguaya y quieren que nosotros aceptemos ese absurdo?. Por favor.

Voy a partir de una sola hipótesis: desde el momento mismo de la fecundación, hay vida igual que a lo largo de toda la existencia de un ser humano. Tema por demás polémico incluso por algunos de los principales teólogos de toda la historia de la Iglesia Católica, como Santo Tomás de Aquino:

"El embrión tiene, al principio, un alma exclusivamente sensitiva, sustituida después por otra más perfecta, a la vez sensitiva e intelectiva". -Suma Teológica I q76 a3 s3

"En la generación del hombre, lo primero es lo vivo, luego el animal, y por último el hombre". -Suma Teológica II-2 q64 a1

No creo que ese deba ser el centro del debate, ni mucho menos. Acepto, el embrión fecundado es vida. Punto. Hay que hacer todo lo posible y un poco más para proteger esa vida. Y la ley de penalización del aborto que tuvo vigencia en la mayoría de los países del mundo y en el nuestro, exclusivamente por un pacto político y el precio pagado por el batllismo por un acuerdo con un partido confesional como la Unión Cívica, no sólo no impidió el aborto, sino que lo multiplicó exponencialmente.

Además de las condiciones biológicas de la fecundación, de la reproducción, para todo lo que sigue hay procesos culturales, ideales, sociales, humanos y hasta económicos. Nos guste o no nos guste. Yo como soy chapado a la antigua prefiero que no sea así, que todo fuera ideal, celestial, pero las cosas no suceden de acuerdo a mis deseos. Y las mujeres y las parejas a veces deciden abortar. ¿Deciden abortar porque hay una ley que les impone una serie de condiciones, de consultas y de procesos antes de tomar la decisión? O deciden abortar, a pesar de que funcionó durante casi 75 años una ley de penalización del aborto. Y ahora algunos se han comenzado a interesarse por las cifras, esas mismas cifras de abortos con las que convivieron durante siete décadas...

Si el criterio fuera el de la dura realidad y la agresividad en los argumentos, podría afirmar que luego  de 75 años de fracasos comprobados, los que quieren derogar la ley son promotores indirectos e involuntarios del aborto y están en contra de la vida. No es un juego de argumentos, es la misma lógica, que con las caras más angelicales utilizan algunos autores.

Yo puedo hablar por experiencia histórica, en Italia, el país donde tiene sede la Iglesia Católica, donde tiene el mayor aparato de poder del planeta, con una presencia capilar en todo el territorio, con la mayor cantidad de cardenales, obispos, sacerdotes, iglesias, conventos, monasterios, hubo dos y no un solo plebiscito para derogar la ley de despenalización del aborto y perdieron. Y eso no sería lo más importante, mucho más importante es que en los 35 años que está en vigencia la ley, ha disminuido el número de abortos y ni que hablar las muertes y las consecuencias en la salud de la madres.

Se sustituyó la persecución, la amenaza de cárcel por la educación, la consulta médica, la explicación y los resultados son evidentes. Nadie le prohíbe a la Iglesia continuar amenazando con el infierno y con toda su doctrina a los fieles, para que no que practiquen un aborto. El dramático tema, es la poca confianza que se tiene la Iglesia, que en lugar de utilizar su fe, sus convicciones, sus condenas y toda la batería de instrumentos religiosos, necesita de la cárcel, de la justicia terrenal para imponerle a sus fieles una deber que considera básico: no abortar. Es una declaración de impotencia.

En el Uruguay y en la mayoría de los países civilizados no existe un estado teocrático, donde la ley la marca la religión.

Los médicos que también basados en sus profundas convicciones científicas, pero sobre todo morales, consideran que deben librar su batalla contra el aborto, hacen muy bien, tienen no solo todo el derecho sino toda la obligación, lo que no deberían pretender es que la sociedad utilice la amenaza de la cárcel para imponer esos valores o esos actos. ¿O acaso los médicos que ahora en forma legal, controlada y pública participan del proceso de interrupción del embarazo tienen menos convicciones morales y profesionales que los otros? ¿o les importa menos la vida?

El problema sigue siendo otro, es si para librar una compleja y muy antigua batalla por la vida, recurrimos a los valores morales, a nuestras convicciones, a la fe religiosa, a una visión sobre la biología o si todo eso queda supeditado a que la ley imponga sus castigos y sus penas, a través de la policía y la cárcel.

Y si los 75 años de aplicación de la ley de 1938 que penalizaba el aborto en el Uruguay fue notoriamente inútil, con la misma lógica de depositar en la sanción penal la responsabilidad, ¿por qué no propusieron endurecer las penas, castigar más severamente a los que lucraban con el aborto? Es la coherencia del mismo razonamiento.

Prácticamente toda Europa, la cuna del catolicismo y del mundo occidental y cristiano tiene leyes que despenalizaron el aborto, EE.UU., Canadá, Rusia, India, China, Corea, Sudáfrica y muchos otros países. En el Uruguay funcionó entre 1934 y 1938.

La ley de 1938 fracasó, estrepitosamente. Hubo siempre abortos en las peores condiciones y las mujeres pobres arriesgaban su vida en situaciones sórdidas y abortaban dos veces. Terminando con el feto, a veces con la vida o la salud de la madre y muchas veces con la posibilidad de seguir dando a luz, en otro momento. Pierden las mujeres, pierde la familia, perdemos los uruguayos.

Mis razones son muy simples, se podría decir básicas: quiero que haya menos abortos en el Uruguay de los que hubo hasta ahora, a través de la consulta, de la educación y si no se logran evitar, que se hagan en iguales condiciones para ricas y pobres y sin riesgo para sus vidas. Luego viene todo el debate conceptual sobre el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, incluyendo la reproducción. No este el tema que está en debate ahora, es una ley bien precisa, que representó un avance y que creo que hay que proteger y, hay algo muy importante: el derecho de los ciudadanos a no ser obligados mediante la fuerza coercitiva de la ley a aceptar determinadas normas o creencias religiosas, bioéticas o morales.

Y no creo que en este debate haya posiciones indoloras y asexuadas, las posiciones pesan en la campaña a favor y en contra de la ley, pesan en las diversas posiciones políticas, sociales y culturales y nadie, absolutamente nadie está fuera de esas reglas. Por más que lo intente. Es la irresistible fuerza de la realidad y de la política.