Por Julián Kanarek
Los debates, la confrontación de ideas, visiones y programas de gobierno son algo tan bueno como necesario para cualquier democracia que quiera decirse madura. El mundo en general y América Latina en particular ha ido evolucionando hacia la certeza de que los procesos electorales no pueden, ni deben, desarrollarse sin debates. Por ley, por acuerdos de campaña o simplemente por hábito instalado, los debates forman parte de las campañas, en mayor o menor medida de todo el continente. En Uruguay no.
Tal y cómo quedó evidenciado en el programa No Toquen Nada (Del Sol FM) al invitar a Mario Bergara y Ernesto Talvi a un debate, que éste último rechazó: "todos dicen que debaten hasta que les toca". Esto se podría complementar con la postura de los ex presidentes Julio María Sanguinetti quien declaró que "el que no quiera debatir, que no debata", oponiéndose a la obligatoriedad y José Mujica quien también considera que no deben ser obligatorios porque forman parte de la "táctica electoral".
Por este tipo de posturas encontradas sobre la necesidad de debatir es que se vuelve pertinente la reglamentación. Pero mucho más importante es la predisposición del sistema político en su conjunto a generar una confrontación de ideas, franca, auténtica y directa entre precandidatos o candidatos a la presidencia.
Según el diccionario de la Real Academia Española debatir es: "dicho de dos o más personas. discutir un tema con opiniones diferentes". Si hay algo a lo que asistimos los ciudadanos diariamente es a debates sobre las más variadas temáticas (incluso política) a través de las redes sociales.
Llama la atención la incapacidad del espectro político de replicar estos comportamientos que tiene la ciudadanía en las nuevas plataformas de comunicación.
Si existe la voluntad de debatir, si todos los precandidatos de los partidos con representación parlamentaria tienen cuentas en redes sociales, si éstas son un espacio natural de interacción y debate para la ciudadanía ¿por qué no empezar por ahí?
Simplemente arrobando al otro (candidato, precandidato, legislador) se le puede hacer una pregunta o planteo sobre cualquier temática del ámbito político. Incluso pueden utilizar el lenguaje audiovisual.
Utilizar las redes para intercambiar ideas e interactuar es ya un debe del sistema político para con la ciudadanía. Replican viejos paradigmas (simple emisión) en nuevos medios (que privilegian la interacción).
La voluntad de debatir es una señal positiva, de renovación. Las formas también deberían renovarse y adaptarse a éstos tiempos. Hoy la gente debate por Twitter, por Whatsapp ¿por dónde creen que vamos a debatir de política?
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