Ahora, luego de los primeros festejos hay que tener la generosidad de mirar a los ojos a todas las uruguayas y uruguayos e invitarnos a reflexionar juntos. Cuanto más rápido dejemos atrás el largo camino electoral mejor será para todos. No sólo por las heridas que puedan quedar, sino por la necesidad de mirarnos con otra cabeza, con una visión menos urgida por la necesidad de cautivar.
Creo que una de las pruebas más difíciles y complejas que debe afrontar un político y que definen su estatura no son las derrotas sino las victorias. Es la grandeza con la que es capaz de captar el mensaje de su gente, de sus conciudadanos.
La fórmula ganadora está ante ese escenario. Y digo fórmula porque todos sabemos que hay un presidente electo y un vicepresidente electo, pero también que durante muchas semanas recorrieron el país prometiendo un esfuerzo compartido, responsabilidades diversas pero compartidas y esa es una prueba de fuego de si cumpliremos o no las promesas. Es algo nuevo, hay que verlo.
Ya festejamos, nos abrazamos y desplegamos todas nuestras banderas, alejamos nuestros temores, ahora hay que comenzar a construir con rigor, con serenidad y con grandeza. Eso nunca puede significar que renunciemos a nuestra identidad, a nuestros proyectos, a nuestros compromisos con la gente.
Ahora se viene el equilibrio en serio. Al otro día de las elecciones cambiaron muchas cosas y sobre todo muchos equilibrios. En las instituciones, en los partidos, en la sociedad, en la prensa. Y dentro de cada uno de nosotros.
Tenemos por delante cinco años para demostrar que los compromisos se honran, al menos en su espíritu fundamental, en el valor de las grandes orientaciones. Nos comprometimos a seguir creciendo, y hacerlo en forma sostenida y como parte de un proyecto de desarrollo que implica una redistribución de la riqueza, un aumento sensible de las oportunidades, y mejoras en el empleo, en la educación, en la cultura y en la salud. Y para ello realizar los cambios y reformas que son necesarios.
Cinco años para demostrar que sabemos manejar el complejo equilibrio entre cumplir con los principales compromisos en políticas económicas y sociales manteniendo una mirada estratégica y abrir nuevas formas de participación política y ciudadana mucho más amplias.
Todo esto es simplemente la introducción para lo que más me interesa. El principal compromiso, el que habla de la libertad y de la moral republicana tiene que ver con el ejercicio del poder. Los segundos cinco años de gobierno son diferentes, muy diferentes a los actuales.
Se terminó la sorpresa, la novedad, salimos de la crisis, conocemos el Estado y los diversos resortes del poder. Sabemos cuánto pesa, cuánto condiciona, cuán tentadores son sus arrullos y destructivos los errores. El dulce pica los dientes.
Modestia, mucha modestia. Esto vale para todos, para los que culminan sus mandatos a todos los niveles, los nuevos que entraran a ocupar diversos cargos, los que estamos afuera y seguiremos estando.
No falsa modestia, modestia en serio. Asumir plenamente que lo único que nos han dado es un mandato, una responsabilidad, una representatividad de parte de nuestros iguales, de nuestros conciudadanos. Que las vueltas de la historia nos pusieron en determinados lugares, pero que no existe providencia que nos haya elegido para la eternidad. No hay providencias, ni de derecha ni de izquierda. Ni para los individuos ni para el colectivo político.
Me lo digo a mi mismo. Nos renovaron la confianza, seamos más exigentes, más críticos con nuestro papel. No nos empequeñece, no nos reduce, al contrario.
Es fácil reclamarle a la política y a las ciencias sociales, a la economía sentido crítico como instrumento insustituible de superación y cuando nos toca el turno ensayar la más elegante de las verónicas. Las campanas siempre estarán tocando por nosotros, sobre todo si manejamos el poder, en cualquiera de sus porciones.
Seamos críticos en la compleja relación entre el poder y la izquierda, entre la tentación mesiánica de considerarla una herramienta capaz de imponer la verdad, nuestra verdad a todos, por encima de sus propias convicciones. El poder que recibimos es democracia, es una puerta de vaivén.
Los que alguna vez creímos que cruzada la puerta del poder no había vuelta atrás, en lugar de salir por la misma puerta nos sacaron por los agujeros del muro. En el Uruguay es un peligro remoto, imposible, pero de todas maneras siempre hay que tener una cuota de anarquismo.
En dosis elevadas el anarquismo es veneno, en su justa medida es una vacuna necesaria contra las tentaciones del poder y del Estado.
El poder en sus principales patologías ataca primero las ideas, las deforma, las corrompe hasta transformarlas en meras justificaciones del poder mismo. Estemos alerta.
No creamos que las enfermedades del poder se manifiestan sólo en grandes y monumentales síntomas, no tienen porque llegar a los 42 grados de fiebre, a veces son señales sutiles, imperceptibles pero que proyectadas llevan al desastre. Estemos siempre vigilantes.
A veces tiene manifestaciones colectivas, soberbias de partido que se creen invencibles, otras expresiones individuales. Vigilemos en ambas direcciones.
Giuseppe Garibaldi tan enroscado en nuestra historia nacional escribió en su libro "Revisión de mis memorias": "Mi vida ha sido impetuosa: compuesta del bien y el mal, como creo que está la mayor parte de las gentes. Tengo la conciencia de haber buscado siempre el bien para mi y para mis semejantes. Si alguna vez hice el mal, fue sin quererlo. Odio la tiranía y la mentira con el profundo convencimiento de que ellas son el origen principal de los males y de la corrupción del género humano. Soy Republicano, porque este es el sistema de gobierno de las gentes justas, sistema modelo cuando se adquiere y, por consecuencia, no se impone con la violencia y la impostura. Tolerante y no exclusivista, soy incapaz de imponer a alguien por la fuerza mi Republicanismo"
Sigamos adelante por la impetuosa vida republicana y democrática. Que eso es fundamental para ser uruguayos y de izquierda.
PD. Excelentes los discursos de Muijica y Astori el día de las elecciones. En el tono y con la valentía que el país, necesita. Asumir el liderazgo de un gobierno es jugarse.