El pasado 1º de marzo se cumplió el segundo año del mandato del Presidente José Mujica. Ese mismo día, Equipos dio a conocer las cifras de una encuesta del mes de diciembre donde el mandatario goza de un 49% de apoyo, respaldo muy alto en comparación con toda la historia nacional.
Todos nos hacemos los interesantes y los interpretadores cuando se conocen las encuestas, pero todos las miramos muy, pero muy bien. No se gobierna con las encuestas ni para las encuestas, pero puedo asegurar y firmar que si la popularidad del gobierno y del presidente hubiera caído, tendríamos asegurados amplios y generosos titulares de la prensa. Así que valen en sentido contrario.
Mujica estuvo en medio de muchas tormentas y debates pero la gente, los ciudadanos, distinguen claramente y lo premian cuando compone, cuando busca soluciones, cuando se calza totalmente los zapatos de un mandatario de izquierda. Y así superó una caída de los meses precedentes. No será sólo ese el balance de un gobierno, pero importa. Mucho.
Comencemos por lo que la gente siente y declara en la encuesta como lo importante: su vida, su salario, su trabajo, su familia, sus consumos, sus perspectivas, el optimismo sobre la economía del país. Todo eso mejoró mucho en relación a los gobiernos anteriores y también siguió mejorando en relación incluso al primer gobierno del Frente Amplio. Hace 7 años que mejoran todos los indicadores importantes del país, y ese es otro aspecto fundamental de un balance.
Cuando leemos los informes, las noticias sobre otros países, sus crisis o sus resultados, hay datos estándar que son comparables. Crecimiento económico, aumento o disminución de los salarios y jubilaciones, desocupación, índice de pobreza e indigencia, gasto social, manejo de la economía y todas sus variantes. Y no hay uno solo de esos datos que sean negativos para el gobierno. Ni uno solo, aunque algunos desaforados que miran por el agujero de su odio y sus rencores digan lo contrario y traten a todo el resto de sus conciudadanos de ciegos y sordos, que ellos preferirían también que fueran mudos.
Comparado con otros gobiernos de la región - no hablemos del mundo desarrollado - los datos siguen siendo muy buenos. Y se notan, se tocan y se ven, en los comercios, el turismo local, el consumo y las encuestas.
Si comenzamos por allí y por reconocer que hay un enorme esfuerzo de la sociedad por invertir en gastos sociales, en educación, salud, seguridad, planes sociales, cultura; los retrasos, las lentitudes, las carencias asumen su verdadera dimensión. Y no todas son iguales ni tienen las mismas causas.
Un balance es una mirada crítica hacia el pasado y hacia el presente-futuro. Al gobierno le quedan tres años por delante.
En eso también juegan las encuestas, pero sobre todo debería guiarnos una mirada estratégica. ¿Cuáles son los principales frenos para seguir creciendo con equidad, democracia y sostenibilidad? Para acercarnos a un país de primera, especialmente por su democracia y su justicia social.
¿Es el sistema político, el ordenamiento jurídico institucional, algún debilitamiento de la democracia y las libertades? No lo creo y no lo cree nadie que analice seriamente la situación.
Hay causas estructurales y otras más inmediatas. Una causa estructural es el propio Estado, su materialidad y su mensaje cultural atrasado, viejo, lento y falto de reacciones. Vamos lento y seguimos lento. Y la vida ha demostrado que es muy difícil, que los bloqueos son enormes. La primera carencia del gobierno es en el ejemplo que en su conjunto transmite, el mensaje y la realidad de la eficiencia, la eficacia, los resultados. Dentro del gobierno conviven los extremos en la gestión.
Hay, además un cierto agotamiento del programa de cambios estructurales de la izquierda uruguaya, una falta de estrategia social, económica y como consecuencia política y cultural.
Existen dos grandes problemas percibidos por la gente: la seguridad y la enseñanza. No son lo mismo. La inseguridad no la resuelve, no es responsabilidad única del Ministerio del Interior que está haciendo muchas cosas: es un problema de toda la sociedad y del Estado uruguayo en su conjunto. Gobierno. Hasta que no logremos que asuma esas dimensiones, las tendencias seguirán iguales, algo mejor o peor pero nada más.
El otro es la educación, que ya es una traba para nuestro desarrollo, es el principal factor de desigualdad social y en las oportunidades. Se avanzó con una base política, pero si no logramos colocar a verdaderos líderes educativos democráticos, firmes y claros en su orientación al frente del proceso de actualización, de cambios e impulsos a la educación pública, no saldremos adelante. Es un proceso en el que se cruzan factores culturales e ideológicos muy agudos, corporativismos, reformas estatales necesarias y un mensaje necesario y potente hacia toda la sociedad. Podemos, porque debemos.
A nivel de las políticas sociales, el déficit mayor es la vivienda. El Frente hizo correctamente de esa bandera un nuevo escalón de su acción social. No se trata de proponerse que todos tengan una vivienda propia y gratis. Eso es voluntarismo y no llega ni a utopía. Se trata de planificar, ejecutar, analizar un proceso de construcción masiva de soluciones habitacionales en particular para las zonas sociales más necesitadas. Una casa, un techo, es un cambio radical, es integración pura.
Otra traba es la infraestructura. Nadie duda de que tenemos claros y oscuros, con causas diversas. Pero el ritmo de crecimiento productivo dependerá en buena medida del ferrocarril, de las rutas, los puertos, la energía, las telecomunicaciones. Tenemos avances y lentitudes. No lo puede hacer sólo el Estado, tenemos una ley para involucrar toda la fuerza del país, pública y privada. Ahora no tenemos excusas.
Hay otro flanco complejo y polémico: el trabajo. La izquierda es tributaria natural de la cultura del trabajo y del trabajo no solo como empleo sino como dignidad, como integrador social, como factor de progreso material y espiritual. Estamos perdiendo esa visión en muchos ámbitos. Inclusive dentro del propio mundo del trabajo y de los trabajadores.
¿Nuestra principal política social sigue siendo el trabajo o es el asistencialismo? No es una pregunta vana si se ven algunas disputas dentro del propio gobierno y de la izquierda. Yo me inclino absolutamente por el trabajo, aunque implique una profunda batalla cultural en todos los niveles de la sociedad y dentro de la propia izquierda.
El gobierno apostó a ese camino, porque el crecimiento exponencial del empleo y de la cantidad de gente trabajando e incluso el debate sobre la productividad, las medidas de protección a los trabajadores no son un adorno, son el cambio más importante que produjeron los dos gobiernos de izquierda. Y hay que seguir. Pero algunos confunden eso con que vale todo y que lo que hay que conseguirle es un empleo vitalicio e inamovible a todos o, al menos a, la mayor parte de la sociedad. Eso forma parte de una visión clavada en lo profundo del alma nacional. Vean las muchedumbres por las vacantes en las intendencias o lo entes. Con 5.5% de desocupación...
La carencia más grave de nuestro balance, está en nuestra fuerza política, en el Frente Amplio, en el lugar donde deberían depositarse las iniciativas, las ideas para el programa y la estrategia y donde estamos maniatados por una estructura enfermiza y enferma que ahora vuelve a construir alianzas contra natura, para imponernos o vetarnos candidatos a presidente y mantener correlaciones de fuerza y de poder que no tienen nada que ver con la realidad y menos con la democracia para el pueblo frenteamplista. Pero esto último no es de entera responsabilidad del gobierno, del presidente. Bueno...nada de lo político le es ajeno.