Las elecciones hablan sobre todo de futuro. La gran diferencia con cualquier otra campaña de publicidad, comunicación o marketing es que propone un pacto con un candidato y un partido para los próximos cinco años, a partir del 1 de marzo del año 2015. Lo demás son comentarios.

Todos vendemos futuro. El pasado es una referencia: puntos de comparación, situaciones y procesos que interesa exaltar, ocultar o interpretar. Pero el pacto es con el futuro. Nadie ofrece ni vende pasado. En todos estos años de hacer campañas electorales creo que esa es la mayor diferencia entre el mal llamado marketing político y el marketing comercial. Hay muy pocos servicios que se parecen, por ejemplo los financieros, que son un pacto a futuro pero permiten bajarse a determinada altura. El casamiento electoral es inexorable e implacable: es por cinco años, no hay devolución y tiene que ver con toda nuestra vida, aun para los que se consideran más alejados de la política. Ellos no se ocupan de la política, pero la política se ocupa de todos...

Lo que sucedió en los últimos diez años en el Uruguay es ampliamente conocido y cada uno de nosotros, a través de nuestra experiencia personal, familiar y nuestra visión del país, podemos hacer nuestro balance. Todos agregan datos, estadísticas, informes, propaganda, pero en definitiva nadie tiene más herramientas para evaluar los resultados y hacer un balance que cada uno de nosotros.

Una sola frase sobre el pasado: si en la campaña electoral del 2004 alguien hubiera propuesto alguno de los programas de cualquiera de los partidos políticos con representación parlamentaria que se presentaron este año, con esta cantidad de propuestas, planes, proyectos, etc., etc., etc., todos los uruguayos los hubiéramos tildado de delirantes, de cuenteros. En el 2004 eran programa de la salida desde el pozo, ahora son de un país en pleno vuelo. Eso vale también para el Frente Amplio en el 2004: los proyectos y las metas contenidas en su programa se quedaron cortas, chicas y petisas. Las superamos ampliamente.

¿Quién hubiera creído que el PBI habría pasado de 14 mil a 52 mil millones de dólares (un delirio)? ¿Que íbamos a distribuir más de un millón de computadoras gratis a niños y adolescentes? ¿Que los salarios y las jubilaciones crecerían todos los años y que se crearían 350 mil puestos de trabajo nuevos? ¿Que además de encabezar el PBI per cápita en América Latina seríamos el país con el mejor índice de distribución de la renta (Gini)? ¿O que a nivel energético, de infraestructura portuaria, de telecomunicaciones estaríamos como estamos hoy? No lo hubiera creído ni el más optimista de los partidarios del Frente Amplio ni de los uruguayos. Me incluyo.

¿A qué nos podemos comprometer con seriedad y serenidad para los próximos cinco años, sobre la base de la situación actual, los vientos internacionales y regionales, nuestras capacidades, el nivel de confianza y la imagen internacional del país, y también sobre lo que aprendimos de nuestros retrasos, aciertos y errores?
Nos podemos comprometer a que el país al final del quinquenio tendrá un PBI bastante superior a los 60.000 mil millones de dólares y seguiremos siendo el primer país en PBI por habitante en toda la región. Que los salarios y las jubilaciones seguirán creciendo como forma de redistribución de la renta y que los ingresos familiares se irán equiparando todavía más entre Montevideo y el interior. Que el índice de desocupación se moverá en la banda del 5 % al 7 %, manteniendo su más bajo nivel histórico. Que seguiremos creciendo porque distribuimos. Y que la derecha seguirá sin entenderlo.

Que seguiremos bajando la pobreza por debajo de un dígito, en forma constante y haciendo desparecer la indigencia, concentrándonos en los niños, adolescentes y madres solteras, utilizando todas las herramientas a disposición del Estado: vivienda, educación, alimentación, salud, deporte, integración y, en definitiva, oportunidades laborales. Y que vamos a ser mucho más exigentes en las contrapartidas.

Nos podemos comprometer a que habrá un fuerte impulso por los derechos de igualdad de las mujeres y que alcanzaremos, a igual trabajo y responsabilidad, igual remuneración.

Nos podemos comprometer a que seguirá el flujo de inversiones distribuidas en todo el territorio nacional y con un shock en las infraestructuras, con participación público-privada en todos los rubros: carreteras, puentes, puertos, ferrocarril, aeropuertos, energía y comunicaciones, y centros logísticos.

Nos podemos comprometer a apoyar y reforzar todas las formas asociativas y cooperativas de la economía y la producción social, en sus diversas formas.

Nos podemos comprometer a que seguirá creciendo y haciéndose más sofisticada y de calidad la producción agropecuaria, con la incorporación de nuevas tecnologías, el uso adecuado del agua y del suelo y con un importante abaratamiento de la energía (planta regasificadora y fuentes renovables).

Nos podemos comprometer a que se estabilizará el número de delitos contra la propiedad (hurtos y rapiñas) y homicidios, que en el 2020 se reducirán los hurtos y las rapiñas en un 30 % mínimo y que los niveles de reincidencia de los liberados de las cárceles será del 30 %. Y que esto implicará durante un tiempo un alto número de presos, posiblemente más de 13.000, y no habrá superpoblación.

Nos podemos comprometer a cambios constantes y serios en la educación pública, concentrados en la Educación Secundaria, con las reformas necesarias para reducir sustancialmente la deserción, la repetición y mejorar el nivel de aprendizaje, no en la formalidad o las pruebas, sino en lo sustantivo, en las herramientas imprescindibles para afrontar la vida social, laboral y cívica.

Nos podemos comprometer a que seguirá vigorosa la distribución de la educación de calidad en todo el territorio nacional, incluyendo UTU y las universidades públicas.

Nos podemos comprometer a que, salidos de la profunda crisis del sistema de salud, nos concentraremos en la calidad, tanto en el sector público como en el privado, y sobre todo en la prevención, y que seguiremos bajando la mortalidad infantil hasta alcanzar niveles europeos. Y que seguirá bajando la cantidad de abortos. Esto último ya está sucediendo.

Nos podemos comprometer a mejorar y democratizar en serio la información y la comunicación, y no confundirla con la propaganda asfixiante, y muchas veces panfletaria, de la labor de un gobierno. Buscaremos formas audaces e innovadoras de control y de participación de la sociedad civil en todo ese proceso.

Nos podemos comprometer a hablar más, pero sobre todo a investigar y hacer mucho más por el medio ambiente, en nuestro país y en la batalla contra el cambio climático a nivel global, que no está a la vuelta de la esquina: está aquí.

Nos podemos y debemos comprometer a seguir avanzando en los derechos, por el atraso que habíamos acumulado pero ahora también en los valores, en las obligaciones, en las responsabilidades colectivas e individuales, comenzando por la lucha frontal contra la violencia y la degradación de la convivencia.

Nos podemos y nos debemos comprometer a reforzar la investigación, el estudio, el debate, la elaboración en conjunto de la política con los intelectuales y la academia sobre los principales problemas y tendencias de nuestro tiempo y nuestro país, y no mirar solo la punta de nuestros pies sino el horizonte, que siempre se nos viene encima.

Nos podemos comprometer a seguir construyendo nuestras relaciones internacionales basadas en valores, en intereses, en el comercio, pero también en la cultura, en la confianza mutua, en la denuncia y el compromiso contra la guerra, la violación de los derechos y la barbarie en cualquier parte del mundo. Y en la solidaridad, que le sirve a los beneficiarios y nos sirve a nosotros para ser mejores.

Nos podemos comprometer a que dentro de cinco años estaremos mucho mejor y que nos quedarán muchas tareas por cumplir, importantes. Porque no queremos una sociedad paralizada en su autocontemplación: querremos siempre más y mejores cambios.