En este episodio están contenidos muchos elementos simultáneamente, no solo hay aspectos jerárquicos, institucionales, metodológicos y sobre todo políticos. Seguramente, todos ellos fueron evaluados por los que tomaron esa decisión. Es lo mínimo que se puede reclamar.
¿Qué dijo Mir? Que no estaban dadas las condiciones políticas para cambiar el ADN de la educación y que lo que se podía hacer es una transfusión, es decir, algo mucho menos profundo que un cambio de ADN, un paliativo más para una educación en crisis que reclama otro tipo de intervención.
Hablemos claro, en el gobierno y en la izquierda tenemos distintos, muy distintos, criterios para evaluar el estado de la educación. Y hace 10 años que gobernamos el país. En pocos días, el BPS dará a conocer la lista de los 25 mil jóvenes cuyas familias perderán la asignación familiar porque sus hijos abandonaron las clases, es un gran fracaso más, es deserción sobre deserción y en masa.
Hacer una nueva lista de los graves problemas concretos y medibles que tenemos en la educación es masoquismo. No me refiero solo a las pruebas PISA, sino a nuestros propios datos y medidores. Y voy a repetir algo que dijo Mir en el Plenario del FLS: "no hay nada más de izquierda que cambiar la educación". Y él es, desde hace mucho, un firme e inteligente militante por el cambio. Cambio en serio, profundo, sostenible y urgente.
Su compromiso con ese cambio lo demostró siempre, e incluso en su discurso reafirmó nuevamente que esa era una tarea imprescindible, no habló a favor del statu quo, de la paralización envuelta en palabras y planchas permanentes; y agrego yo, en cuidar el cargo a toda costa. Estaba jugado y militando por el cambio.
Él lo dijo "diplomáticamente", yo voy a ser más brutal. Con el gobierno actual de la educación, es decir con el Codicen actual, no se harán los cambios prometidos, se llamen como se llamen, sean del ácido desoxirribonucleico, abreviado como ADN, incluso voy a ser menos optimista que Mir, creo que ni siquiera habrá una transfusión.
¿Por qué? Por una razón muy simple, ya quedó demostrado en el período anterior. No es un problema de capacidad, es un problema de visión, no han demostrado de ninguna manera estar de acuerdo con encarar a fondo la muy compleja tarea de reformar profundamente la educación pública, sus contenidos, su metodología, los niveles pedagógicos, la relación de los docentes y de las instituciones con los alumnos, los mecanismos de evaluación.
Mientras la presidencia y el MEC afrontaban la compleja situación sobre el presupuesto educativo, y ponían la cara y algo más, el gobierno de la educación brillaba por su ausencia. ¿O no?
¿Fue por táctica, por método o por discrepancias? Deberíamos saberlo, todos los ciudadanos.
Se puede discutir, como todo, si están dadas las condiciones para cambiar el ADN, si conviene hablar de ese tema, dónde hablarlo. Pero una cosa está clara: el saldo de este renunciamiento es que Mir era, junto a la Presidencia de la República y el MEC, en particular el viceministro, licenciado Fernando Filgueira, quienes estaban jugados y trabajando por los cambios en la educación. Pero Mir tuvo que renunciar.
¿Cuál es el pecado? ¿Analizar algo que es más que evidente y que será más evidente con el pasar de los meses? ¿Salirse de los rangos jerárquicos? ¿Haber puesto en duda alguna verdad indiscutida?
Yo -que tengo buena memoria- recuerdo un jerarca al más alto nivel del Gobierno poner en dudas la promesa del presidente de poder asegurar que el 100 % de los jóvenes tendrán cobertura educativa. ¿Ese tema clave no forma parte del cambio de ADN? Y no pasó absolutamente nada.
"En entrevista con El Observador, Muñoz aseguró que la meta de tener al 100 % de los alumnos de 17 años en el sistema educativo en 2020 ‘como objetivo está perfecto´, pero es una cifra que ‘en ninguna actividad de la vida se logra´. ‘Es una meta muy alta, a la cual -como decía el doctor (Carlos María) Fosalba- no llegaremos nunca, pero debemos tender a eso´, afirmó."
"Algo similar lanzó sobre el compromiso del presidente de que al final de su gestión el 75 % de los alumnos egresen de bachillerato. Al ser consultada sobre si se llegará a cumplir esta meta, señaló: ‘No. Pensamos dejar un tránsito de educación claramente establecido de qué es lo que se hace del 2005 al 2020 y qué es lo que se hace del 2020 en adelante´".
Hubiera sido una barbaridad pedirle la renuncia a la doctora Muñoz por estas afirmaciones recogidas en el diario El Observador (12 de marzo de 2015).
Grave hubiera sido que Mir afirmara que no estaba de acuerdo con que la educación requiere un cambio de ADN, o peor aún, que se lo callara pero participara de esa flotación hacia la nada y la administración de la decadencia de la educación pública, a la que asistimos desde hace demasiado tiempo, abrumados por diagnósticos improductivos. Eso si, con mucha más plata en el presupuesto.
"Lo peor que puede pasar es que no pase nada", dijo la directora de Educación Secundaria, Celsa Puente. Y tiene toda la razón.
Y lo más infame de todo es que el tema de la educación se discuta desde posiciones sectoriales, desde cuotas de poder, eso sí que no es de izquierda, ni nacional y menos popular. Callarse la boca ante peligros graves y concretos de que el cambio de ADN no se produzca en absoluto, para conservar el cargo, eso sí sería deplorable, incomparablemente más deplorable que la oportunidad o no de hablar del tema fuera de las jerarquías.
Si lo que se quiere es evitar todo tipo de fricciones con el Codicen, es un objetivo posible, lo sabremos cuando se designe al nuevo Director Nacional de Educación y veamos como queda la situación. Si el problema para cambiar el ADN fueron las declaraciones de Mir, yo al menos estoy dispuesto a reconocerlo a voz en cuello y hacerme todas las autocríticas. Pero con los resultados de los cambios de rumbo a la vista, no con nuevos discursos y promesas.
Las preguntas que se formuló Mir en el Plenario del FLS, sobre las asambleas de 2500 maestros en Montevideo chocando contra un gobierno de izquierda, creo que muchos nos las hemos formulado angustiados y seguramente tenemos diferentes respuestas, pero si un Director Nacional de Educación se hiciera el desentendido con las nuevas realidades surgidas del conflicto, habría realmente y correctamente que echarlo.
Una última reflexión, si el problema es de jerarquías, esperemos que en otros casos funcione un criterio parejo para todos. No debería haber dos varas o, peor aún, muchas varas. No por justicia, que a esta altura es lo de menos, sino para garantizar el funcionamiento de un buen gobierno de izquierda, pero me temo que será en una creciente soledad.
P. D.:
Luego de escribir esta nota me enteré de la presentación de la renuncia de Fernando Filgueira, como subsecretario del Ministerio de Educación y Cultura. Cuánto influyó en esta decisión la renuncia de Mir, no voy a ser yo que lo interprete. Pero es una pérdida muy importante, para el Gobierno y para el país. En el MEC y en el Gobierno era el profesional que más sabía sobre educación y quien había elaborado las bases del cambio, si se le quiere llamar ADN, pues del ADN. Esta renuncia confirma de manera por demás clara que no se trata de temas sectoriales en el FA, sino de diferencias de fondo, de concepciones sobre la educación y su ADN. Ahora no hay duda para dónde sopla el viento. Y el Codicen impertérrito.
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