Es necesario "bajar la pelota al piso" antes de seguir cometiendo errores y generando climas negativos.
Las palmas se las lleva, por lejos, la política exterior. En la última semana sus iniciativas han sido sorprendentes por la falta de sensatez y por el desprecio hacia las reglas institucionales. Primero en forma intempestiva se produce el conflicto con Gran Bretaña a partir de una iniciativa repentina que, sin que haya existido motivo alguno, establece la prohibición de ingreso a nuestro puerto de aquellos barcos que tengan bandera de las Islas Malvinas.

Se ha negado la existencia de presiones argentinas para tomar tal decisión. No sabemos qué es peor; si las hubo porque se cedió ante ellas y si no las hubo porque se decide generarnos un daño a nosotros mismos sin que hubiera razón que lo explique.

Lo cierto es que el gobierno ha generado un incidente diplomático con Gran Bretaña y corre riesgo de que ocurra otro tanto con España, por impulsar una medida que lo único que busca es dar una nueva señal de sumisión a las pretensiones del vecino gobierno. Por otra parte, el gobierno argentino sigue sin dar muestras de reciprocidad.

Causa indignación que el mismo día que el gobierno uruguayo tomaba esta medida absurda, el Presidente paraguayo se quejaba ante el gobierno argentino por los excesivos peajes que cobraba el gobierno argentino por el tránsito de energía paraguaya hacia nuestro país.

Todavía está caliente este tema y, sin solución de continuidad, el gobierno uruguayo inventa un supuesto artilugio para "pasarle por arriba" a la soberanía del Parlamento paraguayo, para demostrar que también actúa con particular pleitesía frente al gobierno de Chávez. La Cancillería uruguaya ha promovido un acuerdo en el MERCOSUR que, violando el Tratado de Asunción, pretende imponerle a Paraguay la incorporación de Venezuela sin que tenga el voto favorable del Senado paraguayo.

Se viola el derecho de uno de los Estados miembro para imponer el ingreso de un gobierno que no pasaría el examen que establece la "cláusula democrática" para pertenecer al MERCOSUR.
Mucha falta de reflejos institucionales, mucha ausencia de calma y de serenidad para llevar adelante una política internacional. Mucha predisposición a buscar el aplauso de los gobiernos de Argentina y Venezuela. Mucha pérdida del equilibrio en la orientación de la política internacional. Mucha falta de visión para interpretar las actitudes hostiles del vecino gobierno de Argentina y la tibia solidaridad brasilera.

Por si fuera poco, los países grandes del bloque proponen aumentar el arancel externo común, lo que en "buen romance" nos condenaría a un encierro comercial cada vez más riesgoso y mezquino. Poco o nada se dice al respecto, cuando esta iniciativa es mucho más grave que todos los demás asuntos impulsados por el gobierno uruguayo.

Lo único que exhibe como resultado la actual orientación de la política internacional de este gobierno es el levantamiento del bloqueo del puente de Fray Bentos, lo que seguramente hubiera ocurrido de todos modos, una vez que se conoció el fallo del Tribunal Internacional de La Haya.

No tenemos recuerdo de un gobierno que haya tenido una actitud más entregada a las exigencias argentinas, a cambio de nada.

Y no nos metemos en otros asuntos, como la pérdida de compostura del Presidente destratando de manera indigna a un profesional de la prensa, o como las acusaciones del Ministro del Interior a la oposición por la falta de resultados de su política de seguridad, o los ataques insólitos de la primera senadora del MPP hacia el representante del Partido Nacional en el CODICEN el mismo día que el Presidente buscaba los acuerdos con la oposición.

Es demasiado para tan pocos días. Y todavía había quien reclamaba que no se "tinellizara" la política.
Lo del principio, que llegue rápido el descanso y que en él se reflexione sobre el rumbo seguido en estos últimos días.