En un juicio histórico que acaba de concluir en Estados Unidos, la corporación Monsanto fue encontrada responsable del cáncer de un jardinero de escuela que padece un linfoma terminal. El jurado encontró que el glifosato, el herbicida que manufactura esa empresa, fue un factor substancial en ese padecimiento, y que además esa corporación falló en advertir adecuadamente los riesgos que involucra dicha sustancia (1).
El caso es de una enorme relevancia para Uruguay, ya que este herbicida es aplicado en todo tipo de cultivos, y particularmente la soja. No sólo eso, sino que hace pocas semanas atrás una jerarca del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca al comparecer en el Senado comparó al glifosato con una aspirina (2), tratándolo casi como que fuera un simple analgésico en lugar de ser una sustancia riesgosa y potencialmente dañina para salud.
En sentido opuesto a lo que opinan en nuestro MGAP criollo, el juicio que se realizó en la Corte Superior de San Francisco terminó con una derrota severa para la multinacional Monsanto, dejando en evidencia los riesgos del producto. Allí, el demandante fue un jardinero de escuelas, Dewayne Johnson, de 46 años, que como parte de su trabajo utilizaba regularmente el glifosato, hasta enfermar de un cáncer conocido como linfoma no-Hodgkin (3). Según los médicos no vivirá más allá del año 2020 y por ello el juicio fue acelerado. El jurado dictó que Monsanto deberá pagarle un total de US$ 289 millones, compuestos por US$ 39 millones en compensaciones y US$ 250 millones en daños punitivos; la corporación anunció una apelación.
Desde hace años se acumula evidencia sobre los efectos en la salud y el ambiente de este herbicida. Se destaca que en el año 2015 fue catalogado como probablemente cancerígeno por la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, que depende la Organización Mundial de la Salud. En ese estudio se señaló que la exposición al glifosato está sobre todo asociada a cánceres como los linfoma no-Hodgkin, que es justamente el que padece Johnson. En sentido contrario, la agencia de seguridad alimentaria de la Unión Europea en 2015 y 2017, consideró que era seguro.
Pero la situación cambió sustancialmente con este juicio, al menos por dos razones. Por un lado, el juez permitió que se presentara evidencia científica, desde la cual se siguen sumando estudios que muestran sus efectos negativos. Por el otro lado, se descubrieron mensajes y memorándums internos de la empresa con revelaciones comprometedoras. En los llamados “Monsanto papers” (un nombre que emulaba a los “Panamá Papers” de los paraísos fiscales), quedó en claro que la empresa actúo intensamente dentro de la comunidad científica y las revistas académicas para defender su producto y desacreditar a los críticos (incluyendo presiones sobre los editores de revistas técnicas o pagando “autores sombra” para redactar artículos favorables). La evidencia manejada en el juicio por los acusadores apuntaría a una situación similar a la de las tabacaleras, en el sentido que la empresa sabía o sospechaba de los riesgos sanitarios de su producto. Tras esta decisión, se presume que se abrirá una catarata de casos contra Monsanto; en Estados Unidos se estima que están en marcha 4 mil casos.
La situación en los países vecinos, como Argentina y Brasil, apunta en el mismo sentido. En distintas zonas donde se realizan prácticas agrícolas similares a las uruguayas, hay una verdadera inundación de glifosato, y este aparece en los suelos, arroyos y ríos, en la lluvia, en la sangre y orina de las personas, en los alimentos y hasta en distintos productos de uso cotidiano. En Argentina, a medida que mejorar los relevamientos sanitarios aparecen enclaves de altas proporciones de muerte por cáncer en distintas zonas rurales azotadas por las fumigaciones (4). En columnas anteriores en Montevideo Portal me he referido a esta problemática.
Como si nada de esto ocurriera, en Uruguay se sigue utilizando al glifosato intensamente, bajo todo tipo de aplicaciones y con el beneplácito de nuestro Ministerio de Ganadería y Agricultura. Esta es una situación que debe cambiar inmediatamente. El Ministerio de Salud Pública debería actuar rápidamente en este frente para salvaguardar la salud pública, y el control de este químico no puede descansar sobre todo en el MGAP. En cambio, el Ministerio de Agricultura debería abandonar la idea de considerar a ese herbicida como un analgésico para reconocerlo como una sustancia riesgosa y potencialmente dañina para la salud humana y el ambiente. ¿Tendremos que esperar a demandas de los jardineros o jornaleros uruguayos que padecen linfomas? O bien, sin importarle la salud de los uruguayos, ¿solo atenderá razones comerciales y reaccionará cuando dejen de comprarnos todo tipo de productos agrícolas o ganaderos por tener trazas o derivados de glifosato? El papel del MGAP debería ser otro, diseñando cuanto antes los planes de reducción en el uso del glifosato iniciando una transición a una agropecuaria libre de ese agroquímico.
Más información:
(1) Veredicto del juicio, leído por la jueza, en ingles en: https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=um00x2ElTWs&feature=youtu.be
(2) Las comparaciones entre aspirinas y glifosato con de la directora de la dirección de granja del MGAP, ante la Comisión Ganadería, Agricultura y Pesca del Senado, 5 julio 2018, en https://legislativo.parlamento.gub.uy/temporales/S20181967490111.HTML
(3) Demanda original de Dewayne Johnson contra Monsanto Company, se puede descargar en (inglés): https://www.baumhedlundlaw.com/pdf/monsanto-documents/Monsanto-CA-State-Court-Johnson-Complaint.pdf
(4) Un ejemplo es el informe a la Comisión Nacional de Salud sobre las relaciones entre el uso de agroquímicos y el estado sanitario en localidades chaqueñas de Argentina, en: http://redaf.org.ar/wp-content/uploads/2014/05/agroquimicos_salud_informechaco_minsalud.pdf