No hay que pegarle a nadie en el suelo y la verdad es que el  Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y los organizadores del Censo están en el subsuelo. Peor imposible.

Cuando en el mes de octubre ya se anunciaba un proceso lleno de errores y de incumplimientos, escribimos una columna sobre el tema. La realidad superó las peores previsiones. De un mes se pasó a cuatro meses para completar el trabajo de campo y leyendo las cifras nos invade un mar de dudas y preguntas.

Hacer la lista de los “horrores” de este censo, de sus formas organizativas, de sus comunicaciones previas e incompletas, del impacto y los comentarios sin análisis de ningún tipo por parte de varias autoridades, es tarea imposible y a esta altura inútil. Nos queda una sola pregunta: el censo se terminó, se procesarán los datos que suponemos que será algo veloz ¿cuándo nos dirá el gobierno qué piensa hacer con los responsables de tamaño desastre?

No es solo un ajuste necesario para el futuro de la institución, del INE;  es una señal para el conjunto del Estado uruguayo: las incapacidades, los errores, las ineficiencias tienen responsables y tienen consecuencias. Como sucede en todos los órdenes de la vida, a los que no estamos protegidos por la gigantesca y ciega madre estatal.

Es una opinión unánime, como lo es sobre otras dependencias que alcanzaron las cumbres de la ineficiencia, la situación es muy clara: u obtenemos una explicación precisa y seria sobre las causas de este despropósito o los responsables del INE, su dirección y los organismos de los que depende el Instituto se hacen plenamente responsables de los errores y de los resultados.

Y aquí entramos en un terreno cenagoso. El INE en este país es un organismo serio, cuyas cifras sirven para evaluar aspectos muy importantes de la realidad económica y social y que nos ha merecido siempre la mayor confianza. ¿Cuánto afecta este censo esa confianza, que está basada en dos elementos? Uno, la independencia profesional de toda consideración político-partidaria y la segunda, la eficiencia, la calidad de su trabajo técnico.

También por esas razones esperamos cuáles serán las disposiciones de las autoridades. Si hay un lugar del Estado donde no se puede transigir un instante con el “país atado con alambre” es en el INE.

Ahora entremos en el segundo aspecto de este complejo problema: los resultados del censo. Lo confieso, no me resultan confiables, me sirven como grandes tendencias pero en lo fundamental tiene demasiados puntos oscuros.

Tomemos el principal, la cantidad de habitantes del Uruguay: según el censo del año 2004 vivían en Uruguay 3.241.003 habitantes, y según el censo del 2011 somos 3.251.526 habitantes. En 7 años aumentamos 10.523 habitantes, lo que equivale a un aumento anual de 1.500 personas, un 0.05%.

Estas cifras surgen de un censo, es decir de visitar – se supone – a todos los domicilios existentes en el país y relevar cuantas personas viven en esas residencias. Diferentes son los datos sobre nacimientos y fallecimientos. Estos surgen de los registros reales, concretos y legales que se llevan en el país.

Anualmente en el Uruguay hay aproximadamente 38.000 fallecimientos y unos 50.000 nacimientos, es decir que hay aproximadamente 12.000 personas más por ese simple proceso. En siete años, desde el 2004 al 2011 tendría que haber 80.000 personas más viviendo en Uruguay. ¿Dónde están los 70.000 que no aparecen en el censo?

Hay una sola posibilidad: emigraron. Desde hace tres años y basados en los datos de la Dirección Nacional de Migraciones (DGM) la tendencia de los últimos 40 años de que se iban más uruguayos de los que regresaban al país se invirtió y hoy hay más uruguayos que regresan que los que emigran. No es una suposición, una encuesta, son datos con nombre y apellido de los movimientos en los aeropuertos, puertos y puertos de frontera.

Otro elemento, la misma DGM nos informó hace poco que en los últimos tres años se instalaron en el Uruguay 2500 extranjeros que solicitaron la residencia en el país.

En las elecciones nacionales del 2004 votaron 2.229.611 ciudadanos, en las elecciones del 2009 el número de votantes fue de 2.330.336, ¡¡¡en 5 años hubo un aumento de 100.725 votantes!!!                   

¿De donde salieron esos 100 mil votantes de más en cinco años? ¿Vinieron del exterior? No, y mil veces no. Viajaron más uruguayos del exterior a votar en el año 2004 que en el año 2009. Si la población total no aumentó no hay ninguna explicación posible al aumento de los votantes y de los inscriptos. Ninguna. A menos que los únicos que emigraron en el período 2004-2011 (entre los censos) hayan sido “no votantes”. Imposible.

Otro elemento, los inscriptos en el registro electoral: en el año 2009 eran 2.563.250, en el año 2004 los inscriptos eran 2.487.816, en 5 años aumentaron 75.434 los ciudadanos inscriptos. ¿No es obvio que de algún lado salieron esos 75.534 inscriptos nuevos? Y si eso sucedió en cinco años, es obvio que en 7 años el aumento tendría que ser mayor.

No hay un número que me cierre. Aumentaron los votantes en 100 mil en 5 años, los inscriptos en 75.000 mil en el mismo periodo y los habitantes en 7 años solo aumentaron en 10.000. Que alguien  lo explique.

Creciendo al ritmo de 12.000 habitantes anuales (diferencia entre nacimientos y fallecimientos) el Uruguay tendrían una tasa de crecimiento demográfico del   0.4% anual. La tasa de crecimiento demográfica en el mundo en el año 2010 fue del 1.14%, la nuestra sería menos del 50% de la tasa promedio mundial. De todas maneras tenemos una tasa de crecimiento anual muy baja, eso no cambia, pero estamos hablando de las cifras de un censo y no de un acertijo, así que las explicaciones siguen pendientes.

En un próximo artículo trataremos de analizar de acuerdo a las diversas teorías las causas de esta tendencia nacional decreciente en el índice de crecimiento poblacional. Un último dato, en los últimos 12 años la población mundial del planeta creció en mil millones de habitantes... y superó los 7.000 millones de habitantes.

Me parece que el lema del Censo 2011,"Contame que te cuento", tendrá que incorporar algún cambio. "Contame bien que te creo".