Los procesos electorales deben analizarse no solo a partir de referencias numéricas o porcentuales, sino fundamentalmente políticas. El contexto de cada acto electoral y las tendencias. No creo realizar ningún aporte si digo que con los datos a la vista las señales no son lineales, son complejas. Me refiero a estas elecciones internas que a nivel de la Presidencia del FA va ganando y ganará definitivamente Javier Miranda al terminar el escrutinio. Lento, excesivamente lento.
Lo voy a analizar a partir del concepto de los círculos políticos y sociales del Frente Amplio y del conjunto de la sociedad uruguaya.
El primer círculo del FA está compuesto actualmente por sus organismos y estructuras, comités de base, coordinadoras, departamentales, plenario nacional y departamentales, Mesa y Congreso del FA y las estructuras de los partidos y grupos integrantes del FA. Una estimación mía es que en el año 2012 era de entre 10 y 12 mil compañeros y hoy se sitúa entre 5.000 y 7.000. No se trata solo de un cambio numérico sino de composición, una parte importante de esos compañeros, son funcionarios, políticos, del gobierno y todas sus dependencias, de intendencias y municipios. Y eso tiene una particular influencia.
El gran temor de la estructura del FA de que el resultado electoral fuera todavía más bajo, no surgió de ninguna encuesta (no se hicieron) sino de la escasa movilización en la campaña electoral previa.
El segundo círculo. El FA realizó sus elecciones internas donde votaron 94.766 votos equivalentes al 8.35 del total de votantes en las elecciones del 2014 (senado) y 55.6% de los votantes de las anteriores elecciones internas del 2012 y el 42.6% de las elecciones internas del 2006. Es notorio que hay una tendencia decreciente, que se acentuó en estas elecciones donde la caída fue del 43.4% de la anterior elección del 2012. Actualmente de 94 mil personas, pero heterogéneo, donde hay también sectores periféricos y descontentos que se expresaron de múltiples formas, en particular votos en blanco y anulados, pero también de otras maneras. Mientras la caída del 2006 al 2012 fue del 24.7%; del 2016 al 2012 la caída fue del 43%.
El tercer círculo, corresponde básicamente a los votantes en las elecciones primarias del año 2014, donde se eligió por ejemplo el candidato a presidente del FA y en la que participaron 297.856 votantes. También en ese caso tenemos una tendencia declinante, en relación a las convocatorias anteriores. Y sobre todo cabe subrayar que la diferencia entre los votantes en esas internas y las del 2016 se amplió bastante. En esta elección se nombra nada menos que la Convención Nacional (500 integrantes) y las Convenciones Departamentales (250 integrantes por departamento)... y que en el FA son una figura decorativa, aunque son elegidas por el triple de los votantes que en sus propias internas.
El cuarto círculo. En estos mismos días dos empresas de encuestas (Equipos y Factum) dieron los resultados de su última compulsa y coinciden en dos datos: el FA tiene una intención de votos del 30% con una caída del 18% en relación a las elecciones del 2014 y no se produjo un corrimiento masivo hacia los opositores. Es gente descontenta que no dio el salto, pero es un peligro latente para la izquierda. Que deberíamos observarlo con mucha atención y sentido crítico. En otra columna me voy a dedicar a opinar sobre cuáles son los elementos que considero claves para recuperar terreno en esos sectores. Lo cierto es que en este tercer círculo hay entre 650 y 700 mil personas. Votantes duros del FA.
El quinto círculo, son los votantes en las elecciones nacionales, en el 2014 nos dieron nuevamente no solo la presidencia de la República sino mayoría parlamentaria. Aquí es donde las variaciones han sido menores, y aunque entre 2004 y 2014 perdimos un par de puntos porcentuales sobre el total, mantenemos las mayorías. Nos votaron 1.134.187 ciudadanos. De todas maneras hay que valorar que cambió la tendencia histórica que el recambio generacional favorecía netamente al FA. Si consideramos la continuidad de esa tendencia la pérdida fue de un 6% sobre el total del electorado en estos 10 últimos años (2004 al 2014).
El sexto círculo ya no es del FA sino del conjunto del padrón electoral y en particular al total de los votantes que participaron que fueron: 2.372.117 total de votos emitidos.
Y se podría considerar otro círculo, el séptimo, que aunque no es electoral es de gran significado para un partido de izquierda, es el conjunto de la población, es decir los 3.500.000 uruguayos, incluyendo a menores y personas que no votan pero son uruguayos o residentes y viven en nuestro país o en el exterior con lazos con el Uruguay.
Me disculpo con los lectores si abusé de las cifras, pero considero necesario analizar el conjunto de los elementos a disposición y que forman el bosque en toda su complejidad. Ese bosque que el FA tuvo siempre como referencia en la construcción del bloque político y social de los cambios y más importante todavía, en la base de sus referencias culturales e ideológicas para su Proyecto Nacional. Que nunca fue un círculo homogéneo sino con todas sus fracturas, complejidades sociales y tensiones.
¿Cuáles son las grandes tendencias que han sido confirmadas en estas elecciones internas del FA?
Primero, la tendencia a que la distancia entre los primeros círculos se sigue ampliando, sobre todo entre el casco militante (primer círculo) y los demás. La estructura se ha ido debilitando numéricamente, en su relación con la masa frenteamplista y en su composición, con un peso creciente de los funcionarios. En este 2016, esta tendencia se acentuó, más que en otras oportunidades.
Con el primer resultado casi seguro, el triunfo de Javier Miranda y sin saber nada más, tenemos que darle una dosis de confianza al nóvel presidente electo del FA, tendrá por delante una tarea muy difícil y compleja, que exigirá mucha inteligencia, tacto, capacidad negociadora y coraje. Sobre todo coraje para jugarse. Creo que todos los frenteamplistas tenemos que darle esa carta de confianza y ser simultáneamente muy críticos, muy exigentes. El aparato, sus engranajes, que no son concéntricos, sino que quieren funcionar como engranajes que se mueven desde el centro hacia las ruedas políticas y sociales más amplias, hará todo lo posible para que cambie lo menos posible.
No es por maldad, es por supervivencia, es por la lógica de los aparatos estructurados para su continuidad funcional. Ellos esperarán flotar hasta el 2019 y hasta las nuevas elecciones internas. Es la ideología propia de los aparatos hipertrofiados, es decir de las burocracias.
No se puede estar bien con todos, para sacar al FA de la lógica del primer círculo, del aparato y lograr avanzar y mirar con perspectiva todo el panorama político y social hay que pisar muchos callos, enfrentarse a muchos intereses, y ser equilibrados pero no tanto, porque los callos que se pisan son siempre los más cercanos, los que se ven todos los días en los organismos. El futuro de la izquierda uruguaya en el corto y mediano plazo se juega en la capacidad de volver a reafirmar su propia historia en otro momento que ella misma ha construido.
La clave para medir los cambios en el FA es si volvemos a mirar todos los círculos y si nuestra referencia fundamental vuelve a ser toda la sociedad uruguaya.
Cuando se fundó el Frente Amplio, la izquierda latinoamericana discutía, se peleaba, incluso se mataba en la disputa de quién era la vanguardia. Solo los más veteranos lo recordamos. Se discutía y algo más...
La creación del FA fue un aporte original, único en todo el continente (en Chile luego de ganar el gobierno Salvador Allende el daño que ocasionó esa disputa por el papel del MIR y la dirección del PS chileno fue enorme). En el Uruguay incorporamos un vocablo, un concepto que fue clave, no solo en la forja de la unidad, sino en la cultura democrática de la izquierda: el consenso.
El consenso no era solo la búsqueda de acuerdos, no era solo un método: era escucharnos, aprender entre todos, aprender juntos, dejar que la unidad nos cambiara para mejor a todos, sobre todo en nuestra práctica democrática, antes, durante y después de la dictadura. Y nos dio un enorme resultado, fue la clave de la acumulación de fuerzas, vivida de manera diferente por todos.
El consenso que tuvo en Líber Seregni su supremo cultor y defensor, tiene enemigos muy peligrosos: las mayorías escalonadas e impositivas en la estructura, el gobierno en disputa y la confusión creciente de los roles del gobierno, del FA, de las organizaciones sociales y de la sociedad civil.
Estas elecciones aportaron un dato importante: si se comparan los grupos que apoyaron a cada uno de los candidatos y si se hace una lectura lineal, el favorito con un margen importante era Sánchez, pero incluso en el segundo círculo, en los votantes de esta interna, que se ha reducido en relación a las anteriores, hay valores frenteamplistas originales muy presentes, el principal: la mayoría no quiere copamientos, de nadie.
Pero también hay que valorar que mientras Mónica Xavier fue elegida por más de 60.258 votos y el 43,06% de los votantes, Javier Miranda obtendrá cerca de los 35 mil votos y un 33 o 34% del total, es decir que el resto de los tres candidatos que en el 2012 obtuvieron el 57% del total y ahora subieron a más del 65%. Cuando se trata de las cifras hay que ver las favorables y las otras. Mónica le ganó a los dos candidatos que le seguían, a Ernesto Agazzi y Enrique Rubio, y cuanto menos gente vaya a votar, seguro que esta ecuación empeorará para los equilibrios dentro del FA.
El peor enemigo de todo proceso de renovación será la flotación. El que quiera cambiar lo que hay que cambiar en el FA quedando bien con todos, fracasará estrepitosamente.
Estos son los primeros comentarios que iremos ampliando a medida que se conozcan los resultados de este interminable escrutinio.
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