En el Uruguay sólo los dementes o los inconscientes son optimistas. Uno de los deportes nacionales favoritos es vaticinar lo antes posible todo tipo de calamidades. Si en definitiva creemos o no en nuestros augurios, eso es lo de menos. Hay que sumarse al gran coro nacional de los insatisfechos. Ante la pregunta ritual ¿Cómo te va? corresponde la respuesta precisa de: “bien o ¿querés que te cuente?
Nuestro pesimismo es generoso, abarca casi todas las actividades, clases sociales, niveles culturales, zonas de residencia y autodefinición ideológica.. Lo único extraño es que todavía no se haya levantando una poderosa ola popular reclamando que el optimismo sea declarado un pecado capital pues la famosa tabla de Moisés no fue bien leída. En el apuro se olvidaron de ese imperdonable pecado.
Tampoco hay que pasarse de la raya, el estilo nacional reclama, impone el medio del medio. También es imperdonable una dosis de pesimismo excesivo, Todo medido y controlado en sus justos términos.
Partamos de la base que los dos pecados capitales e imperdonables en el Uruguay que son: que te vaya bien o que te vaya mal. En el medio estás en santidad y fuera de todas las sospechas y habladurías. Hay que ser modesto, pero no tanto, emprendedor en su justos términos y niveles, hay que tener éxito pero sin ofender a la sensibilidad media nacional. Si por un error de cálculo te pasas de la raya, no hay que exhibirlo. El excedente debe ser prolija y calladamente depositado en el exterior.
Eso si, si la parca te lleva, todo cambia. Ya no hay límites, en tus funerales podrán sentirse las palabras más elogiosas, y podrás exhibir toda la grandiosidad de tu riqueza y de tus éxitos sin ser tildado de arrogante y sometido a todas las sospechas. Ahora, recorriendo los principales cementerios del país -,los clásicos - se que nuestros antepasados eran optimistas y exhibicionistas hasta para morirse, la estatuaria funeraria de otras épocas es impresiónate. Eramos muertos más optimistas.
Algunos consideran que esta maravillosa sensibilidad por el “medio del medio” nació con la patria. Nada más falso. El Uruguay fue un país de grandes delirantes que en el territorio más pequeño de los países latinos de América del Sur se atrevieron en el pasado a todos los delirios de grandeza.
Mientras hoy en día y desde hace varias décadas ante cualquier cambio de vestuario, todos nos justificamos diciendo que lo compramos barato en la última liquidación, nuestros antepasados se mandaban a traer las mejores telas de Europa y las mostraban orgullosos en sus paseos en avenidas y plazas de todo el país.
Mientras ahora hacemos culto al “medio del medio”, nuestros antepasados llenaron sus casas de tantos objetos maravillosos que a nosotros nos está llevando cuatro décadas rematarlos y distribuirlos por todo el planeta. Y siguen apareciendo cosas increíbles. Hasta guater polémicos en Durazno.
Hoy para encarar la construcción de cualquier cosa necesitamos una vida y miles de horas de meditaciones mientras que en los años 20 en una sóla década se construyeron el Palacio Legislativo, el Hospital de Clínicas, la rambla de granito de Montevideo, el hotel Argentino de Piríapolis, el Palacio Salvo y en 9 meses construimos el Estadio Centenario. En esa época el optimismo era industria nacional no necesitábamos importarlo del exterior.
Hoy hay empresas extranjeras que son extremadamente optimistas sobre el Uruguay, invierten miles de millones de dólares en celulosa, puertos, forestación, logística, lechería, olivos, turismo, industria, energía y si los dejáramos lo harían en los ferrocarriles y en muchos otros sectores. Para arriesgarse hay que ser básicamente optimistas. ¿O no?
Participa Enrique Iglesias a un evento en nuestro país, tiene una larga trayectoria internacional, vive en España, vivió en Washington y en su discurso nos asombra a todos diciendo, reclamando optimismo frente a las posibilidades que tenemos en el futuro inmediato. Lo escuchamos con respeto, pero en el fondo...volvemos a la cuevita.
Estamos creciendo desde hace cuatro años por encima de la media regional, en un momento excepcional de crecimiento de toda la región. ¿Cuál es la actividad principal de los augures profesionales de derecha, centro e izquierda? Recordarnos que debemos prepararnos para los malos tiempos. Que ya llegarán, porque a los uruguayos obligatoriamente nos tienen que llegar siempre los peores tiempos. Y que además el mérito de la bonanza es externo, nosotros no tenemos nada que ver. Nosotros siempre vivimos de prestado. Es una ideología nacional. Es el famoso sentido común, que trafica ideología.
Estuve en Argentina un día la semana pasada, por un conjunto de circunstancias y luego del conflicto tan duro que han vivido hay una especie de revisión crítica a nivel del periodismo y del ambiente sobre la situación argentina, una tendencia a comparar y sacar rápidas conclusiones. ¿Quiénes somos los convidados de piedra? El Uruguay. ¿Cómo hacemos con un país tan chico a obtener calidad institucional y otros resultados?
Nosotros hacemos bien, debemos ser cuidadosos, no meternos en casa ajena, pero diantre yo confieso que me sentí bastante orgulloso.
Algunas publicaciones internacionales como por ejemplo la más prestigiosa revista internacional The Economist convoca una conferencia en Uruguay y habla muy bien de nuestro país y de su política económica: consecuencia, parten misiles y cartas del Honorable Directorio del Partido Nacional protestando. Fuera sus manos del Uruguay, abajo su optimismo.
Si bajan los impuestos, siempre hay alguien interesado en gritar a los cuatro vientos y susúrranos en el oído, que es poco, que debería ser más y antes. Y algunos medios de prensa para aportar sus leños en el altar donde inmolar cualquier optimismo, hacen cálculos totalmente falsos con titulares de cabeza de página y desmentidos de un pequeño recuadro el día después. Total...
Los estudios sismográficos muestran la posibilidad de que haya gas en nuestro mar territorial y varias empresas manifiestan su interés en participar de próximo paso, nosotros nos encargamos de ponerle la cuota de absoluta seguridad de que no hay absolutamente nada. No nos roza ni siquiera la duda. Además es gas, no es petróleo ni diamantes.
¿Qué tendría que pasarnos a los uruguayos para que un leve soplo de optimismo nos animara? Si esa insatisfacción permanente nos hubiera servido para ser mas exigentes, mejores, más esforzados, sería una receta perfecta, pero en realidad lo único que alimenta es esa sensación de que lo mejor es irse, buscar otros horizontes que siempre serán mejores, tomar mate por allá, escuchar murgas y llorar de nostalgia con un renovado optimismo en países lejanos. Aunque estemos trabajando de mozos o cumpliendo las actividades más humildes, que aquí serían un oprobio.
Otra de las cosas que he comprobado en mis muchos viajes, es que hay muchos uruguayos que están bien, trabajando, creando y produciendo en el exterior, pero que hay muchos, muchos que están mal. Eso sí, ellos también son optimistas. Obligados.