El affaire de Sendic y su presunto título de licenciado puso de manifiesto la dificultad de los actores públicos para razonar correctamente. Descartando que exista una voluntad manifiesta de manipular a la ciudadanía, debemos convenir que la reacción de buena parte del oficialismo no responde a las leyes de la lógica. Como dice el ministro Eleuterio Fernández Huidobro, no es un problema de ideología sino de biblioteca.

El escándalo expresa tres premisas fundamentales: 1) publicaciones periodísticas en las que el implicado se contradice pero que indicarían que el título no existe ni lo posee, 2) declaraciones de dirigentes opositores bastante conmiseradas pero también de tono condenatorio, y 3) una denuncia de algunos de sus compañeros del Frente Amplio que atribuyen la difusión de estas noticias a una campaña política contra el vicepresidente y el propio Frente amplio.

Supongamos que la campaña existe y que tiene incluso sus ideólogos, responsables de planificar hostilidades aún más ambiciosas hostilidades contra Sendic y el Frente. Si así fuera, la premisa 3 también lo sería, y daría una explicación conspirativa pero plausible a la premisa 2. Ahora bien, si esto fuera cierto, ¿en qué cambiaría la veracidad y la gravedad de la premisa 1, esto es, de que el vicepresidente de la República engañó, mintió, tergiversó o se confundió de manera contumaz y cuasi delictiva con respecto a sus créditos universitarios? En nada.

Aún en esta hipótesis, la cúpula frenteamplista debería enfrentar tres problemas, sólo que el complot de la oposición está fuera de su control y la opinión de los complotados forma parte de su derecho a decir lo que quieran. En cambio, la honorabilidad de sus dirigentes y gobernantes es algo de su entera incumbencia.Por ahora, el discurso oficialista buscando tapar el sol con la mano y eludir las consecuencias de la premisa 1: piensan salir en defensa de Raúl Sendic como si las denuncias no existieran ni fueran graves. Cuando era niño, concurría regularmente al Palermo con mi padre a ver a Central. Quizás por tratarse de una pasión sufrida, mi padre elegía ver el partido con sus amigos atrás del arco, en la tribuna que hoy lleva el nombre del gran Juan López, en lugar de usufructuar el palco de socios. De modo que, cuando había penal contra Central,era como estar debajo de los tres palos. Yo me tapaba los ojos, creyendo que así el golero atajaría el tiro. Si se quieren ahorrar una frustración, no lo intenten. No funciona. En Affaire Sendic, la situación fue advertida por los sectores moderados: no se puede ofrecer apoyo a la “institucionalidad” sin hacer referencia al hecho que salpica al ocupante del cargo.

En política, jugarse todos los boletos al disimulo y el contraataque es un gravísimo error: todo el país está mirando, incluyendo a esos cerca de trescientos mil votantes no frentistas que lo llevaron al gobierno en las últimas tres elecciones.Si los dirigentes frentistas no toman seriamente las denuncias sobre Sendic por una cuestión de honor, al menos que lo hagan por responsabilidad política. Si nada de eso funciona, deberían pensar que no son los dueños del Frente Amplio sino tan sólo sus administradores temporales, que sus antepasados no dudarían en pasar un asunto semejante a un tribunal de disciplina y que tienen la obligación con sus votantes y con todo el país, de seguir construyendo una fuerza política honorable y respetada. Gerardo Sotelo