El tema central es que los discursos de diferenciación, de disputa interna hacia junio no devoren el discurso central, el mensaje central y unitario que debe transmitir el Frente en su conjunto. Los partidos tradicionales, aún en medio de duras disputas internas, están manejándose con mucha prudencia. Aprendieron las lecciones de otras elecciones. Veremos cómo sigue, en nuestras filas y en las de los adversarios.
El discurso tiene un papel clave en una campaña electoral, define los contenidos, las prioridades y las claves de la comunicación con los ciudadanos. Es más, la comunicación tiene la obligación de ser coherente con el discurso, con el conjunto de ideas producidas y expresadas por la fuerza política y en particular por el candidato principal.
El mensaje de los partidos y candidatos no se proyecta solo a través del discurso, juegan los resultados de dos periodos de gobierno, la imagen de sus líderes y de sus acciones políticas. Obviamente que todo eso pasa por la comunicación, por la prensa, por la publicidad y la movilización política. En el caso de Vázquez incluso juegan las diferencias entre, los dos gobiernos del FA. No nos hagamos los tontos.
En este análisis me voy a concentrar en esta oportunidad, en el discurso. Para la izquierda uruguaya, el discurso tiene gran importancia, porque definen su propia identidad y ni que hablar, sus objetivos históricos y concretos para el futuro inmediato.
Los discursos comienzan desde el emisor, desde el que produce y emite el discurso hacia la sociedad y la clave son tres: la credibilidad; la densidad de las ideas y las formas de ese discurso. Eso en un cuerpo único e indivisible, es uno solo, en contenidos, formas e impacto.
El discurso más profundo, más sesudo pero reseco, sin ninguna capacidad de impacto y además de compresión limitada, no es por cierto un modelo de aporte para la política en general y en particular para una campaña electoral. Podríamos usar diversas combinaciones para demostrar que forma, contenido y credibilidad son indivisibles.
Un discurso hueco, sin ideas ni aportes de ningún tipo, pero expresado de una manera muy penetrante, con una retórica y una gestualidad adecuada, puede llegar a cierto público, pero en el caso de los votantes y potenciales votantes de la izquierda uruguaya estos siempre esperaran más.
¿Cuál es la gran fuerza, el diferencial del discurso actual de la izquierda y de Tabaré Vázquez? Parte de hechos bien sólidos que le dan una gran credibilidad, mayor incluso de la que tenía antes del triunfo del 2004. Un presidente que se retiró del gobierno con un apoyo del 70% de la población, tiene un nivel de credibilidad muy alto. No hay que ser por cierto una luz de la política y de la politología para comprenderlo.
¿Con eso alcanza y todo será santificado por esa credibilidad? En absoluto, las elecciones se ganan sobre todo por lo que se propone, por las expectativas que se despierta en la gente. Las campañas electorales y políticas no son además un terreno yermo que hay que sembrar, son un territorio de dura confrontación con otros partidos y candidatos. Eso hace apasionado el discurso, porque choca, roza, contrapone ideas.
Otra gran tentación en el discurso, es la saturación, la tentación de abarcar todo o casi todo y rellenarlo de palabras. El discurso no debe confundir profundidad, seriedad, solidez en las ideas, con su torrencialidad. Debe ser capaz de fijar las ideas rectoras, las prioridades, las ideas fuerza. Un discurso sin centro, es una campaña sin centros y transmite falta de un rumbo claro, no solo en la comunicación sino en el futuro de la gestión de gobierno.
La primera gran fuerza de la izquierda actual y de su candidato es su credibilidad, el hecho de que cumplió con las propuestas y promesas formuladas en su campaña del 2004 e incluso las superó y eso en un mundo donde los políticos están bajo la sospecha de no cumplir sus promesas es un enorme capital político. Y eso multiplica su valor en un país donde los 4 anteriores gobiernos fracasaron estrepitosamente y sufrieron un proceso de pérdida constante de apoyo desde que volvimos al régimen democrático en 1984, mientras que la izquierda obtuvo la mayoría absoluta de los votos y se consolidó como la principal fuerza política nacional. Es un gran capital político: eso es credibilidad.
¿Cuál es la pregunta intrínseca o explícita que le plantea la sociedad a la izquierda en la actualidad? Salimos de la crisis, hay nuevas condiciones en el país ¿qué le propone el FA de nuevo, que entusiasme, que le de nuevos impulsos al país, en todos los aspectos y en particular en los tema percibidos como críticos por la mayoría de los uruguayos?
Eso no es publicidad, marketing (esa horrible palabra utilizada en la política), eso es un Proyecto Nacional serio, renovado, con grandes objetivos materiales, sociales, espirituales, morales, culturales.
Las encuestas muestran que la gran mayoría de los ciudadanos reconocen la notoria mejoría de la situación económica y social y de la gran mayoría de su población en todo el país. Esto es muy importante pero no es suficiente, la gente pide más, mucho más que antes. Y somos nosotros los responsables principales de que la gente pida más.
Pide más en la economía, en la producción, en el empleo, en los ingresos y posibilidades de las familias, de las empresas, de la sociedad en su conjunto. Pide más y mejor funcionamiento de las instituciones y en las capacidades del gobierno, en la gestión, esa palabra que puede definir muchas cosas, pero que en lo fundamental hoy quiere decir, menos desorden, mejores resultados, menos zigzag en los temas importantes, más seriedad y sobriedad. Quieren más y mejor.
Y en ese sentido Vázquez tienen un gran capital propio y sobre todo asociado a Astori, eso no tiene que ver con la fórmula, sino con algo más importante y de fondo. Ese fue uno de los principales mensajes ganadores en el 2004. Ahora tiene un valor renovado por 9 años de resultados en la economía y en su impacto en la sociedad y en particular en el trabajo, la producción, la inversión.
La gente pide más y mejor seguridad, de eso no tengamos la menor duda. No quiere explicaciones y diagnósticos, quiere un mensaje claro sobre como invertiremos la tendencia al crecimiento de los hurtos y rapiñas y de otros delitos.
Pide y exige más y mejor educación en general y pública en particular, a todos los niveles y en especial, quieren liderazgo e ideas claras en la enseñanza secundaria.
Pide y exige que luego de impacto muy positivo de la reforma de la salud, de las operaciones masivas y gratuitas de los ojos, de la cobertura universal, este proceso no se estanque y empeore la calidad de la atención. Y esas son cosas muy concretas, es la calidad y la rapidez de respuesta en la prevención y en la atención en todo el sistema de salud.
La gente no pide, pero saltaría como un resorte si volviéramos atrás en la gestión de los bancos públicos como un barril de pérdidas sin fondo o se paralizaran las inversiones en infraestructuras vitales, como puertos, aeropuertos, comunicaciones y exige que mejoremos el ferrocarril y las carreteras y toda la infraestructura vial, aunque se haya hecho mucho.
La gente pide siempre más transparencia, honestidad, moralidad en la función pública. Esa es una constante.
La gente pide menos tensiones internas, mejor dicho menos internas en el FA y más acción y claridad en el gobierno futuro y que el poder no nos devore el alma. Es un clamor.
Estos dos años de gobiernos progresistas le han dado más confianza a la gente en su país y en ellos mismos y eso los hace mucho más exigentes, ya no somos todos enanos llorosos y resignados, somos mucho más exigentes.
Si en nuestro discurso no somos capaces de cautivarlos sobre esas exigencias, y sobre todo proponerle ideas, proyectos, rumbos claros, más claros y definidos, superándonos a nosotros mismos, asumiendo errores y retrasos, la batalla será más dura, mucho más dura, porque la oposición es capaz de prometer el a diestra y a siniestra, sobre todo a diestra casi sin límites. Tienen la memoria corta y la promesa larga.
No se trata de intentar siquiera recrear la mística de otras épocas, esos son delirios, se trata de aumentar las expectativas, las esperanzas y las posibilidades de la gente de participar mejor en el futuro de los cambios.
Es muy difícil que la oposición gane las elecciones, pero nosotros podemos perderlas. El mérito es todo nuestro, para bien o para mal.
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