Siempre me pregunto y me vuelvo a preguntar cómo reaccionaría yo si a mi pueblo lo hubieran masacrado de la manera que lo hicieron los nazis con 6 millones de judíos. Y siempre obtengo una respuesta inmediata, básica y elemental: haría lo posible y lo imposible por evitar que algo similar pueda suceder. ¿Sólo con mi pueblo o con cualquier otro grupo humano?
Cuando un país que es democrático, porque elige a sus autoridades periódicamente a través del voto libre y multipartidario, se reitera en actitudes que violan las normas internacionales, que mata a civiles en diversas circunstancias, desconoce sistemáticamente las resoluciones de las Naciones Unidas y cerca a una población entera durante tres años, las preguntas se hacen más agudas y apremiantes.
Cuando una colectividad, sus organizaciones más amplias con sede en el Uruguay, se pronuncia siempre, absolutamente siempre, justificando las acciones de las fuerzas armadas israelíes, cuando bombardean escuelas, organismos de las Naciones Unidas, asaltan naves llenas de civiles que estaban en aguas internacionales, también se acumulan nuevas e inquietantes preguntas.
Son conocidos, gente sensible e inteligente, parte de la sociedad uruguaya. Y sin embargo siempre consideran que los demás están equivocados, sean estos gobiernos del más diverso signo y en todo el mundo, medios de prensa de todo tipo y la abrumadora mayoría de la opinión pública internacional.
Siempre parten de la base que todos, o que la gran mayoría no los entiende en sus razones o peor aún que los rechaza. Es un sentimiento y una cultura muy peligrosa, porque está muy próxima de separarse de los demás, de considerarse diferentes o incluso mejores.
Si hay un pueblo que en toda la historia y en todo el orbe debería saber que con muros que circundan ghettos, con la violencia indiscriminada y sin ley nunca se pudieron resolver los problemas, ese pueblo es el pueblo judío y en particular los habitantes de Israel. Que además de constituir su propia nación independiente por su visión histórica, también lo hicieron como reacción ante el holocausto y las persecuciones.
Los muros, los progroms, los ghettos, las masacres más terribles no destruyeron al pueblo judío, al contrario reforzaron su identidad, lo hicieron combatir contra el colonialismo británico, contra la hostilidad árabe y diversos ataques y contra el terrorismo. Pero hace varios años que están demostrando al mundo que no aprendieron la lección principal: ese valor de resistencia, de cohesión de su pueblo vale también para otros pueblos. Vale también para los palestinos.
Las respuestas cada día más violentas, los cercos por tierra, aire y mar que aíslan a un millón y medio de palestinos en Gaza, creando un gigantesco Ghetto moderno, los asesinatos “selectivos” y bastante masivos, los ataques contra naves que llevan ayuda internacional y que su carga era perfectamente conocida por los servicios israelíes, que tienen la mejor red de información del mundo, son un suicidio, no sólo diplomático, sino político y estratégico.,
Ahora el odio, la bronca, la generación de desesperados dispuestos a vengarse a cualquier precio aumentó en todo el mundo y sobre todo en Turquía un país clave en las relaciones internacionales de Israel y en La región.
Hoy Israel está más aislado, tiene más enemigos, menos amigos y gente mucho más enojada que antes y el bloqueo a Gaza a la larga caerá. Como cayeron en Polonia y en todo la Europa ocupada por los nazis. Las circunstancias son otras, lo asumimos todos, pero los verdugos y los muros se parecen demasiado, tienen los mismos materiales y la lógica del aislamiento y de la violencia como argamasa. Y el mismo destino: el derrumbe.
De verdugos y de ghettos
De verdugos y de ghettos
08.06.2010
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