Estamos en plena campaña electoral y todo, absolutamente todo lo que hagan los candidatos y sus alrededores será leído, visto y catalogado dentro de la lógica electoral. Es natural y es una peligrosa simplificación.
Escuché a Mujica y, si bien puedo tener matices, sobre todo cuando se refirió a que el "Pistola" no necesitó de títulos para ser profundamente solidario cuando si los hubiera tenido también lo podría haber sido perfectamente, lo importante es que encontré al Mujica de siempre, con su mirada particular, con su identidad a cuestas, con sus ideas siempre expuestas a la intemperie. Y ese ha sido un cambio muy grande en la política uruguaya y no solo uruguaya.
Hoy a Mujica sus adversarios políticos ya no lo corren más por el lado de su autenticidad porque saben perfectamente que está blindado, que en realidad es su principal punto de fuerza. Llegó a la Presidencia, la ejerció durante más de cuatro años y medio y sigue siendo el mismo Mujica de siempre. Y eso actualmente en política tiene un valor impresionante.
Cuando la política en todo el mundo está en crisis en su relación con la gente, un político que no fue transformado por el poder en sus costumbres, en su modo de vivir o en su forma de comunicarse con sus semejantes es un gran valor. El gran capital es su humanidad. Para los que lo admiran, para los que le tienen simpatía y para los otros. Incluso para los patricios que se tienen que resignar a esa forma de desacralizar la política y los cargos.
Luego escuché a Tabaré, no a Vázquez sino a Tabaré, al que yo conocí en 1989, en 1999 y en el 2004, en el relato de una anécdota de cuando se recibió de médico y el "Pistola" y un grupo de sus amigos de toda la vida siguieron a "Tabita" y lo querían proteger en su examen final para recibirse de médico.
Es que ese día todos sus humildes amigos de La Teja se estaban recibiendo con Tabaré. Era una victoria de todos ellos y querían estar presentes. Uno de ellos, que había jugado a la pelota en las mismas calles polvorientas de su barrio, que había compartido la tribuna de Progreso, la aventura de pescar y de ir a los mismos campamentos, se había destacado, se iba a recibir de médico. Era el sueño colectivo de "m´hijo el dotor".
Esa anécdota era además una extraordinaria pintura del Uruguay de aquellos tiempos, en los que el hijo de un querosenero, trabajador y humilde podía recibirse de médico.
Pero la anécdota pinta mucho más, sobre todo si se la proyecta. El doctor Tabaré Vázquez, que llegó a ser profesor grado 5 de la Universidad de la República, presidente de Progreso F.C. sacándolo campeón de la serie "A" de fútbol, intendente de Montevideo y hasta presidente de la República, nunca se olvidó de esa gente, de su gente más cercana. Y para ello hay que tener fidelidad a las raíces, a los afectos forjados en la infancia y en la juventud. Él cambió su condición social, cultural e incluso tuvo un enorme ascenso en su papel en la vida del país, pero siguió fiel a sus amigos.
A esos amigos los conocí de casualidad en 1999, en el entretiempo entre la primera vuelta y el balotaje en la ribera del río Uruguay, en el departamento de Río Negro. Estaban pescando en un campamento que me hizo acordar a los que en turismo armaban mis compañeros de Codarvi, allá en los años 60 y 70. Estuve unas pocas horas. Era uno de los miles de campamentos que los uruguayos organizan de las más variadas formas en Turismo, aunque en ese momento estábamos lejos de esa semana de jolgorio nacional. Pero eran ellos, con sus lazos de amistad y humanidad.
Una de las victorias principales conseguidas por nuestros adversarios políticos es haber aislado los aspectos humanos de Tabaré. Es solo el expresidente de la República, y cuanto más expresidente a secas, mejor. Cuanto más lejos de las anécdotas que contó en el homenaje a Marsicano, mucho mejor. En eso hemos colaborado también nosotros. Hablo en general para no resultar antipático.
Tabaré ganó las elecciones de 1989 y de 2004 porque era un político diferente, que venía de otras sensibilidades, de otra experiencia de vida, de otras prioridades humanas que le daban más credibilidad y más confianza a la gente humilde y a la gran mayoría de los uruguayos de que cuando llegara a ocupar estos cargos su prioridad sería la gente y no el poder. Y se fue de la Presidencia en el 2010 con el 70% de apoyo, un nivel récord absoluto en la historia política nacional, porque demostró durante cinco años que no se olvidó de la gente, al contrario.
Lo peor que nos puede pasar, y que en cierto sentido nos está pasando, es que hayan logrado clavar a Tabaré a la presidencia y no a su vida, entera, completa, a su experiencia humana. Es el "expresidente" que quiere revalidar. Ya no es más el hijo del trabajador de Acodike y Ancap, ya no es de La Teja, de Progreso, de El Arbolito ni el médico o el político que vino de afuera de ese mundo y lo cambió. Ahora es el "expresidente o el "futuro presidente". Y si eso sigue así, nos jodimos. No hay nada peor que si logran ponerle el traje de presidente antes de tiempo, antes del 1 de marzo del 2015. Es letal.
Y nos jodimos todos. Tenemos confianza en las futuras transformaciones que el país se merece y que necesita porque Tabaré tuvo un gobierno exitoso, pero especialmente por su condición humana, por su trayectoria y porque confiamos en que el poder y sobre todo las aspiraciones a revalidar la presidencia no lo han cambiado. Y en el homenaje al "Pistola" yo lo reencontré. Si logramos reencontrarlo con todos los uruguayos, volveremos a ganar.
Si en el 2004 ese fue su capital principal, incluyendo naturalmente su Intendencia de Montevideo, su historia de vida ahora es todavía más necesaria, imprescindible, porque gobernó Pepe Mujica y torpedeó los oropeles del poder, a veces demasiado para el gusto de algunos patricios, pero perforó todas las solemnidades. No voy a repetir cuáles han sido sus armas, pero en el imaginario de la izquierda y del pueblo son todas imágenes y realidades progresistas, de cambio, plebeyas. Y todos los políticos tienen que hacer sus cuentas con esa nueva realidad.
El domingo de noche, luego de ver el informativo de Canal 12 y el discurso de Tabaré y Mujica, pero sobre todo por el reencuentro con el Tabaré que yo conocí, el de La Teja, el de los Diablos Verdes, el que escuchaba mejor que nadie los sufrimientos de la gente, en su consultorio o en sus recorridas por el país luego de la crisis, tuve muchas más ganas de pelear, de hacer campaña electoral.
Recién llegábamos con Selva de Cardona y Florencio Sánchez y les puedo asegurar que esa es la visión que reclaman, que quieren, en la que confían no solo los frenteamplistas de abajo, del corazón del país, de un territorio "comanche" donde el FA salió siempre tercero en las elecciones, sino la que espera la mayoría de los uruguayos sin definición, los que nos prestaron el voto y los nuevos votantes. Hay hambre de que la humanidad esté por encima de la política. Y eso no se logra con cortinas de humo: para eso se necesita realidad. Realidad e historias personales auténticas. Lo demás es humo.
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