Cada pueblo además de compartir territorio, costumbres, platos típicos, colores deportivos, compartimos una imagen de nosotros mismos. No es estática, se mueve, cambia, pero tiene algunos rasgos constantes.
Es una imagen de nosotros mismos en contraposición o como alternativa con otras que construimos de los diferentes, de los “otros”, de los nacionales de otros países. Sobre todo de los más cercanos. De nuestros hermanos…
Esta auto imagen es una media, es un conjunto de comunes múltiplos denominadores. No todos – obviamente – tenemos la misma idéntica imagen. Está los super críticos que todo le viene mal y sobre todo lo de sus conciudadanos, están los demasiado ilusos que por el contrario le encuentra explicaciones y virtudes a casi todo, y esta el medio, esa enorme mayoría de los orientales que compartimos ciertos estereotipos.
Los uruguayos somos gente pacífica, educada, un poco provincial que necesita su tiempo para todas las cosas, buen anfitrión y hospitalario, que generalmente dejamos todo para última hora y que tenemos una aceptable cultura política y de respeto por las instituciones. Y somos tolerantes, esa es la palabra mágica que se emplea en todo, en la vida cotidiana, en la política, la sociedad, en todo. Obviamente después están los que se salen del esquema, por varios lados.
Los uruguayos somos plurales y respetuosos de las opiniones diferentes. Y por aquí me paro, porque en realidad el objetivo de estas pocas líneas es hablar de un espacio, de un lugar donde todas esas virtudes, esos conceptos sobre nosotros mismos, se van a freir espárragos olímpicamente.
Nos sentamos en el automóvil, empuñamos el volante, respiramos hondo, o cabalgamos una moto de diversa cilindrada y aparece el Drácula. El vampiro oriental. Todos contra todos. Y me incluyo.
Nuestro sueño es manejar un camión de 50 toneladas cargado de troncos gigantescos que impongan terror para poder circular por rutas, avenidas o callecitas y dar rienda suelta a nuestros instintos básicos y elementales.
Parecemos todos napolitanos, lugar del planeta tierra donde he visto las más absolutas y totales violaciones de las normas de tráfico. En Nápoles y en el Uruguay los semáforos son una opinión. La diferencia es que en Nápoles las normas de tráfico se violan todas más o menos en el mismo sentido, y por lo tanto forman parte de un equilibrio físico, mientras que en Uruguay se violan de las más diversas e imaginativas de las maneras.
Las motos tienen licencia para todo, ir a contramano, cruzarse de senda sin avisar, arriesgarse a morir en forma reiterada y si llevan una caja en la parte posterior del bi-rodado, es decir si son repartidores, con el terminante argumento de que ellos están trabajando y todos los demás paseamos despreocupadamente por la ciudad, hacen todo y el contrario de todo.
Los taxistas también están trabajando y por lo tanto el resto de los vagos nos debemos adaptar a sus maniobras, para no hablar de los ómnibus, que tiene ahora la senda preferencial como una vaga indicación, y arrancan con entusiasmo a imponer su gran mole.
Hay pocas cosas que nos conmueven, a lo sumo la sirena de una ambulancia. Para todo lo demás rige la más despiadada ley de la selva.
Y la ley de la selva es exactamente la más absoluta negación de nuestra auto imagen. Y si alguien cree que es una nefasta influencia mecánica, pues puede recordar como se comportan los carros que recogen basura tirados por equinos, que han pedido desde hace mucho su condición de nobles brutos. De nobles de le queda ni el recuerdo, pero de brutos preservan en el tráfico todas las condiciones.
Los camiones, enormes, desproporcionados que circulan por la Ciudad Vieja a cualquier hora, que paran para descargar sus mercancías en la calle por más angosta que sea y que si alguien se atreve a tocarles bocina, demuestran un cabal conocimiento de todo el idioma español y sus alrededores. Eso si, ellos también están trabajando y todos los que tuvieron la desgracia de quedar atrapados detrás de ellos, estamos retozando.
Por último, una frase para los peatones, esos rebeldes que consideran que deben protestar ante todos los vehículos por estar obligados en ese momento de andar a pie. El semáforo ni siquiera es una opinión, tienen obligatoriamente que violarlo, en reiteración real, se tienen que tirar sobre los autos y mirarte con cara de caníbales si alguien se atreve a recordarles que también ellos tienen ciertas normas que cumplir.
Lo que preocupa es que el año pasado el parque automotor nacional aumentó en 50 mil autos y camionetas, miles de camiones y más de 120 mil motos…¿no será hora de comenzar tímidamente a cambiar nuestra auto imagen?
P.D. Para la próxima les prometo otra nota sobre otro profundo buraco en nuestra auto imagen: cuando los uruguayos nos vamos a la guerra.