Una gráfica narra una historia inevitable. Un relato sólido, coherente, plausible, que nos cuenta una idea de una cristalinidad prístina, que se desenvuelve con elegancia delante de nuestros ojos. Inevitable porque es imposible frenar las conclusiones y razonamientos que dispara. El cerebro es gatillo fácil a la hora de sacar conclusiones sobre los datos desplegados visualmente.
Esto sucede de igual forma para una gráfica asentada en datos relevantes y fundamentados, o para un conjunto de valores sin sustancia o validez alguna.
Es que hoy es tan, pero tan sencillo obtener datos de casi cualquier cosa y aún más fácil generar los gráficos correspondientes, ordenarlos para que nuestra mirada se enamore de la fábula que nos cuenta, que las estadísticas basura se han transformado en pandemia.
Este es por ejemplo el caso de un informe sobre el tráfico de los sitios de Gobierno en Uruguay. Eso lo sabemos inmediatamente por dos hechos que lo invalidan ipso facto y sin apelación:
- El único dato asimilable a una ficha técnica es “Hogar y Trabajo, Sólo PC/Laptop, 15+”. En el año 2015 donde el tráfico móvil representa una porción que ronda la mitad del total, una estadística que lo excluye no tiene derecho alguno a clamar representatividad.
- La lista de los 10 sitios más visitados es a todas luces errónea: ANTEL, DGI y BPS tienen un tráfico del orden o mayor que Presidencia. No solo es razonable, conozco el dato de forma fehaciente.
A pesar de todo, el destino parece inevitable: el reporte será difundido, discutido, e incorporado a otros informes. Se citará como fuente y como referencia. Se tomarán decisiones basadas en él, sin siquiera percibir o medir que no se trata de otra cosa que detrito estadístico.