El infierno es ya, aquí, hoy. Italo Calvino (1)
El escándalo que se produjo por la decisión del juez de fútbol Líber Prudente de suspender un partido de fútbol porque el Club Nacional de Fútbol se presentó en la cancha con 1 minuto y 20 segundos de atraso tiene muchas lecturas. Desde la ridiculez más absoluta y total o como parte de la columna mercurial que señala la temperatura de una sociedad. Sus peores fiebres.
Estoy seguro que todo depende de la parte del escenario en que uno se coloque. En los paños de los periodistas agredidos, pateados apedreados y heridos, es una cosa. No sólo por la herida concreta, por los cinco puntos de sutura, sino por algo mucho más grave que dijo Alberto Kesman internado en el sanatorio donde lo curaban de su herida en la cabeza “si no fuera mi trabajo, no volvería más a una cancha de fútbol” Esas son heridas en otra parte, en el alma y no se curan. La otra fase que pronunció Kesman en Telemundo fue “esa patota era de pollo y whisky”. Es así. Es lo que hay valor y, es a lo que no debemos resignarnos.
No quiero imaginar que le hubieran hecho al juez de fútbol Liber Prudente si la hinchada de la tribuna “oficial” que ocupaba el hall de entrada del estadio lo hubiera “capturado”. No hay que ser muy geniales. Lo linchaban y hoy todos estaríamos lamentando “otra desgracia”. ¿O no?
Todos los sociólogos uruguayos que se precien de tales, en algún momento de sus vidas analizaron el papel que el fútbol tiene para los uruguayos, para su identidad, su imaginario, como expresión de las pasiones y frustraciones de nuestra sociedad.
Que sea el colegio de árbitros y la AUF que analice y determine sobre la conducta de un árbitro que suspendió un partido por ese motivo, con una cancha repleta con más de doce mil hinchas, aquí en Uruguay. No es un asunto que me motive ni me interese. Lo mismo que voy a escribir ahora, lo haría si se tratara de Peñarol o de Tacuarembó.
Juan José Castelli El "orador de la revolución de Mayo" y uno de los más lúcidos patriotas latinoamericanos cuando se estaba muriendo de cáncer a la lengua, el 12 de octubre de 1812 pronunció sus últimas palabras: "si ves al futuro dile que no venga".
Esa frase me arrolló. ¿Este es el futuro que se nos viene encima? ¿Acaso la pérdida de tres puntos en un campeonato de fútbol, por un partido suspendido justifica que patotas de pollo y whisky o de cualquier otro menú incluso el más pobre asalten a periodistas, apedreen y ponen en riesgo la vida de la gente o quieran linchar a un árbitro? Integrantes de la hinchada de Peñarol el día anterior apedrearon en el estadio Charrúa a dos vendedores de entradas e hirieron a dos policías. ¿Ese es el futuro? No, ese es el presente, el futuro es peor. “Y ahora vendrán caras extrañas” con sus rostros compungidos, sus lamentos, sus interpretaciones. Demasiados diagnósticos y poca medicina.
En el Uruguay de hoy una de las tareas más progresista y civilizatoria de nuestra sociedad (conceptos totalmente inseparables) es asumir que la violencia y el desmadre están llegando a niveles intolerables y que hay que frenarla e invertir la tendencia. Y que es una tarea impostergable. Es una tarea de todos, pero no por ello hay que distribuir y desdibujar las responsabilidades. Muchas veces cuando es de todos, no es de ninguno.
La semana pasada escribí en Bitácora un artículo sobre “La autoridad y la izquierda” y un cierto complejo para asumirla y ejercerla de manera democrática, pero clara y firmemente. Ni soñaba que pocas horas después tendríamos una nueva expresión de este desmadre permanente de las formas de convivencia. Ni la cantidad de mensajes que recibí sobre este tema, aparentemente tan alejado de la “cultura” de izquierda. Muchas a favor pero también en contra de mis opiniones. De todas aprendo.
Lo que pasó el domingo es un hecho más de violencia que se expresa en diversas manifestaciones de nuestra sociedad y en todo el país. Y dejémonos de eufemismos, son delitos que comienzan así y se sabe donde terminan. Pegarle una pedrada a una persona, es lo mismo que tirar cientos de piedras, es simplemente un problema de puntería o de azar. Dejarlo herido o matarlo es también parte de lo mismo. ¿Acaso los veinte que le pegaron en patota al periodista Mauro Más tenían claro el límite y las consecuencias?
Es la cobardía de la turba y la irresponsabilidad de los que se creen impunes. Esos vuelven a sus casas y luego acarician sus mujeres y sus hijos y se sienten ciudadanos ejemplares. Y estuvieron a un centímetro de matar a un ser humano. Ni siquiera voy a agredir a mis lectores con explicaciones sobre las causas, sobre una tentativa de justificación de los motivos. Les pegaron y punto. Los agredieron sin ningún motivo y basta. Lo demás es ser cómplices. ¿O debemos aceptar que por la decisión de un árbitro de fútbol – por lo equivocada que sea – podemos explicar tanta barbarie?
A un círculo si se lo acaricia mucho se pone muy vicioso. Y este es un circulo que desde hace años los uruguayos acariciamos. Los dirigentes del fútbol (en este caso concreto), los legisladores y gobernantes, los jueces (del Poder Judicial). Y no me vengan a meter en este asunto a la policía. Ellos ejecutan las políticas y las órdenes, y en este como en otro caso en el Uruguay no son parte del desmadre. En absoluto. Ni tampoco de la “omisión de respuesta”. ¿Quién puede prever que a los dos minutos de empezado un partido sin ninguna importancia en la definición de nada (y aunque la tuviera) se va a desencadenar una guerra?
La policía formará parte del desmadre cuando se supere el límite de que la organización sindical y sus acciones dejen desamparada a la gente. Las huelgas en la policía no son democráticas, ni de izquierda, son una de las tantas estupideces que se han hecho por falta de la más elemental preparación sobre los temas de seguridad ciudadana.
O desmontamos el círculo o se nos vienen encima grandes vicios sin retroceso. Y no sólo en el fútbol, en todo. Los delincuentes - y los que agredieron a la gente el sábado y e domingo son eso - no por bronca, ni por indignación, sino por la ley y la decencia, aunque sean de “pollo y whisky” deben ir presos. No procesados sin prisión, presos. Me juego una mano que después de estos episodios no termina uno sólo procesado y con prisión o haciendo trabajos comunitarios en serio y con la prohibición por muchos años de ir al fútbol.
Si las leyes no alcanzan hagámoslas mucho más duras, en este como en otros temas. Y que no me vengan con la cantinela de que la dureza de las leyes no disuade a los delincuentes. Procesen con prisión a todos los que se les pruebe su participación en esta turba agresora o a los que tiraron piedras en el estadio Charrúa y verán si a la hora de reaccionar como las hordas todos no lo piensan tres y cuatro veces. Saquen un buena cantidad de puntos u otras sanciones peores a los clubes involucrados y veremos si sus dirigentes no entienden de una vez que no pueden ser promotores de las turbas o hacer la vista gorda.
Eso pasa con todo. Cada informativo sobre la captura de un delincuente es un repaso de sus antecedentes. Todos tienen un prontuario interminable. Con 30 años de edad 4 y 5 procesamientos, incluso algunos por homicidio. Es decir que la cárcel es un leve accidente en su profesión. Y así es el futuro que se nos viene encima. Es de terror.
Este es un tema que exige un abordaje integral, pero a nivel del sector más delicado y sensible no estamos mucho mejor. Me refiero a la educación. Faltan ideales, proyectos, credibilidad de las autoridades, lideres educativos. Un amigo italiano me contó que en los barrios difíciles de Paris hay una consigna entre los jóvenes “Hagámonos el Edipo con la policía” ¿ese es nuestro ideal democrático y de libertad? ¿Eso es ser de izquierda o progresista?
No se trata de utilizar la autoridad que nos impone la Constitución, las leyes y sobre todo las formas decentes de civilización porque de lo contrario lo hará la derecha - como lo está haciendo en Europa, en algunos casos de la peor manera - se trata de hacerlo porque nos sentimos responsables de la suerte de nuestra gente, de nuestra sociedad y por este camino vamos hacia la prosperidad de la barbarie. Eso si, con muchos diagnósticos y explicaciones.
El cambio por el que muchos lucharon toda su vida no es sólo una mejor distribución de la riqueza y de las oportunidades, es para convivir entre gente mejor, más buena, más decente, más humana, mas sensible.
(1) Italo Calvino- Las ciudades invisibles. “El infierno de los vivos no es algo que será, si hay uno es el que ya está aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos formas para no sufrirlo. La primera le resulta fácil a muchos: aceptar el infierno y formar parte de él hasta ni siquiera verlo más. La segunda es más riesgosa y exige atención y compresión continua: tratar de reconocer quien y que cosa, en medio del infierno no es parte del infierno y hacerla durar, darle espacio.”