La noticia generaba una sensación ambivalente. Por un lado, el sentimiento positivo puesto que la Junta Departamental tomaba una medida justa y eliminaba una de las tantas arbitrariedades e inequidades del funcionamiento del Estado. Por otro lado, generaba rebeldía saber que esa norma estaba vigente y formaba parte de las prácticas corrientes en el Gobierno Departamental de Montevideo.
El Estado uruguayo en su exacerbación clientelística de las "épocas de las vacas gordas" había construido un conjunto amplio y decadente de disposiciones de este tipo. Recuerdo que cuando éramos adolescentes un amigo mío había accedido a un puesto de "apuntador" en el Puerto de Montevideo, por el sólo hecho de que su padre había sido apuntador, y estos cargos poseían carácter hereditario.
Estas y muchas otras cosas de similar estilo, llevaron a que la izquierda crítica y opositora de los años sesenta desarrollara una fuerte argumentación contra el viejo Estado clientelístico y mastodóntico que habían construido los viejos partidos históricos, "enquistados" en el ejercicio del poder.
Un país convertido en una "oficina pública", burocrático y dependiente del favor de los políticos; un país en el que "pululaban" los clubes y baluartes políticos, las tarjetas de recomendación, los favores para acceder a un teléfono público, para "acelerar" o "fabricar" jubilaciones o para obtener el "viejo y querido" empleo público. Un país que despilfarraba su ya decadente prosperidad gastando y gastando en un Estado inflacionario e inútil.
Uno de los ensayos más impactante por su "retrato" despiadado de aquel Uruguay construido sobre la base de la burocracia clientelística estatal fue "El país de la cola de paja" de Mario Benedetti. No se trataba de una investigación académica o con fuerte fundamento empírico, pero dibujaba, sin dar tregua, a aquel Estado que, a esa altura de la historia, comenzaba a ser parte responsable de la crisis nacional que vivíamos.
Contra el Uruguay clientelístico, montado en favores, particularista e infamemente asimétrico en las oportunidades, según la filiación política de las personas, se levantaba la izquierda uruguaya de aquella época y reivindicaba la necesidad de hacer algo diferente.
Por eso, el reflejo inmediato cuando nos enteramos de que la Junta Departamental derogaría la horrenda disposición que reservaba el quince por ciento de las vacantes de la Intendencia para hijos de funcionarios municipales, era que se trataba de una de las tantas "viejas disposiciones" de aquella época infame, propia del "país de la cola de paja", que había sobrevivido por inercia.
Sin embargo, la norma en cuestión no era para nada añeja. Había sido aprobada por el primer gobierno de izquierda en Montevideo, durante la Intendencia del Dr. Tabaré Vázquez en 1993. Ni más, ni menos.
Esta sí que es una paradoja de las que marcaban con humor y fino acierto los spots publicitarios de uno de los sectores del Frente Amplio en la campaña electoral de 1989.
Los adalides de la reivindicación de la política; los "abanderados" del combate al clientelismo, los reformadores del Estado uruguayo; apenas alcanzaron el poder en Montevideo, pusieron en vigor una de las normas más profundamente enraizadas en las viejas prácticas infames que se criticaban con fervor.
No alcanzó con que el Frente Amplio durante el primer gobierno en Montevideo redujera la jornada laboral de sus empleados municipales manteniéndoles el sueldo, lo que en buen romance representó el mayor aumento real de ingresos, sin que esta mejora estuviera supeditada a ningún tipo de compromiso de rendimiento o de mejora de gestión. Además, les otorgó el "derecho medieval" de heredar los cargos públicos.
Cualquier cosa parece haber sido válida para sumar voluntades y acumular apoyos para finalmente acceder al gobierno nacional.
Es más, hace pocos días, un dirigente importante de uno de los sectores del Frente Amplio denunciaba a otro de los sectores de esa fuerza política por supeditar el acceso de los ciudadanos a ciertos beneficios sociales de carácter público, a la adhesión expresa al referido sector político. Cualquier parecido con la vieja "tarjetita de recomendación" es pura casualidad.
Lo cierto es que ya en su primer mandato gubernamental, en los comienzos de los años noventa, el Frente Amplio puesto a gobernar había olvidado la prédica de décadas anteriores y, buscando sumar votos para ganar, no tuvo problema en emular al viejo y caduco, "país de la cola de paja".
Convendría que algunos dirigentes del partido de gobierno le pegaran una repasada a aquel ensayo que no por antiguo, deja de marcar ciertas circunstancias de sorprendente actualidad.
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