Lo peor que podemos hacer, de cara al próximo domingo 23 de junio, es intentar confundir a la gente respecto al verdadero motivo de la convocatoria.
El 23 de junio, no vamos a estar decidiendo si estamos a favor o en contra del aborto. Tampoco vamos a estar decidiendo si estamos a favor de legalizar o despenalizar nada. Y ni siquiera vamos a estar decidiendo si nos gusta o no la ley recientemente aprobada. El 23 de junio no nos pronunciaremos sobre el tema de fondo que, como es sabido, divide a la ciudadanía y atraviesa a todos los partidos políticos.
En el Partido Nacional, ha habido dirigentes que han tenido una prédica a favor de la despenalización, no obstante lo cual, el partido, sin dudas, mayoritariamente se ha manifestado en contra. Quizás la nota disonante más evidente la dio el senador Jorge Saravia, quien fuera firmante del proyecto original de legalización que posteriormente fuera modificado.
En el Partido Colorado la situación no es tan diferente. Algunos legisladores manifestaron que no votaban el proyecto, solamente por disciplina partidaria. Y de esta manera, el Partido Colorado conseguió una artificial unanimidad legislativa. Paralelamente, uno de sus principales dirigentes históricos, el Dr. Julio María Sanguinetti, contundentemente se ha expresado a favor de la despenalización.
En el Frente Amplio pasa algo similar. Mientras la mayoría de sus grupos se pronuncian a favor, el diputado Andrés Lima no votó el proyecto que hoy es ley, y el ex ministro Héctor Lescano (senador suplente) afirmó oportunamente que de tener que comparecer, votaría en contra. Pero el caso paradigmático quizás sea la posición del Dr. Tabaré Vázquez, quien es indiscutiblemente el máximo líder del Frente, que una vez más se coloca en las antípodas del Dr. Sanguinetti.
El partido que yo integro también tiene opiniones diferentes, y esto se vio reflejado al momento de la votación.
Es así como algunos ciudadanos hemos entendido que éste no debería ser un tema que fuese definido por medio centenar de legisladores con un solo voto de diferencia. Sí, un solo voto de diferencia fue el que terminó decidiendo. Este es el típico caso de una problemática sobre la que deberían pronunciarse todos y todas (donde TODAS son mayoría) El típico caso donde no deberíamos eludir la posibilidad de convocarnos.
Pero está claro que hay fundamentalistas de los dos lados. Desde los que han pretendido que las mujeres que abortan son una suerte de asesinas despiadadas, hasta quienes acusan de violentos a quienes no coinciden con su punto de vista, típico de las mentalidades que se creen dueñas de la única verdad. Desde quienes admiten que las mujeres deban seguir abortando en la clandestinidad y mirar para un costado como si nada estuviera pasando, hasta quienes pretenden que no importa para nada lo que la comunidad exprese.
Y ambos extremos desarrollan una campaña de desinformación que confunde y que nos hace mucho daño a todos y a todas. Yo me animo a afirmar que no hay ninguna falacia en darle participación a la gente. A lo mejor hay quién, en este tema, es dueño de la verdad absoluta. En todo caso, yo prefiero optar por auscultar la voluntad popular, sobre todo cuando esta no se disciplina a los partidos políticos. Y a propósito, no quiero mandatar ni disciplinar a nadie. Ni me parece que los partidos tengan que darle permiso a la conciencia de las personas, que hasta donde tengo entendido, no lo necesitan.
Pero también hay de los otros. Gente coherente, algunos incluso que están a favor de la ley pero, haciendo alarde de republicanismo, han manifestado que concurrirán a votar "para que el pueblo decida" en el entendido de que este es un tema trascendente. Y asimismo, hay quienes han resuelto no concurrir porque entienden que no es preciso o - en actitud pragmática- entienden que no es conveniente consultar al pueblo por este tema. Pero no se colocan en posición de descalificar a nadie por hacerlo.
Y no estamos hablando de abortar o no, sino del diseño de políticas al respecto. Que es acerca de lo que nos estaremos pronunciando en esta oportunidad. Y yo aspiro que la gente vaya a votar el próximo 23, para habilitar la expresión de todos y de todas acerca de una ley, o sea, acerca de una norma que nos involucra a todos y a todas.
Y en todo caso, si la gente no vota, ojalá que no sea en razón de las descalificaciones intolerantes, de quienes siguen viviendo en el mundo de los maniqueísmos, donde todo el que no piensa igual merece ser ridiculizado o despreciado. Si logramos convocar a todas y a todos a expresarse, le estaremos dando más legitimidad a la decisión final. Sobre un tema serio. Sobre el que deberían avergonzarse aquellos que esbozan caricaturas empobrecedoras del debate. Si no, quedará la duda como una herida abierta. Una más.