Es una pequeña plaza - algo más que un ángulo de la ciudad - donde se cortan Luis Alberto de Herrera y Francisco Simón. Está al norte de Avenida Italia, por lo tanto fuera de la sospecha de elitismo y frente a dos conocidos sanatorios a los que concurren cientos de personas diariamente. Es un muestrario de fealdad, mugre y desidia.
La placita se llama Giacomo Mateotti, es linda y tiene un monolito de granito y una escultura en bronce que recuerda al dirigente socialista italiano, luchador antifascista secuestrado y asesinado por las bandas de Mussolini en junio de 1924. El estado lamentable de la placita no podrá ser atribuido a que homenajea a ningún burgués, aunque sería un motivo detestable. Pero ni siquiera eso. Tiene un gran defecto: por allí no pasan turistas, sólo uruguayos.
Es un depósito de basura y bolsas, el pasto y las chircas cubren los canteros y la zona de los frondosos árboles. Es una acusación diaria, permanente, contra la ineficiencia y la falta de preocupación. ¿En esa zona no hay CCZ? ¿La descentralización, el alcalde y su junta no tienen nada que ver con eso? ¿con qué tienen que ver?
Por allí pasan miles de personas, ómnibus, autos, está en el corazón de una zona densamente poblada. ¿Qué hace falta para que algún funcionario, un jerarca, alguien electo y pago por la ciudadanía se percate de esa vergüenza? No debe costar mucho limpiarla, arreglarla un poco, mantenerla decentemente.
Es increíble pero la izquierda uruguaya parece destinada a naufragar en la basura, hacer que sus grandes sueños y planes de redención en la capital de los uruguayos sean absorbidos y no absueltos por los chircales, las bolsas de nylon y la mugre.
Hoy mismo en el diario La República el director departamental de Limpieza de la Intendencia Municipal de Montevideo, Andrés Martirena nos explica en dos páginas las razones, sus razones, por las cuales luego de la crisis de la huelga de ADEOM nuevamente la ciudad está sucia, llena de basura.
Le echa la culpa al alto consumo, a la actitud de los comerciantes y a la destrucción de muchos contenedores. Es posible que esa sea la causa. ¿No debería y podría preverse? ¿Siempre tenemos que correr detrás de la basura desbordada? ¿Nunca podremos estar un pasito adelante?
¿No era previsible que aumentara el consumo a fin de año? ¿recién ahora los comerciantes incumplen la normativa al no utilizar un servicio especial para la basura de sus empresas? En la placita Mateotti no hay ningún comercio y la mugre es una vergüenza. ¿Y?
No queremos más explicaciones, queremos que levanten la basura, barran las calles y paren la degradación de la ciudad. O que nos den un plazo para hacerlo y si fracasan que se vayan. Los tornillos de los sillones se están herrumbrando.
Se quema una parte de Tres Cruces y en pocas horas se logra organizar una improvisada Terminal de ómnibus y se obtienen excelentes resultados. No somos incapaces, es simplemente la falta de reacción y el acostumbramiento a ciertas cosas. Malas cosas. No podemos vivir de emergencia en emergencia, la normalidad tiene que ser limpia y organizada.
Al final quiero gastar unos renglones para otra situación que además de mugrienta y desordenada es simbólica. En Centenario y Jaime Cibilis (frente al CCZ 4...) está uno de los liceos y preparatorios más importantes de la capital: el Larrañaga. Si tienen oportunidad pasen y observen, es otra vergüenza. Alrededor del edificio el pasto y el desorden campean, transmiten una imagen de descuido, de mugre, de desorden y de desidia. No creo que sea responsabilidad de la IMM sino de las autoridades de secundaria. ¿de la dirección del liceo?.
¿Qué mensaje reciben los alumnos de ese centro de estudio cuando ingresan o cuando salen de sus clases? ¿No hay posibilidades de limpiar cada tanto, de cortar los yuyos y el pasto, de prolijear la fachada? ¿Hay que esperar a la próxima rendición de cuentas? ¿O hay que averiguar para que tipo de sociedad queremos educar a nuestros jóvenes? No hay duda que así los estamos educando para una sociedad sucia y abandonada a si misma.
No soy pesimista, soy un optimista bien informado y observador. De izquierda que no se resigna.