Leí todo lo que salió publicado en los diarios. En particular en El País, que por obvias razones es bastante generoso. Miré todos los informativos y accedí a casi todo el discurso del Dr. Jorge Larrañaga en el acto de lanzamiento de su pre candidatura a la Presidencia de la República el pasado sábado 1 de noviembre en el Cilindro Municipal.
Una aclaración previa casi innecesaria: no tengo la menor intención de intervenir en la disputa interna entre los blancos, es su asunto y son ellos los que definirán el pleito. No tengo ningún tipo de preferencia, en definitiva si tuviéramos que retroceder y ellos volvieran a ganar, independientemente de quién sería el Presidente van a gobernar juntos: Lacalle, Larrañaga y Bordaberry, o Larrañaga, Lacalle y Bordaberry. Se necesitan, pero más importante aún: comparten aspectos fundamentales de la visión del país. Y tienen un pasado reciente y común de hierro soldado y remachado.
¿Qué destacaron los diarios? Todos. La organización inmaculada del acto, la escenografía más “norteamericana” que uruguaya, la cantidad de público varía de 8.000 a 15 mil personas. Muy buena, para esta época de la campaña electoral. La presencia de Giggia y poco más. Alguna anécdota.
Yo tengo bastante experiencia en organizar actos en el Cilindro y sé que llenarlo y prepararlos da un enorme trabajo. Chapeau.
Pero el esfuerzo sobrehumano lo cumplieron los cronistas más variados para rescatar algo más que la escenografía de ese acto. Algo sobresaliente, interesante, novedoso, de valor para interpretar que futuro nos puede esperar a los uruguayos ante un eventual gobierno de Larrañaga. Nada de nada.
Creo que propios y ajenos esperaban, esperábamos algo más que una canción cantada por algunos jóvenes entusiastas o imágenes proyectadas en pantallas gigantes, o el agitar de prolijas banderas. Esperábamos que se agitara alguna idea. Nada.
Las mismas críticas al gobierno que vienen repitiendo desde hace 4 años. Ahora enfervorizadas contra la reelección. Propuestas, programas, ideas, nada de nada. Ni una partida por la mitad. Y naturalmente ese fervor que les ha nacido por la clase media, luego que la aplastaron entre “carteras pesadas” de bancos pesados y un país a la deriva.
Ellos que durante años acusaron a la izquierda de abusar de las consignas han hecho de los lemas, de las frases hechas y retocadas el único discurso electoral. Como no podía faltar estuvo el tema de la seguridad y otros, pero simplemente como menciones, sin sustancia, sin aportes, sin alma. Y ni que hablar del cuerpo.
¿Cómo se puede discutir con ese nivel de generalidad, de frases lanzadas al viento sin otro sustento que la obsesión por ser presidente y por expulsar a la izquierda del gobierno? Y para culminar esa pieza para la historia, varias menciones a Wilson Ferreira Aldunate.
Yo no resistí la tentación y me fui a ojear algunos libros, sobre todo que reencontré esta semana en una librería: “Wilson Ferreira Aldunate” Discursos, Conferencia y entrevistas”, con una dedicatoria que reproduciré en Bitácora el próximo domingo porque consideró que es una parte de la mejor historia nacional reciente. Una dedicatoria de un gran uruguayo a otro gran uruguayo.
Me puse a releer algunas pocas páginas y a comparar. No me gusta y no voy a especular sobre que actitud adoptaría Wilson si hubiera escuchado el discurso de su correligionario del día sábado. Lo dejo librado a la imaginación de los lectores. Pero lo que si puedo y debo juzgar son las distancias. Son siderales, creo que habría que medirlas en años luz.
En los textos de Wilson no sólo destaca la profundidad de los análisis, el aporte en ideas - aún en el caso que no se compartan – el nivel, su visión nacional, esa sensación de que no importa el partido de origen, nos hacen sentir a todos orgullosos de ser orientales, de formar parte de la misma “comunidad espiritual", incluso de tener adversarios de esa talla, de esa inteligencia y de esa capacidad.
Esta reflexión no refiere sólo a las distancias abismales, que no se pueden colmar entre Wilson y otros de su partido actual, sino más en general del empobrecimiento de la política. Entre los viejos materiales que encontré hurgando en mi biblioteca había algunos debates parlamentarios y la verdad es que sería muy bueno que todos los actores políticos – mi incluyo – y en particular los parlamentarios, y obviamente no excluyo a los nuestros, los de izquierda, los leyeran con atención en los archivos del parlamento. Se nota el estudio, la sobriedad, el sentido del Estado y la referencias a las ideas. Dan esa rara sensación de que se escuchaban entre ellos, porque aprendían, comprendían y se valoraban a pesar de las enormes diferencias políticas.
Sobre todo se ganaban el respeto de los ciudadanos. Cuando nos preocupamos porque hay una distancia creciente entre la política y la gente, habría que preguntarse si la superficialidad, la falta de estudio, el taleteo sobre demasiados temas no habrá contribuido a cavar esa zanja cada día más profunda.
Pobre país, si el próximo gobierno se rigen por esa pobreza de ideas, esa falta de propuestas con visión de futuro, y queda librado sólo a jugar sobre las migajas, los centavos, y las mezquindades y el color de las camisetas. En una cosa tuvo razón Larrañaga: En las próximas elecciones la definición será entre un gobierno al servicio del partido o al servicio de la gente.
Con una pequeña diferencia el de “ellos” - como ya lo demostraron durante 20 años - será un gobierno al servicio de los tres partidos y de cierta gente. La alternativa es la profundización del cambio y del proyecto nacional. Porque su convocatoria a un gobierno de entendimiento nacional no tiene base, no tiene cimientos, es una construcción sobre la arena de la absoluta carencia de ideas. Esos edificios se caen estrepitosamente.