La imagen que consumimos en grandes dosis en occidente sobre el mundo islámico, en particular sus sectores más fanáticos y ortodoxos no se compadece, no se conecta en absoluto con alguno de los inventos tecnológicos y de las corrientes culturales más modernas, como Internet y el marketing.
El estereotipo que transmiten muchas informaciones y publicidades de un mundo de camellos y desiertos inmutable y paralizado en el tiempo, o de jeques multimillonarios nadando en torrentes de dólares - ahora de euros - y de petróleo es sólo una parte esquemática y pobre de la realidad. Pero la consumimos.
Estuve algunos días de viaje en Italia y por lo tanto alimentando el vicio de mirar los informativos de varios canales descubrí que uno de los mejores y más amplios servicios lo ofrece la cadena Al Jazeera. Pasó de ser una cadena alternativa a los grandes medios occidentales que transmitía en árabe a una completa cobertura en inglés y árabe que está presente en la mayoría de los cables de Europa. Y la amplitud y profesionalidad de sus servicios compite con la BBC inglesa, con RTE Española, la RAI italiana, la televisión francesa y alemana y naturalmente con la CNN, que cada día se parece más a un canal de divulgación del universo norteamericano y de Wall Strett.
En América Latina no tenemos acceso a Al Jazeera, pero realmente mi sorpresa, es una expresión más de mi ignorancia sobre esta nueva realidad, que supongo que incluye a muchos de mis compatriotas y de altos porcentajes de latinoamericanos. Globalización, ma non troppo...
Esta es la parte positiva, la otra experiencia se relaciona con el aniversario de los atentados del 11 de setiembre. ¿Quién era el gran protagonista en los medios, quién ocupaba los espacios centrales? El, nada más que el, Osama Bin Laden. Desde varios días antes circulaban imágenes “capturadas” por la CIA de Bin Laden con su barba teñida y una catarata de especulaciones sobre el futuro mensaje que se emitiría por Internet.
Analistas, antropólogos forenses, especialistas de todas las disciplinas opinaban sobre esa imagen, creando durante varios días una creciente expectativa sobre el contenido del mensaje. Marketing de la mejor especie, campaña de expectativa al nivel de las grandes agencias de publicidad y relaciones públicas. Todo manejado desde las montañas profundas de Afganistán...
Desde hace muchos años, en una paradoja más del mundo actual, el padre y la madre de todos los terroristas, Osama Bin Laden, adiestrado, financiado originalmente por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y enemigo público número uno de occidente y sus alrededores, utiliza el gran hallazgo tecnológico, nacido en el corazón de la cuna de los infieles y del mal para difundir su mensaje por todo el planeta.
Los pastores y camelleros de todo el arco medio oriental seguramente no vieron el video colgado por Al Qaeda en Internet, pero hasta el último televidente en occidente reconoce al primer vistazo la imagen del gran satán terrorista en sus pantallas.
Cuando comenzó la invasión norteamericana y de alguno de sus aliados contra Irak, Al Qaeda no existía en ese país. El tirano Sadam Huseim se había encargado de controlar cualquier aparición, hoy cuatro años después, con cientos de miles de muertos, con casi doscientos mil soldados occidentales y cristianos ocupando su territorio, se calcula que hay más de cinco mil combatientes terroristas de Al Qaeda en Irak provenientes de todos los países del medio oriente. Y no sólo. Como puede apreciarse todo un éxito.
A menos de un año y medio de las elecciones presidenciales en Estados Unidos parece evidente, mejor dicho estridente que la estrategia del presidente George Bush, criticada hasta por un conservador como Alan Greespan es dejarle a su sucesor la pesada herencia de un gran fracaso. Fracaso si se quedan y siguen ocupando y fracaso si se van y se desata un feroz reparto territorial de Irak.
Lo que se llama una guerra global, combatida en las calles, en los oleoductos, en Internet, en las montañas y en la desinformación, en las bolsas de valores, en los surtidores de combustible.