Hace mucho tiempo que ningún caso policial ocupa tan enorme espacio en los medios, en las redes, en todos los ambientes políticos y sociales del país. Hablo del secuestro de la doctora Milvana Salomone. Fueron dos semanas que nos tuvieron a todos sometidos a un bombardeo y a especulaciones de todo tipo. Era bastante esperable, aunque anteriormente hubo otros secuestros.
En este caso las especulaciones no se referían solo al secuestro, sino a todo tipo de análisis proyectados de la situación de la seguridad nacional y obviamente a crear el peor clima contra el Ministerio del Interior. Nada nuevo bajo el sol oriental.
Son tan insistentes y bien montados que hasta logran que, como decía Dante, perdamos toda esperanza porque ya penetramos en el infierno inexorable de la delincuencia impune.
Todos sabemos cómo terminó ese secuestro: la doctora Salomone regresó sana y salva a su hogar, se capturaron a todos los responsables y cómplices del secuestro y se recuperó la mayor parte del rescate. Hasta aquí sería una noticia de crónica más.
La gran protagonista de ese éxito -que incluso fue cubierto por agencias y medios de prensa internacionales - fue la policía. Y es rigurosamente cierto, pero...
Pero el Ministerio del Interior y sus más altas jerarquías, Eduardo Bonomi y Jorge Vázquez, se replegaron a un segundo plano, incluso en las conferencias en las que se brindó información sobre la culminación plenamente exitosa de toda la operación. No se vistieron con ropajes policiales, no alardearon, asumieron una correcta actitud institucional e incluso profesional.
En medio de esta situación se viene verificando una meseta bastante constante y a su vez un desplazamiento de la delincuencia, sobre todo de las rapiñas y de los hurtos. Uno de los objetivos que el presidente Vázquez anunció con mucha fuerza durante la campaña electoral. Obviamente que de esta nueva situación que exige un esfuerzo permanente y concentrado para mantener los indicadores y mejorarlos, casi nadie se ocupa; los grandes y gritones medios de prensa que le dedican espacios interminables a cualquier delito casi no se refieren a este dato de gran importancia.
De la oposición no hablemos porque realmente me estoy preocupando de su ausencia en casi todos los temas.
Pero también en la izquierda, en el Frente Amplio asistimos a un silencio abrumador. Nadie opina, nadie hace balances, nadie saluda un éxito policial, un éxito de muchos años de trabajo en la mejora de las condiciones de la acción policial a nivel del personal, de la reorganización operativa, de los medios técnicos y científicos, por parte del Ministerio del Interior. Silencio, estamos todos concentrados en aspectos internos y sobre todo en otras materias económicas y constructivas.
No me podrán acusar de que trato este tema para evadir la consideración de la postergación de la obra de Antel Arena. La semana pasada publiqué una columna sobre el tema, previa investigación de todos los datos referentes a la situación patrimonial y operativa de Antel. Algunos responden bancando con todas sus fuerzas esta obra pero sin aportar un solo dato y seguramente cuando el país siga creciendo, trabajando, avanzando, invirtiendo y progresando distribuirán los méritos a raudales y todos seremos sus depositarios, sus padres. Las que son guachas son las responsabilidades a la hora de asumir la realidad.
La gran prensa, que es la verdadera oposición política, cultural e ideológica en el Uruguay, le dedicó a la resolución del secuestro de Salomone algunos días de su resplandeciente atención -no podía hacer otra cosa-, obvió todo lo posible el papel de toda una política y el papel y responsabilidad del Ministerio del Interior y poco más. Y los entiendo perfectamente, si ni siquiera nosotros, que hemos sido sometidos como fuerza política a un huracán permanente de ataques sobre los temas de la seguridad, reaccionamos adecuadamente, no podemos esperar que otros cumplan también nuestro papel.
¿Se imaginan el carnaval político que habría organizado un gobierno tradicional si durante su mandato se hubiera resuelto un caso emblemático como el secuestro de Silvana Salomone? Es el mismo corso que harían por un cuarto de aumento del grado inversor, o la caída de una milésima en la pobreza. Nosotros o nos hemos acostumbrado a los resultados o... Creo que "o".
Y sin embargo discrepo con Bonomi, por ejemplo, en el tema del feminicidio. Tenemos una tasa de asesinato de mujeres por parte de sus parientes, ex parejas, parejas etc. absolutamente alarmante y que reclama reacciones. ¿Solo policiales? No, es más, considero que la policía es la institución del Estado que más se adecuó a esta triste realidad. Podemos darle todas las explicaciones que queremos, pero son eso, explicaciones y lo que hace falta es acción por parte del Estado, del Parlamento, del Gobierno, de la Justicia, de la sociedad civil.
¿El Parlamento no debería convocar a los mejores expertos, a la sociedad civil, incluso a expertos internacionales para adecuar nuestra legislación a esta involución que se ha dado en nuestra sociedad con relación al asesinato de mujeres? No es un asesinato común, todos tenemos el mismo derecho a la vida y a nuestra integridad física, pero en el caso de la violencia y el asesinato contra seres más débiles, físicamente más débiles, tiene que ser considerado en forma integral, incluyendo una legislación mucho más dura. No me vengan con el verso de siempre que las penas más duras no disuaden ni evitan. Si no es eso, habrá que integrar otras medidas, pero algo grande e importante hay que hacer desde todos lados.
Las organizaciones de mujeres se movilizan, y está muy bien, pero queda el peligro de que lo consideremos un problema de género y no lo es, es un grave problema de todos, es la barbarie con la que no podemos convivir y menos acostumbrarnos.
Lo mismo sucede con los ajustes de cuenta. Confesémoslo, cuando se anuncia un ajuste de cuenta la inmensa mayoría no sentimos nada, ni nos conmovemos. Y ya eso es una demostración de que esos crímenes afectan la moral colectiva, degradan el valor de la vida, nos hacen a todos un poco más insensibles y en cierta manera, brutales. También hacen falta nuevas leyes, nuevos instrumentos legales más precisos, menos permisivos y que reduzcan en este tema, y en otros, la reincidencia.
¿Solo se reduce la reincidencia con más cárcel? No, pero tampoco con menos cárcel, con más laxitud, con una legislación que no cambia cuando cambia todos los días la ferocidad de los crímenes, y cambia el mundo del delito y sus alrededores.
Y luego está el desplazamiento de la criminalidad. Hay barrios de la costa de Montevideo donde los ladrones, tan ladrones como otros, desvalijan las casas para equipar sus casas a 10 cuadras de distancia. ¿Alguien puede creer que van a vender un sartén viejo, una olla o una cortina de baño? Si el crimen se está desplazando geográficamente y en sus tipologías, hacen falta normas y procedimientos. Se comienza robando una cortina de baño y se termina asaltando 10 veces un supermercado en un año. Un supermercadito humilde, de gente de trabajo, que vive de su esfuerzo.
Los códigos viejos y superados de los chorros y los rapiñeros se han evaporado, la sociedad solo con diagnósticos, con un aumento exponencial del número de policías o con nuevas tecnologías no logrará superarlo. Lo que nos dio como un tren en la cara es que no hay ninguna relación mecánica entre pobreza, miseria y delincuencia. Once años después deberíamos haberlo comprobado.
Y en todo esto incluyo al Poder Judicial y al ministerio público y sus responsabilidades.
Todas estas cosas dependen mucho de las decenas de legisladores que tenemos en el Parlamento, de su iniciativa, de su capacidad de investigar y estudiar. Y de la capacidad de todos de debatir los temas más allá de las miserias de algunos medios de prensa, que han hecho de esa desgracia colectiva casi su razón de ser.
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